“Quedarme aquí es no avanzar”
Al que madruga Dios lo ayuda. Este adagio parece funcionarle bastante bien a la gente que debe hacer trámites legales para emigrar. En los organismos públicos, a las 6:00 de la mañana hay largas colas de gente esperando que su paciencia sea correspondida con un turno que les proporcione la alegría de la diligencia cumplida.
“Ellos (las autoridades) dicen que esto es para evitar los gestores, pero hay gente que igual te vende los puestos hasta en 600 bolívares”, denunció una señora en la fila.
Pedro Gutiérrez es uno de los que no está dispuesto a volver otro día ni a pagar por un número. Llegó con su esposa Deisi a las 11:00 de la noche del lunes al Registro Principal del Distrito Capital, en la avenida Urdaneta, para
“Por lo que uno paga de impuestos para este trámite, el proceso debería ser más eficiente. Es un calvario”, dijo Simón Meza, a quien la logística del sitio le hizo perder horas laborales.
La escena es similar en la Oficina de Legalizaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, en el Edificio Mercantil en la avenida Universidad, en el que en un espacio diminuto, título en mano, más de un centenar de personas se mueven en forma de caracol siguiendo las órdenes de un funcionario, en medio de un calor sofocante.
Entre la multitud están Andreína Rodríguez y su hermano. Ambos están buscando la famosa Apostilla de La Haya para sus credenciales educativas. “Soy administradora y estoy preparando mis papeles porque me voy a Australia”, comentó la joven de 31 años de edad. “Estoy en mi edad más productiva y quedarme aquí es no avanzar”, acotó.
De acuerdo con Esther Bermúdez, directora de la página mequieroir.com, esa es la razón principal por la que muchos jóvenes venezolanos deciden irse. “La mayoría de los profesionales jóvenes no ven claridad en el futuro del país y por eso prefieren establecerse en otro sitio. El motivo que encabeza la lista es la inseguridad personal, el miedo a ser víctima de la violencia y el hampa común”, argumentó Bermúdez.
Destinos para escoger. Genaro Velásquez tiene 24 años de edad y es veterinario. En 2009 decidió casarse con su novia Rosselyn Escalante, también veterinaria, e irse al extranjero en busca de un futuro mejor.
“Nos fuimos de Venezuela porque no vimos oportunidades de crecimiento y progreso. Hace siete meses llegamos a Australia con visas de estudiantes y conseguí empleo.
Vamos a solicitar la residencia porque no queremos regresar”, aseguró Velásquez vía correo electrónico.
Sobre la legalización de documentos, dijo que se habían negado a hacerla aquí. “Resolvimos todo en Australia cuando llegamos. Nos habremos tardado, a lo sumo, 20 minutos”, añadió.
Abraham Mijares, también residente en ese país, dijo que sus razones fueron políticas. “El gobierno de Chávez nos persiguió a mí y a mi familia. En 2009 nos convertimos en los primeros venezolanos en recibir asilo político en Australia”.
Para otros, en cambio, no es necesario irse tan lejos. Jeannette Balza, comunicadora social caraqueña, expresó que Colombia es el lugar perfecto para aquellos que buscan progresar y vivir con calma.
“Mi esposo y yo vinimos a Bogotá hace un año y tenemos casa propia. En Venezuela no habríamos podido soñar con eso”.
De acuerdo con Bermúdez, Venezuela tiene una de las tasas más bajas de emigrantes ilegales. “Es raro ver un venezolano que quiera irse de polizón. Por lo general buscan la manera de irse con todas las de la ley”. Para ello, convertirse en estudiante de idiomas o posgrado es altamente recomendado. Una vez culminado el programa, la mayoría se inserta en el mercado laboral del país de destino.
El número de usuarios que consulta el portal mequieroir.
com en busca de información para irse de Venezuela es cada vez mayor y alarmante. “En 2009 recibíamos 60.000 visitas diarias. Desde enero de este año, esa cifra subió a 80.000 por día. En un mes podemos pasar el millón”, informó Bermúdez.
Lo único cierto es que la fuga de cerebros pica y se extiende.
Y aunque las posibilidades de triunfo para los que deciden irse son amplias, el costo emocional que deben pagar por ello es muy alto: “Extrañamos estar en casa, con nuestra familia y la gente que queremos, pero la experiencia vale la pena”, afirmó Velásquez.
ANDREA SMALL CARMONA
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