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Thursday, November 21, 2024
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El país protesta: en Venezuela las manifestaciones proliferan

Los médicos de la capital y del interior protestan por mejoras salariales.

Las protestas en promedio
son de unas 14 diarias

 

■ 2.067 protestas se han registrado en lo que va de año.

■ “La sociedad venezolana exige cada vez más sus derechos”

■ Una huelga de hambre estalló cada dos en lo que va de 2011

■ Entre enero y mayo se han contabilizado 736 mas que el año pasado.

■ Trabajadores, estudiantes, médicos, vecinos, todos expresan su reclamo con fórmulas diversas. Un día cualquiera puede servir para ilustrar cómo el descontento replica en las calles.

■ La falta de respuestas explica el avance vertiginoso de los reclamos. “La criminalización y la represión se han convertido en un boomerang”, señala el investigador Marco Antonio Ponce

■ En promedio se realizan 14 manifestaciones diarias, de acuerdo con el Observatorio Social del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. “Hay desesperación de la gente por ser escuchada”, dice Ponce. La proyección indica que al término de 2011 serán superadas las 3.114 registradas en 2010. “Nos sentimos burlados”, dijo uno de los manifestantes que esta semana hizo escuchar su voz en las calles de Caracas.

Carlos Marín amaneció de protesta. Es médico internista y se encontraba el miércoles en la entrada del hospital Vargas. Llevaba el estetoscopio alrededor del cuello y vestía un atuendo que lo delataba: un uniforme de camisa y pantalón azul y zapatos deportivos blancos. Puede que otros de sus colegas estén enfermos con el virus de la resignación, pero él no. Estaba listo para expresar su descontento y hacer público un testimonio que, por insistente, no debería provocar indiferencia: “Nos faltan insumos para atender a los pacientes. La situación es muy grave y nos angustia que ninguna autoridad quiera hablar con nosotros”.

El médico no se hallaba solo. Lo acompañaba un grupo de profesionales que participaba en un paro cuyo objetivo no era detener la operatividad del centro de salud, sino reunir en la puerta a los que no estaban de guardia. Ese había sido el mecanismo escogido para demostrar el malestar colectivo. Los manifestantes hablaban en un corrillo. Detallaban un memorial de insuficiencias que les dificulta, afirman, prestar un servicio digno.

La principal preocupación de Marín, que preside la sociedad de residentes del hospital, es la carencia de los medicamentos para los pacientes que dependen de la ventilación mecánica: “Se necesitan para mantenerlos dormidos.

Si están despiertos no toleran los tubos y sus vidas corren peligro”. Había dos de ellos en la institución y por eso pedía la presencia de fiscales del Ministerio Público y representantes de la Defensoría del Pueblo.

“Más allá de la legitimidad de nuestros reclamos salariales, eso es más importante”.

Transportistas bloquearon la Francisco de Miranda para reclamar el subsidio estudiantil.

El paro no fue la única protesta con la que Venezuela estrenó junio. En los primeros 5 meses de 2011 ocurrieron 2.067 en todo el país, un promedio de 14 diarias, de acuerdo con los datos del Observatorio Social del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Clacso. La proyección indica que al término del año serán superadas las 3.114 manifestaciones registradas en 2010 por Provea y Espacio Público, organizaciones de derechos humanos.

Nada más en Caracas las protestas cruzaron el valle de este a oeste y de norte a sur en las primeras horas del mes. Cada quien salió dispuesto a defender la justicia de sus reclamos y a pedir algo que todos sienten que les niegan: atención a sus demandas. Las mujeres con familiares presos en el retén de La Planta cerraron la autopista Francisco Fajardo en El Paraíso; los profesores de la Universidad Central de Venezuela suspendieron las actividades y participaron en clases magistrales en el medio de la vía pública en Plaza Venezuela; trabajadores de las empresas hidrológicas tomaron la sede de Hidrovenen Maripérez; damnificados que viven en el Centro de Atención Willian Lara de La Urbina bloquearon la avenida principal de la urbanización; una oleada de obreros de la construcción de Bolívar se desplazó a La Castellana para unirse a sus compañeros en huelga frente a la Embajada de Brasil; empleados de Pdvsa Gas continuaron su pernocta en la sede administrativa de la Asamblea Nacional, en Pajaritos, al igual que los jóvenes que no ceden en la vigilia en las afueras de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura en Chacao. Ellos tienen una consigna que bien podría servir para los demás: “Hambre de justicia”. El jueves, una movilización de transportistas de varios estados del país se trasladó a la sede de Fontur, en la avenida Francisco de Miranda, para exigir los pagos pendientes por el subsidio estudiantil.

