“Lo privado duele…”
Esa es una de las diferencias vitales con el socialismo y comunismo. Por ejemplo, duele la finca que en 1898 comenzó a fundar mi bisabuelo en una parcela de la inhóspita de Guayana. La que heredó mi abuelo. Duele por el empeño de mi padre en mejorarla. Son cuatro dolores ancestrales los que se heredan.
Por eso es que la propiedad privada duele, mientras que la comunista, no; porque esta es una sociedad que es disipada y se esfuma. Duele más cuando un advenedizo, que nunca ha trabajado, venga a consumirla por su afán.
Aquellos que jamás han tenido un ancestro civilizador, que a sudor de escardillas ignoran lo que es crear riquezas de un erial, les cuesta entender que un Franklin Brito se inmole por lo que él creó de la nada.
A ellos, que jamás han creado nada, les resulta fácil expropiar lo ajeno con la alegría expuesta en sus rostros. Porque la patria es privado de todos y no privada de la alegría del trabajo fecundo, resulta fácil negar el esfuerzo. A esos comunistas que nos gobiernan tendríamos que entregarles terrenos anegadizos, pedregosos, llenos de sapos y culebras, para ver si ellos con su esfuerzo socialista serán capaces de dejarles algo en heredad a sus hijos.
Esta patria es liberal y privada, alimentada desde su fundación con el afecto de los encomenderos, de los reyes que empeñaron sus joyas, de los indígenas y los negros cuyos descendientes son amos y señores de las tierras conquistadoras.
Cómo se atreven a negar la legitimidad de los derechos ancestrales. Qué argucias pueden inventar ante ese estruendoso fracaso que representa la indolencia actual.
Duele la patria heredada por todos; por el sudor y la sangre derramada, por el horror que derramamos ahora. Nos duele, señor Chávez, lo que a usted no le duele: Venezuela.
Por: TOMÁS DÍAZ YÁNEZ
C.I. 586.867
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