La Dirección de Inquilinato ha
suspendido dos veces inspección
■ “Nos quedaremos el tiempo que sea necesario”.
■ Los Kleinbergs duermen hace un mes en un carro, sin acceso a la casa que dieron en alquiler.
■ En el capó de la camioneta prestada que se ha convertido en la casa de Janis y Octavia Kleinbergs reposan unas mantas, también prestadas.
Están allí para que se sequen al sol porque cuando llueve el agua se cuela al interior del vehículo y el frío del metal los cala hasta los huesos. Sin embargo, el matrimonio permanece firme en su decisión: se niega a abandonar la camioneta hasta que puedan mudarse a la vivienda que dieron en arrendamiento a un tercero hace 19 años.
Para Octavia Kleinbergs, lo más difícil del mes recién cumplido- que llevan viviendo en el vehículo es ir al baño.
Ella debe esperar por la conserje del edificio adyacente a su casa para que le preste un baño exterior, mientras que en las noches, para ducharse, una amiga que vive cerca pasa a buscarla, primero a ella y luego a Janis, porque no se atreven a dejar solo el automóvil, cuya parte posterior la ocupan completamente dos colchonetas transmutadas en cama matrimonial.
Las pocas pertenencias que tienen consigo permanecen guardadas en una maleta, el resto de sus cosas están distribuidas entre casas de familiares y amigos. “Ellos no quieren que estemos aquí, pero este es nuestro derecho y vamos a defenderlo. No le estamos quitando nada a nadie, sólo queremos recuperar lo nuestro”, declaró Octavia.
Eso pasa por acudir ante la Dirección de Inquilinato. Aún falta que funcionarios de esa instancia inspeccionen la vivienda el 22 de septiembre proceso que se ha pospuesto en dos oportunidades y acudir a una tercera y última audiencia de conciliación el 28 de septiembre. “Cuando nos enteramos de las fechas se nos cayó el alma, creímos que esta semana iba a estar todo resuelto, pero debemos agotar los recursos”, afirmaron.
Los Kleinbergs tienen seis meses en Caracas y todavía no han podido entrar al interior de su casa. En el día, Janis se dedica a cuidar el jardín y Octavia a mantener el orden de las pocas cosas que tienen consigo. Mientras tanto, la inquilina, Marcela Navea, ha optado por ignorarlos. “Pasa por nuestro lado con la cabeza gacha y en varias oportunidades ha dicho que no está dispuesta a conciliar”, relataron.
Solidaridad entre vecinos. Un bombillo y un ventilador para las noches de calor son los únicos instrumentos eléctricos con los que cuentan. Los encienden gracias a una extensión conectada en la casa de una vecina, que también les sirve para cargar los celulares.
“Lo que más duele es que una persona a la que hemos apoyado tenga la desfachatez de comportarse así, y gente que no nos conoce nos ofrece lo que tiene”, afirma Janis Kleinbergs. Su esposa lo ejemplifica: “Si tenemos que salir a comprar algo, siempre conseguimos la cola de algún amigo que nos ayuda a subir o a bajar a la panadería”. Lo mismo sucede con las comidas. Siempre hay alguien dispuesto a apoyarlos con alguna sopa, fruta o dulce o a prestarles una nevera o un microondas.
Para Janis este mes se ha ido “rapidísimo”, pero Octavia suspira y lo piensa: “Esto cansa, pero me tomo un respiro y lo acepto como un momento difícil, con la fe de que así como los deberes se cumplen, los derechos se deben defender. No vamos a ceder, nos quedaremos el tiempo que sea necesario”.
Por: EMILY AVENDAÑO
eavendano@el-nacional.com
VIVIENDA | POLITÍCA
EL NACIONAL