En todo caso pensar el petróleo debería ser
la tarea más importante de los venezolanos
Se tiene a Quirós como “un petrolero”, “hombre del petróleo”, “tecnócrata” pero en modo alguno como autor de una obra de pensamiento, que por razones fáciles de explicar no forma parte del discurso académico venezolano, que tiene sus íconos en aquellos que han hecho su pensamiento intra muros académicos.
Quienes hacemos vida intelectual dentro de los muros acogedores y protectores de la Academia, olvidamos a menudo que fuera de la misma se produce, del mismo modo, conocimiento académico, si bien carezca de la legitimación que nos atribuimos los que pudiéramos llamar académicos profesionales. Acaparamos los símbolos institucionales internacionales que nos permiten reconocernos como miembros de una comunidad y con cierto inmerecido desprecio miramos con indiferencia el pensamiento que no se genera dentro de los cánones académicos. Quirós trabajó con una consistencia técnica sorprendente y, en general, quizás, ausente de una programación pero produciendo unos resultados que demuestran la invisibilidad y simultánea presencia de una vocación intelectual.
Por fortuna hay una serie de personas que, al margen de esa cultura académica sacralizada, producen pensamiento. Pienso en autores y obras importantes, algunas de ellas esenciales en el pensamiento venezolano, que no suelen ser consideradas obras académicas ni menos obras de pensamiento. Ello ocurre porque estos autores suelen hacer su modus vivendi fuera de los muros académicos y se les reconoce como empresarios, políticos, profesionales, tecnócratas y en general desempeñando tareas no académicas.
Pensamiento fuera de la academia
Pienso en una serie de autores y obras que no asociamos, generalmente, con la noción de pensamiento.
Por ejemplo, suelo distraerme, incluso, cuando al mencionar pensamiento político venezolano incluyo a Marcel Granier. Me complace a veces provocar a una audiencia cuando recomiendo que lean a Bush, para solazarme diciendo que me refería al Memex de Vannevar y no a George. En el caso de Granier sus ideas despiertan animadversión, que excede su propio contenido y se alojan en la diatriba y el insulto. En un libro suyo, publicado en 1984, ha merecido comentarios tales como aquellos de un escritor merideño, académico de la Universidad de Los Andes, José Sant Roz, hermano del inolvidable y ya desaparecido escritor Argenis Rodríguez, quien escribió unas frases feroces en relación al libro de Granier: “El Mein Kampf de Marcel Granier fue una miserable obrita titulada La generación de relevo vs. el Estado omnipotente, en la que quería cargarse el Estado. En realidad Marcel pretendía demostrar en esa (…) obra que el Estado debería darle paso a la generación de los empresarios ladrones, y él era el más joven que estaba decidido a llevar a cabo tan proteica lucha. El libro esta editado en un muy buen papel, y se sacaron miles de ejemplares con la ayuda de ese mismo Estado que él quería destruir.
Pero Marcel es un abogado fracasado, un empresario inmoral, inescrupuloso y malévolo que encontró durante el Puntofijismo un país de (…), gobernado por las barraganas o los barraganos de los presidentes. A partir de 1969 asume la dirección de Radio Caracas Televisión y produce el programa de opinión Primer Plano. Como todo hijo de papi, nació mingón; muy llorón y de hablar melifluo y falso. Su señor padre, el doctor Marcel Granier, fue condecorado por el dictador Marcos Pérez Jiménez” (Aporrea, 9 de enero de 2007).
Lo mismo me ocurre con el libro de Carlos Rangel Del buen salvaje al buen revolucionario (1976). Lo he usado durante años, en tándem con el libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina (1971), un libro que es un portento literario, si bien falso y engañoso en su planteamiento. Son dos libros maravillosos, bien escritos, bien documentados y sólidos en su argumentación, obra de dos pensadores que escribieron fuera de la Academia. Personalmente estimo que el libro de Galeano es una sola imaginativa metáfora, un texto escrito cuando el autor apenas tenía unos 30 años y que ha perdurado tanto por su valor intrínseco como por el hecho de que ha sido adoptado por la izquierda gozosa (en el sentido religioso del término), que ha convertido a obra en catecismo, como lo es el libro de Carlos para la derecha pasiva, que al igual que sus colegas del otro lado del espectro político andan permanentemente en el Camino de Santiago, en busca de guías espirituales (de nuevo, en el sentido religioso de la palabra).