La medida formó parte de una acción de alcance nacional.

Una fotografía del interior podría incluir el caso de los ex trabajadores de Cemex en San Francisco, Zulia, con más de 200 días de protesta; el de los obreros de Alcasa, en Bolívar, quienes han mantenido una paralización que suma mes y medio; y el de los estudiantes de Margarita, que marcharon contra la inseguridad después del homicidio de Luis Sanabria Martínez, alumno de la Universidad de Oriente de 26 años de edad. Quien tenga dudas sobre cómo proliferan las manifestaciones deberá hacer un ejercicio: tomar una motocicleta, desafiar el tránsito y constatar en la ciudad que se desee dónde están y qué piden los ciudadanos movilizados.

Junio llegó entre manifestaciones: trabajadores de la empresa Consilux viajaron desdé Bolívar a Caracas para sumarse a la huelga de sus compañeros.

En la calle:

Las esposas, madres e hijas de los reclusos de La Planta nada conocen sobre estadísticas de protestas. El miércoles decidieron improvisar una barricada, con rejas metálicas, en la autopista Francisco Fajardo. Ejecutaron la acción de manera sorpresiva y el caos no tardó en hacerse sentir entre los conductores. Un contingente de la Policía Nacional fue enviado para restablecer el tránsito. A las 8:30 am, las mujeres habían sido retiradas de la vía con empujones y disparos de perdigones al aire, pero todas rodeaban al jefe de la comisión de orden público. Se quejaban a gritos por la forma cómo fueron desalojamiércoles decidieron improvisar una barricada, con rejas metálicas, en la autopista Francisco Fajardo. Ejecutaron la acción de manera sorpresiva y el caos no tardó en hacerse sentir entre los conductores. Un contingente de la Policía Nacional fue enviado para restablecer el tránsito. A las 8:30 am, las mujeres habían sido retiradas de la vía con empujones y disparos de perdigones al aire, pero todas rodeaban al jefe de la comisión de orden público. Se quejaban a gritos por la forma cómo fueron desalojadas. “Mandaron a un montón de hombres contra nosotras.

Abusaron de la fuerza. ¿Acaso no hay policías femeninas? ¿Por qué no las mandaron para acá?”, señaló una de las manifestantes cuando se le preguntó qué había sucedido. “Ellos ahora tienen uniformes y se sienten poderosos, pero no saben cuándo los acusarán de un delito y terminarán presos como nuestros familiares”.

Las mujeres indicaron que la rabia colectiva explotó por lo que consideraban el incumplimiento de compromisos asumidos por el Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia. Representantes de la dependencia oficial instalaron una mesa de diálogo hace dos semanas con el propósito de finalizar el secuestro del personal de la institución por parte de los reclusos. Uno de los puntos de honor era el reemplazo de un capitán de la Guardia Nacional al que los presos acusaban de maltratos: la presión del miércoles ayudó a precipitar la medida. Sin embargo, El Paraíso vivió ese día horas en las que las voces femeninas evidenciaron indignación. “Mi esposo tiene dos años allí y no lo han juzgado. ¿Crees que eso es justo? Esa cárcel es horrible y dicen que hay otras peores. La primera vez que lo visité, estuve caminando dos horas sin rumbo de la impresión que me causó. El Estado no los trata como seres humanos y los que delinquieron no están allí para regenerarse porque no pueden”.

A la intemperie:

La entrada del Centro Gerencial Mohedano, en La Castellana, es el escenario en el que más de 150 trabajadores del estado Bolívar improvisaron un campamento. En el edificio está la sede de la Embajada de Brasil y los obreros se desplazaron hasta allí con un objetivo: reclamar a Consilux, una empresa de ese país, el pago de pasivos laborales pendientes.

Los manifestantes duermen en cartones y colchones desvencijados. Día a día la protesta crece y el miércoles pasado ya tenían dos carpas, aunque no habían conseguido baños portátiles. Para comprar alimentos han utilizado el aporte que recogen entre conductores y transeúntes. Eso, sin embargo, poco importaba a nueve huelguistas que habían decidido incorporarse a una acción radical: la huelga de hambre.

“No nos moveremos hasta obtener respuestas”, repetía Pablo Marrero, uno de los líderes de la acción. Tenía consigo una carpeta que contiene las copias de las comunicaciones que han entregado a los despachos oficiales para obtener atención sobre su caso en el último año y medio. La enumeración podría tomar varias líneas e incluye la Presidencia, la Vicepresidencia Ejecutiva, el Ministerio de la Vivienda, la Asamblea Nacional, la Defensoría del Pueblo y la Cancillería, entre otros. “No nos escucharon y decidimos venir”.

