“Fracaso tras fracaso…”
El ministro de Interiores y Justicia, Tareck el Aissami, no deja de sorprendernos por el cinismo y desparpajo con que evade sus responsabilidades, endosando su incompetencia a los demás. El turno le tocó ahora a las policías de los estados Miranda, Carabobo y Zulia, a las que culpó de la inseguridad en esas regiones y les pidió que entregaran esta función a la Policía Nacional.
El ministro piensa que los ciudadanos son idiotas y no se dan cuenta de los desastres de su gestión y de su total incompetencia para solucionar el principal problema que viven los venezolanos: la inseguridad. En toda la historia de Venezuela, nunca los niveles de inseguridad llegaron a los niveles en que El Aissami los ha llevado: basta con ver las páginas de sucesos de los diarios para darnos cuenta de que vivimos en una nación en guerra, donde el hampa lleva las de ganar ante una población indefensa.
El Aissami finge creer que los venezolanos no saben de su gran fracaso en la humanización carcelaria. Pero el comandante de la revolución lo humilló quitándole la competencia en esa materia y creó un Ministerio aparte para que intentara solucionar el caos que él, como ministro, había creado en las cárceles del país.
Los acontecimientos en Rodeo en junio pusieron al descubierto los desastres de El Aissami en el sistema penitenciario, y el país descubrió lo que ya las ONG tenían tiempo anunciando: que el Plan de Humanización Carcelaria era un completo fracaso, que la corrupción en las cárceles era de dimensiones incalculables, que los reclusos poseían un armamento numeroso y que este arsenal les llegaba con la complicidad de la Guardia Nacional y los funcionarios penitenciarios. Y algo más grave aún: que dentro de las cárceles quienes mandaban eran los presos por medio de sus pranes.
Basta con decir que el drama de Rodeo divide la historia penitenciaria de Venezuela en un antes y un después. Y lo peor: terminó con la “fuga” del líder de la revuelta, el pran “Oriente” y de numerosos reclusos que hasta la fecha no se sabe cuántos ni quiénes son, y mucho menos su paradero. Tampoco sabemos qué pasó con las armas que había en el recinto carcelario. Un ministro serio después de poner esta gran torta hubiera renunciado.
Ahora, el fracasado El Aissami exige (¿?) que le entreguen las policías de los estados en manos de la oposición para reemplazarlas con la chimba Policía Nacional, la cual en el tiempo que tiene funcionando sólo la hemos visto actuar en los lugares bolivarianos de la ciudad capital, para proteger a su gente roja rojita. Y ni siquiera eso han hecho: en este agosto ocurrió el mayor número de homicidios en el oeste de la ciudad.
Darle más competencia al ministro en los estados sería apoyar un fracaso como el que tuvo en materia penitenciaria. Fíjense que la llegada de Iris Valera al ministerio fue considerado como un alivio por los presos y sus familiares. Tocamos fondo.
Por: Redacción
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EL NACIONAL