Obras y autores
Y así sucesivamente, pienso en una serie de autores y obras escritas al margen de la Academia. Me refiero, por ejemplo, a Augusto Mijares y su libro pionero La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana (1938). Pienso en la portentosa obra de Isaac Pardo, Fuegos bajo el agua (1983). Su trabajo, ha sido dicho con propiedad, “es una de las obras más importantes sobre cualquier tema escritas en idioma castellano”. De Rómulo Betancourt su Venezuela, política y petróleo (1956) quizás la obra más influyente en el pensamiento político venezolano, al lado de Cesarismo democrático (1919); la obra de Rodolfo José Cárdenas (1987) y su libro Copei en la Constituyente. La tentación totalitaria de Acción Democrática. No conozco otra obra con la prosa agresiva y brutal, para describir y analizar con pasión y razón los hechos a los cuales se refiere, que la de Cárdenas.
En ese grupo hallo a Alberto Quirós, asociado mas bien a la tecnocracia petrolera, pero cuya obra, densa y sólida, es omitida del stock del pensamiento venezolano, en parte porque su visibilidad como tecnócrata y como político, mucho más porque es un crítico de la mitología la izquierda y, en consecuencia, es miembro de la “derecha”. El caso es que el pensamiento de Alberto es poco visible en las referencias académicas que conozco (en la Biblioteca Nacional de Venezuela, en la de la Universidad Central de Venezuela y en la de la Universidad de Los Andes, no aparecen entradas de Alberto Quirós Corradi, pero puedo haberme equivocado en la búsqueda, porque la hice virtual; sin embargo, en el caso de SABER-ULA, recibí la siguiente información: “Le informamos que en el Repositorio Institucional de la ULA no tenemos ninguna publicación del autor Quirós Corradi, Alberto”). Así como a cito a menudo a Granier hago lo propio con algunas de las obras de Alberto. Deseo referirme a su pensamiento en esta oportunidad, no como un acto de desagravio, que no lo necesita, sino porque es posible entonces para que algunos colegas entiendan como sí se hace pensamiento fuera del pensamiento codificado, y que podemos comenzar por apreciar la estética que se origina más allá de las galerías.
Debo acotar el volumen de la obra de Quirós, que merece un análisis profundo, incluyendo el bibliométrico, así como el estilístico: El diagnóstico de la imposible (1986), Los peligros del silencio (1989), Venezuela compañía anónima (1990), Memorias petroleras (1992), La desaceleración del entusiasmo (1992), La crisis silenciada (1993), La angustia institucional (1994), Ya Dios no es venezolano (1995), Réquiem para un proceso (1996), La nacionalización del estado (1997), Un receso para la democracia (1998), La cultura de lo obsoleto (1999), Los sables de la democracia (2000), La selección del futuro (2001), La administración del fracaso (2003), Los rusos también juegan (2004), De la Constitución al sable. La angustia institucional (1994).
En términos cuantitativos esta es una obra que, sin duda, sería catalogada como meritoria y valiosa, según los criterios de medición de la producción académica, pues cubre al menos un indicador muy importante, la continuidad en el esfuerzo intelectual.
