“Cuidado con confusiones…”
El título se refiere a la obra de Moliere. Sin embargo, es muy fuerte la tentación de utilizar cierto paralelismo entre Argan, el personaje del autor, que finge su muerte para enterarse de quienes la celebran y quienes la lloran y nuestro Presidente que utiliza su enfermedad políticamente para enterarse de quienes lo apoyan y quienes se le oponen. Por supuesto, que tanto unos como otros quisieran saber la verdadera gravedad del mal que lo afecta y no estar sujetos a especulaciones.
Todo lo cual plantea el dilema sobre si la salud de un presidente es un secreto de Estado, si es algo confidencial de su exclusivo dominio o si los ciudadanos tenemos, por sobre el derecho a la confidencialidad de un individuo (presidente), el derecho a conocer las condiciones físicas de quien no sólo nos gobierna sino que aspira a continuar en el poder por el futuro previsible. Según el doctor Augusto León C., que en vida fue el autor más importante en materia de ética médica en Venezuela, ningún médico tiene el derecho de divulgar la historia de un paciente, así este sea un alto funcionario público, sin el consentimiento del enfermo. Otra cosa es si después de muerto el conocimiento público de su enfermedad va en beneficio de los intereses del Estado. El caso de la muerte del Libertador ilustra el punto.
Hay otras posiciones. Por ejemplo, el médico y político británico David Owen alega que “la indecisión o las decisiones equivocadas como consecuencia de la enfermedad en jefes de Estado o de Gobierno, han estado entre los factores que han dado lugar a un mal gobierno”.
Por eso sugiere la conveniencia de promulgar “leyes sobre la obligatoria valoración médica independiente de sus dirigentes que habrá de realizarse en privado”.
Con ley o sin ley sabemos que las corporaciones antes de emplear a un gerente lo someten a un examen médico. Los clubes también exigen que los deportistas a contratar se sometan a exámenes médicos. La pregunta obligada es: Si gerentes y deportistas deben demostrar su buen estado de salud como requisito previo a su contratación, ¿no debería un candidato o un presidente en ejercicio someterse a lo mismo? ¿Cómo saber si un presidente o candidato tiene las condiciones físicas y mentales para desempeñar sus funciones si no hay un informe médico que así lo certifique? En el caso particular del presidente Chávez, él mismo, por su propia voluntad, declinó su derecho a la confidencialidad cuando informó públicamente que sufría de cáncer. El problema es que él no es médico y la información suministrada no tiene el aval científico necesario para que los ciudadanos tengan un juicio informado sobre su capacidad para gobernar al país o para aspirar a un nuevo periodo presidencial.
Independientemente de la posición ética que se asuma sobre su derecho a la confidencialidad o al derecho de los ciudadanos a conocer el estado de salud de sus gobernantes, en el caso particular de Chávez ya los ciudadanos sabemos que está enfermo, ahora tenemos el derecho de saber cuán grave es su dolencia y eso sólo nos los puede proveer un parte médico. Además, como ciudadanos tenemos el derecho de pedirle al Presidente que no utilice la vaguedad de la información sobre su enfermedad para provocar apoyos emocionales y esperanzas desinformadas.
Si el Presidente aspira a la reelección tiene que demostrarle a los electores, mediante parte médico, que estará en plenas condiciones físicas y mentales para volver a gobernar. De no cumplir con este requisito ningún ciudadano responsable deberá votar por él.
Por: ALBERTO QUIRÓS CORRADI
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