“En el principio fue el verbo de un rumor
apagadito y sumamente discutible…”
Lo inició el periodista Manuel Isidro Molina el 24 de octubre del 2010 en su columna del diario La Razón, y en esto pudo haber muchas más ganas que precisión periodística. Luego la pica en Flandes tomó fuerza de brisote cuando alguien del prestigio y las fuentes de Nelson Bocaranda echó a volar la información.
Pero la primera verificación formal solo se produjo cuando el gobierno venezolano y el propio Hugo Chávez reconocieron públicamente que el coronel golpista se había operado de urgencia en La Habana el 10 de junio del 2011 con resultados preocupantes, y que en una segunda operación, inmediata a la primera, que duró cerca de seis horas, le encontraron un tumor canceroso “del tamaño de una pelota de béisbol” y comenzaron sesiones de radioterapia y quimioterapia en La Habana rodeadas del secretismo propio de un régimen totalitario.
Después de cuatro meses del inicio de todo este guirigay aun no hay nada escrito en piedra. No se sabe dónde está el cáncer ni su grado de agresividad. Y si nos enfocamos por los resultados políticos, séase por errores de la oposición o por un formidable manejo de la lástima popular monitoreado desde La Habana, que es quien toma las decisiones importantes en Venezuela, el mandatario ha subido como la espuma en las encuestas de opinión.
El caso es que desde que se escuchó el disparo de salida de un cáncer chavista se generó más que una catarata continúa de noticias todas contradictorias, un circo mediático con los consabidos trapecistas, malabaristas y payasos. Entre ellas, noticias afortunadas, como la de El Nuevo Herald, porque ese es el papel de la prensa, señalando que Chávez padecía de cáncer terminal en la próstata que provocó descalificaciones furiosas del gobierno venezolano. Y otras desafortunadas, como la del ex embajador norteamericano Roger Noriega que no fue invitado a esta fiesta, y opinó que Chávez tenía pocas posibilidades de sobrevivir 18 meses, mensaje perjudicial para el antichavismo y para Washington, que no termina de entender, que ni tangencialmente, sus voceros oficiales u oficiosos deben intervenir en un caso tan delicado y emocional para el pueblo venezolano.
Como periodista procuro opinar haciendo el menor número de especulaciones. Tengo cuidado con lo que escribo y pongo en duda todo lo que leo. Nunca intento ni provocar falsas ilusiones ni desatar rumores. Y es que todos sabemos que en el periodismo actual existe una Bolsa de Valores donde las noticias que se cotizan alto, en el afán de sainete del lector promedio, no son las ciertas que informan, sino las falsas que escandalizan.
Sobre el cáncer de Chávez he sido sumamente escéptico, pero por primera vez me envió una hipótesis creíble sobre este entuerto un venezolano en quien confío plenamente.
Recientemente, uno de los médicos del coronel, el doctor Claudio Navarrete, declaró: “Nosotros pensamos que el pronóstico de Chávez no es bueno. Y cuando digo que no es bueno significa que su expectativa de vida puede ser de dos años”. Su declaración al principio me molestó, porque no es ético que un médico divulgue el estado de salud de un paciente con una trayectoria pública.
Pero Navarrete aclaró recientemente en la revista mexicana M Semanal las razones que tuvo para hacer tal declaración. En realidad, quien solicitó a este distinguido médico que divulgara la verdad sobre el sarcoma retroperitoneal del psoas de Chávez fue la propia familia presidencial, madre e hijas preocupadas porque a Chávez no le funcionan los riñones, lo están dializando con una frecuencia preocupante y bombardeando con esteroides, lo cual pone en serio peligro su vida.
El doctor Navarrete operó a la madre de Chávez Elena Frías de un prolapso lo cual es fácil de comprobar por los registros públicos, él es el médico de esa familia.
Mis dudas se recrudecen cuando el gobierno venezolano, sin negar sus vínculos estrechos con la familia Chávez Frías, responde “que el doctor Navarrete nunca ha sido un médico de confianza” de Hugo Chávez. La palabra confianza me genera dudas. Mi médico primario en Miami es el doctor Pedro Caro, pero existen otros, que sin ser yo un líder mundial están al tanto hasta de mis catarros.
Por otra parte, más relevante aún es que Chávez festinadamente ha declarado: “Fidel es mi médico, un médico superior…Raúl merodea”.
Y la pregunta clave final es, si a Fidel Castro le dieran a escoger entre que Chávez viva alguno años más o que gane unas elecciones moribundo, y que el flujo de petróleo de Venezuela hacia Cuba siga asegurado, ¿qué opción Castro escogería?