Recuperar el artículo como instrumento académico
Su pensamiento es crítico y audaz, y su estilo de frases cortas e ideas desarrolladas, propias del género que ha empleado para expresarse, el artículo de opinión, en la línea de ilustres pensadores como Ortega y Gasset y Nuño Montes, para no mencionar a Uslar Pietri, porque el ensayo corto que permite el artículo de opinión abre la posibilidad para lo que en literatura ha analizado Violeta Rojo (Universidad Simón Bolívar), al estudiar el mini cuento, caracterizado por “brevedad extrema y economía de lenguaje” que define la mini ficción como “una forma literaria proteica, cambiante, desgenerada e inasible”, que es a su vez lo que caracteriza a un buen artículo de opinión, pues los malos son simplemente letra impresa adosada a la rutina del espacio por llenar. Quirós se expresa con admirable soltura, porque no ha cuidado ninguno de los símbolos de la Academia; mejor dicho, no los ha temido, porque de hecho la misma es a menudo una restricción a la libertad del pensamiento, más que un estímulo –en una cultura nacional que poco aprecia el pensamiento disidente y crítico, y que como no sabe cómo interpretarlo suele calificarlo de “polémico”, una especie de acusación devastadora, porque hace aparecer al autor de tal pensamiento como díscolo y, peor, “busca pleitos”.
El pensamiento académico es pensamiento codificado según normas establecidas; Quirós ha disfrutado del maravilloso escribir fuera de los muros de la Academia, fortaleciéndose en su propio bien decir.
Se tiene a Quirós como “un petrolero”, “hombre del petróleo”, “tecnócrata” pero en modo alguno como autor de una obra de pensamiento, que por razones fáciles de explicar no forma parte del discurso académico venezolano, que tiene sus íconos en aquellos que han hecho su pensamiento intra muros académicos. En todo caso pensar el petróleo debería ser la tarea más importante de los venezolanos. Sin la industria petrolera no podemos explicarnos y contrario a la tesis de Pérez Alfonso es evidente que sin petróleo seríamos una república bananera –lo fascinante del caso es que quizás seamos, a pesar del petróleo, una república bananera. Personalmente, cuando escucho dar vivas a los jeques del Norte de África, puedo preguntarme qué somos como nación, cuando miramos nuestro futuro en las recovecos de hace doscientos años e idolatramos la generación de la adulancia como discurso nacional.
Ideas y conceptos
Tres conceptos del autor se hallan cerca de mis propias reflexiones. Uno el del Requiem para un proceso (1996) que, por supuesto, alude intra líneas a la situación del país en 2011, cuando pudiera decirse lo mismo, porque el actual proceso político, que nació antiguo, esto es, proponiendo como nuevo una desgastada moneda de vieja circulación, se halla en franca decadencia, convertido ya solamente en una lucha probablemente fútil por el poder, que no por los logros que puedan facilitar el juicioso uso del mismo. En segundo lugar el concepto de La cultura de lo obsoleto (1999), ya que fascina el patrón criollo de patrocinar una cultura de lo que fue, en vez de obsesionarnos con lo que pueda ser. Somos una sociedad paradójica, ya que estimulamos patrones de obsolescencia, al mismo tiempo que adoptamos los últimos gadgets de la industria contemporánea, a menudo sin reflexionar acerca de cuál y para qué debemos adoptar una u otro. En tercer lugar La administración del fracaso (2002). Me llama la atención la idea del fracaso y cómo los venezolanos parecemos una cultura que disfruta profundamente el fracaso, que desestimula el éxito y que lo atribuye generalmente a poderosas fuerzas ultraterrestres Prueba de ello es lo que llamo el síndrome Dudamel –para no decir el síndrome Chávez, cuando frente a un éxito dado entonces lo magnificamos artificialmente hasta “endiosar” al sujeto en cuestión, como ocurre con Dudamel, un interesante joven director en las primeras etapas de una promisora carrera musical en donde no es el único sino que se enfrenta en el ámbito mundial a una competencia nutrida y talentosa, que no tiene que recurrir para destacarse a ser un músico oficial, ni emplear banderas ni bailar el mambo, sino que se halla dedicado a la música académica en términos propios. El fracaso es algo erradicado de la noción de una cultura creativa.
