Girón, Fernández Morán, y de la Plaza
I
Los estudiosos de mayor conocimiento del marxismo en América Latina sostienen que de no haber estado Venezuela tan aislada del mundo en tiempos de Juan Vicente Gómez, Salvador de la Plaza habría sido considerado entre los intérpretes más sólidos de la doctrina. Al aislamiento del país se añadían los contratiempos y vicisitudes del destierro.
El periodista Alfonso Molina dedicó varios años a investigar la trayectoria del doctor De la Plaza, desde sus tiempos de militante adolescente en la Venezuela de principios del siglo XX, bajo el régimen de Juan Vicente Gómez. En esta biografía se describen conspiraciones como la de 1919 en que participó, y su primera prisión en La Rotunda. En 1921 viaja al exilio en París y completa sus estudios en La Sorbona, en compañía de Gustavo Machado.
El capítulo “Los sueños de la revolución” describe la escena intelectual del París en que se mueven los jóvenes venezolanos. Una etapa incomparable, en la cual los grandes escritores de la “generación perdida” y grandes artistas como Picasso le dan una dimensión poco común a la aventura humana.
En 1924 Salvador viajó a Cuba y pronto entabló amistad con Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, fundadores del Partido Comunista de la isla. En 1925 se constituyó la Liga Antiimperialista de las Américas, y el venezolano fue elegido su presidente. De Cuba pasó a México, porque la represión de Gerardo Machado, el “asno con garras”, ponía en peligro su vida. En México fue uno de los organizadores del Partido Revolucionario Venezolano en 1927.
Alfonso Molina indagó la peripecia humana del gran venezolano, y glosa su pensamiento y su extensa obra teórica. Un aporte, en fin, de significación para el estudio de las ideas políticas en Venezuela y América Latina.
II
En una nota titulada “Contrapunteo de la ciencia y la política”, escrita como prólogo a Ciencia y democracia, a propósito de Humberto Fernández Morán, de Jaime Requena, resalté la afirmación del académico según la cual al científico no se le reconocían sus grandes logros como inventor, y se le condenaba al olvido. Añadí que no era el olvido un sino exclusivo del zuliano.
En esta biografía Jaime Requena discurre sobre la vida y obra del científico, con una perspectiva histórica y una objetividad que no elude las sombras. Como sostiene, “la tarea implica repasar el curso histórico de los hechos que marcaron la conformación de la actividad científica y tecnológica en el país, explícitamente enmarcados en el ambiente donde se dieron lugar”.
Esta exploración presenta un panorama de la investigación científica en Venezuela. En los años cincuenta, Fernández Morán le presentó al gobierno de Marcos Pérez Jiménez un proyecto que el dictador no dudó en acoger. Le venía bien por muchos respectos. Así nació el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales.
Estas páginas dibujan al hombre de ciencia desde sus orígenes zulianos hasta sus estudios en prestigiosas universidades de Estados Unidos y Europa, sus inventos, las polémicas y controversias que signaron su vida. Hombre de talento y, sin duda, de grandes contradicciones, Fernández Morán reclama tolerancia en el reencuentro.
III
A los 17 años de edad, y con 60 dólares en el bolsillo, César Girón se fue a España, en 1951. Inició sus aventuras de novillero en Miranda de Ebro, y fue recorriendo la geografía de ese país de novillada en novillada, metiéndole mentiras al hambre y prometiéndose mejores tiempos. Con las primeras pesetas que ganó compró un traje de luces, capotes y muletas. Lo demás lo harían, sin pérdida de tiempo, el arte y el arrojo del torero. Recibió la alternativa en Barcelona y, a partir de entonces, su nombre comenzó a brillar en los carteles como uno de los grandes de la tauromaquia.
En esta biografía, tan vivazmente escrita por Víctor José López, el Vito, se cuenta la vida de Girón desde sus inicios en Maracay, cuando apenas tenía 13 años de edad y tuvo la fortuna de ver torear a uno de los grandes del siglo, Manolete, y al mexicano Carlos Arruza, en 1946. “Después de aquella temporada en Maracay, en Venezuela sólo se hablaba de toros. César le repetía a todo el mundo, en todo momento, hasta el fastidio, que iba a ser torero”. Y lo fue, entre los grandes.
En 1955, César vivió en Madrid uno de sus momentos estelares. El biógrafo reproduce la crónica que entonces escribió Gregorio Corrochano. Se quejaba el sumo sacerdote de la crítica taurina de que los toros se iban desdibujando porque se abandonaba la capa, clave del garbo y del estilo. ¿Cómo toreó Girón con el capote a la espalda?, preguntó don Gregorio, y dijo: “Sin barullo, sin moverse, con temple, cargando suavemente la suerte, viéndosele marcar los tiempos, como yo no los he visto dar desde que los dio Gaona…”.
Una grata biografía, en fin, para aficionados y legos, indispensable para la historia del toreo y de los toros en Venezuela.
La Biblioteca Biográfica Venezolana ofrece estas vidas singulares como espejos donde puede mirarse el pasado del país.
Por: SIMÓN ALBERTO CONSALVI
sconsalvi @el-nacional.com
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