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Thursday, November 21, 2024
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NVA. ESPARTA: A refugiados del hotel Hamilton les ofrecieron casas ya vendidas

Denuncian que les dijeron que recibirían un bono mensual, pero sólo se los pagaron en diciembre de 2010

Afirman que de los 180 damnificados
sólo 7 han recibido ayuda del Gobierno

 

Seis meses han pasado desde que el Gobierno ubicó, como refugiadas, a 41 familias en el hotel Hamilton, en la vía a playa El Agua, municipio Antolín del Campo de Porlamar.

A pesar de que en reiteradas ocasiones se les ha dicho que les asignarán viviendas, los damnificados que permanecen en el lugar no creen que su problema tenga solución inmediata.

Mary Ruiz señalo que nunca les llevaron agua potable al establecimiento donde viven en Margarita.

“Queremos que el comandante Chávez nos escuche, que nos brinde una solución concreta. El general Carmelo Hernández, comisionado presidencial para atender nuestros casos, nos informó que hay varios proyectos de viviendas, pero entendemos que son a largo plazo. Mientras, ¿qué vamos a hacer si nos sacan de aquí?”, se preguntó Sergio Vallejo, en referencia a la demanda que los propietarios del hotel presentaron contra los refugiados para que abandonen cuanto antes las instalaciones para poder restaurarlas. El grupo señaló que debían salir del hotel el 30 de mayo, pero los damnificados permanecen en el lugar sin saber qué pasará.

Vallejo, que el 28 de diciembre llegó al refugio en compañía de su esposa y cinco hijos, se siente defraudado, al igual que sus compañeros. Recientemente los llevaron a la urbanización Casa de Campo, en el sector Valle Verde, y les asignaron casas, pero casi de inmediato se enteraron de que esas viviendas son privadas y habían sido vendidas.

Engañados con los bonos:

Mary Ruiz, que lleva en el hotel el mismo tiempo que Vallejo, señaló que, aunque les responden en cuanto a la alimentación, deben tomar agua de un tanque, porque jamás les llevaron agua potable.

También denunció que en diciembre les entregaron una tarjeta de débito del Banco de Venezuela, a través de la cual cobrarían un bono mensual de 1.200 bolívares, que solamente les dieron en diciembre: “Desde entonces no nos han dado más nada y la coordinadora del hotel nos dijo que rompiéramos esa tarjeta, porque no nos van a depositar más”.

Carolina Díaz, otra de las damnificadas, se quejó de que la habitación donde los ubicaron se encuentra en muy malas condiciones y las filtraciones no dejan dormir tranquila a su familia. Agregó que cuando llega ayuda económica sólo la reparten entre las madres con más de dos hijos menores de edad, a las personas de la tercera edad y a quienes tienen alguna discapacidad.

De los 180 refugiados que viven en el Hamilton, sólo 7 han recibido aportes del Gobierno central, aseguró.

Irais Pineda, también damnificada, indicó que a ella y a su marido les prestan muy poca ayuda y que los mandan a trabajar por ser personas jóvenes.

“¿Cómo vamos a salir a trabajar? ¿Quién me va a cuidar a los niños? Qué más quisiera yo que salir de aquí directo a una casa propia, pero van seis meses y no veo una solución”, dijo. Coincide con el resto de sus compañeros en que solamente se irán del hotel a una casa propia.

Carabobo

99 familias siguen en terrenos de Invepal. Juana Rivero habitaba en el sector La Victoria de Morón. En la vaguada de diciembre del año pasado, la quebrada creció y tumbó una pared de su vivienda. Todo se inundó y quedó damnificada junto con su esposo y sus dos hijos menores, de 16 y 11 años de edad.

El 22 de diciembre fueron trasladados al albergue que levantó Pdvsa en terrenos de la empresa Invepal, que está constituido por módulos de Petrocasa. Hace un mes numerosas familias fueron trasladadas a viviendas en Guacara, lo que la tomó por sorpresa.

“Esos traslados fueron de repente. Mi esposo trabajaba como conductor de avance en la ruta de transporte San Pablo-Morón y pensamos que no era conveniente irnos a Guacara, porque queda retirado”, relata.

Pero ahora que su esposo se quedó sin trabajo están dispuestos a mudarse a donde sea que les ofrezcan empleo.

Ambos están cesantes. “Aquí en Invepal también viven mi hijo y mi hija mayores, que tienen sus familias, y también quedaron damnificados. Yo me he adaptado a esta nueva situación porque confío en Cristo Jesús”, expresa.

En el lugar conviven 99 familias en 56 módulos. Reciben 3 comidas diarias. Los niños acuden mayoritariamente a la Unidad Educativa Mahatma Ghandi, en Invepal.

A diario, militares especializados en el área de salud verifican el estado de los refugiados, 80% de los cuales viene del albergue del Inces, que está ubicado en el edificio de Diques y Astilleros de Puerto Cabello.

El restante 20% es de los primeros grupos que perdieron todas sus pertenencias en Juan José Mora, municipio que junto con Puerto Cabello fue uno de los más afectados en Carabobo por la vaguada de finales de noviembre y comienzos de diciembre de 2010.

Tres albergues. Loreinis Gómez, una madre soltera con una niña de 2 años de edad, quedó daminificada cuando, a finales de octubre, la quebrada Chacao de Patanemo, en Puerto Cabello, se desbordó por las fuertes lluvias. Ella y varios vecinos de la zona Atanasio Girardot fueron trasladados a la iglesia de Patanemo. Allí estuvo casi tres meses. Luego fue reubicada en el Inces, con los refugiados de la vaguada de diciembre.

Todas las personas deben colaborar con la limpieza y cocina en el refugio tachirense.

Táchira:

Con la tierra hasta las rodillas. Marina de las Mercedes Pernía residía en Brisas del Torbes, municipio Cárdenas. El 21 de mayo, cuando se vino abajo la montaña por las lluvias, abandonó el lugar donde vivió por seis años. Señaló que en diciembre no se compró “ni una pantaleta”, porque invirtió todo lo que tenía en la instalación de electricidad en su vivienda.

Asegura que Dios le dio una oportunidad para vivir.

“La casa empezó a moverse.

Estaba haciendo unas arepas y la harina se me fue a los pies. No supe qué hacer, si salir corriendo o quedarme ahí”, relató la mujer. Indicó que sintió mucho miedo cuando pensó en la posibilidad de que la vivienda, al igual que las de otros vecinos, se cayera y tapiara a su familia: “Quedamos enterrados hasta las rodillas. Le decíamos a la gente que se saliera por el peligro inminente. Fue duro”.

La mujer, que se encuentra refugiada en uno de los gimnasios construidos para los Juegos Andes 2007 en San Cristóbal, no ha regresado desde ese día a su casa.

“Dios nos dio una oportunidad de salir. ¿Para qué volver a donde estábamos en peligro?”. Agregó que cuando llueve piensa en las personas que se negaron a salir del sitio. Sus ojos se llenan de lágrimas: “Ojalá nunca me llegue la noticia de que mis amigos y vecinos perdieron la vida en un derrumbe”.

Hora de llegada. Jonathan López, coordinador del refugio que está ubicado en el gimnasio, también está damnificado. Señaló que en el lugar, donde conviven siete familias, se han establecido normas: después de las 10:00 pm no se puede entrar ni se permite el consumo de bebidas alcohólicas, y todos están obligados a mantener el sitio limpio y a colaborar con el aseo de los implementos de cocina.

Los maestros de las escuelas donde estudiaban los niños se trasladan hasta el gimnasio para darles clases.


Por: DEXCY GUÉDEZ
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