Justamente Richard Florida ha hecho obra gracias a proponer la noción de las clases creativas, que son las exitosas. El propio Quirós, por cierto, fracasa es como pronosticador, pues en una carta suya a Hugo Chávez Frías, entonces candidato a la presidencia (29 de marzo de 1998) le escribía que “como ya he dicho, no creo que vas a ganar. Pero obtendrás un número importante de votos. Espero que tengas la madurez necesaria para aceptar los resultados, de no serte favorables, a fin de evitar una nueva irresponsabilidad de tu parte que, como la anterior, ponga en peligro el sistema democrático”.
Quirós y su pensamiento
Pienso que el propio Quirós se sorprenderá que se hable de su pensamiento, porque él quizás vea su trabajo como una reacción, más que una iniciativa intelectual dentro de una concepción pre-armada, como ocurre con la obra académica en sí misma. En mi propio trabajo cuando entreno investigadores académicos planteo como cada uno de ellos, generalmente investigadores noveles, de 35 años o menos, debe elaborar una bitácora académica, que contempla a largo plazo su patrón de producción y un nivel de productividad decente, entendiendo por ello la publicación de una unidad académica al menos cada dos años. Quirós trabajó sin esa bitácora, pero la siguió con una fidelidad impresionante, con una consistencia técnica sorprendente y, en general, quizás, ausente de una programación pero produciendo unos resultados que demuestran la invisibilidad y simultánea presencia de una vocación intelectual, de un tipo que alguna vez fue obrero manual y terminó siendo, sin proponérselo, un obrero pero del intelecto.
Por ello, y en nombre de mi condición de viejo académico, Investigador Emérito del Programa de Promoción al Investigador (PI), hasta su cese en diciembre de 2010; como Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela y como Doctor Honoris Causa de la Universidad Cecilio Acosta, y en nombre de la rutina académica le designo académico de honor, de una comunidad que buena falta le hace el leer sus frescos, agudos e inolvidables ensayos periodísticosmini ensayos, que puestos en el formato del libro adquieren ya, entonces, la condición de literatura académica, con todo derecho. Sigan pues sus ya reconocidas Pildoras semanales publicadas en El Nacional, incrementando el pensamiento venezolano, que buena falta tal acto heroico en una sociedad cuya vocación autoritaria quiere hacer desaparecer del mapa intelectual venezolano al mundo de las ideas. Ideas a veces peligrosas, pero que otras veces son, como sugiere Quirós en su más reciente libro, Ideas peligrosas (2010), una excusa para la nostalgia.
La misma que genera el pensamiento del francés Edgar Morin, quien en la oportunidad de cumplir la venerable edad de 90 años recibe el homenaje de sus colegas y amigos, en un volumen, Nº 60, julio de 2011 de la revista Hermès, titulado aux risques d’une pensée libre.
Ese es el desafío que encuentro interesante en la obra de Alberto Quirós, pues es la suya un testimonio útil y necesario del pensamiento libre, irreverente, sin ataduras, sin pensar al escribir en el gendarme innecesario. Esa es, a su vez, la racionalidad de este trabajo sobre su pensamiento, porque miembro como soy de la Academia me consta cuantos esfuerzos hacen algunos de mis colegas para combinar su creatividad con la norma que impide la indispensable insolencia del pensamiento y pretende convertirlo en la estupidez del pensamiento políticamente correcto, aquellos famosos stupendously stupid de Hanna Arendt que conducen, inevitablemente, a la presencia de los comisarios que nacen, al parecer, con la habilidad innata de distinguir, entre varias, una idea que es peligrosa. Cuando hay que hacer esa distinción entonces una sociedad ha llegado a la etapa indeseable, que el filósofo norteamericano Allan Bloom definió en su libro The Closing of the American Mind (1987).
El pensamiento libre, en este caso el de Alberto Quirós, es el antídoto para que en nuestra sociedad nunca tengamos que decir que hemos llegado a la etapa del closing of the Venezuelan mind.
Por: ORLANDO ALBORNOZ
Política | Opinión
EL NACIONAL