Trabajaron en un proyecto de 1.200 viviendas: el complejo Altos de Cayaurima, en Ciudad Bolívar. Los manifestantes aseguran que sólo fueron entregadas 346 y otras 686 quedaron inconclusas, aunque con 70% de avance. La paralización, de acuerdo con lo que se les ha informado, ocurrió porque Consilux dejó de recibir los recursos del Ejecutivo para completar la obra y pagar a los trabajadores. “La empresa dice que honrará las deudas cuando le cancelen a ella, pero mientras tanto nadie se hace responsable de nuestra situación”, dice Marrero, de la Unión Bolivariana de Trabajadores. “Así uno se pregunta si la Gran Misión Vivienda Venezuela podrá ser completada”, añade el dirigente.

Las mismas dudas sobre la vivienda surgieron el miércoles entre un grupo de damnificados al otro lado de la ciudad. Residen en el Centro de Atención Integral Willian Lara de La Urbina desde hace 8 meses. “Estamos cansados porque no nos dan casas y pasamos mucho trabajo”, expresa una mujer que viste una bata y salió con los demás a cerrar la avenida principal de la zona. No quiere dar su nombre apenas se entera de que habla con un reportero: teme represalias. Comisiones oficiales llegaron después de las 6:00 pm (la protesta duró más de una hora) y los manifestantes no alcanzaban un acuerdo sobre si mantener la acción o levantarla. Finalmente regresaron al refugio, pero amenazaron a viva voz con volver a las calles si no les dan soluciones: Hugo Chávez se comprometió a construir en las inmediaciones del refugio un proyecto de 650 apartamentos. Los reclamos de las personas que perdieron sus residencias por las lluvias, especialmente las del último trimestre de 2010, se han convertido en un elemento habitual del paisaje, no sólo en Caracas sino en el interior.

Muchos perciben que, a pesar de las promesas, al Estado se le dificulta ofrecer una respuesta rápida: la premisa central de la Gran Misión Vivienda Venezuela es construir 2 millones de casas en los próximos 6 años, una meta que contrasta con las aproximadamente 300.000 que se edificaron en la última década. Las protestas de Consilux y los refugiados de La Urbina son cara y cruz de un problema estructural.

Profesores de la UCV hicieron un paro y estudiantes marcharon contra la inseguridad en Margarita.

No se detienen:

Las demandas por los derechos económicos, sociales y culturales son las que motorizan, en conjunto, la mayoría de las protestas en Venezuela, de acuerdo con el monitoreo del Observatorio Social del Clacso. Los reclamos laborales destacan por encima de todos. Esta semana fue un ejemplo de esa tendencia. Sindicalistas identificados con la revolución bolivariana vinieron de todo el país para tomar la sede de Hidroven y exigir la discusión de una nueva convención colectiva, la cual está vencida desde hace cuatro años. “No quieren reconocernos los aumentos como al resto de los trabajadores públicos”, se quejó Antonio Hernández de Hidrocaribe.

Simultáneamente, obreros de Pdvsa Gas Santa Rosa, en Anaco, Anzoátegui, se mantenían en la sede administrativa del Parlamento a la expectativa de los avances de una comisión parlamentaria que buscaba soluciones a su caso. Ellos reclaman que fueron injustamente despedidos, que se ha incumplido una orden de reenganche del Ministerio del Trabajo y que no fueron absorbidos como personal de la industria petrolera, tal como se hizo con otros contratados. En la sede de la Asamblea, murió el 7 de mayo uno de los manifestantes, Jesús Malavé. Otro sufrió una tragedia familiar el domingo pasado: “La esposa y los hijos de Víctor Ortiz se mataron en un accidente de tránsito. Estaban haciendo diligencias justamente para mandarle plata porque estar aquí no es fácil. Ya tenemos 24 días”, dijo Henry Reyes, de 44 años de edad.

En otro escenario, en la plaza Salvador Allende, adyacente a la UCV, profesores de esa casa de estudios escucharon el miércoles la clase de una colega que admiran: la socióloga Ocarina Castillo, que tuvo la misión de desarrollar el tema “La universidad que queremos”. Los académicos se sentaron en medio de la calle a escuchar la disertación ante los ojos extrañados de los conductores que no tenían noticias sobre el paro universitario.

“No tenemos ánimo de confrontación, queremos hacer acciones creativas y con impacto para rechazar que la representación del Ministerio de Educación Superior se levantara de la mesa de diálogo después de decidir unilateralmente un aumento de sueldos”, señaló Tulio Olmos, vicepresidente de la asociación de profesores de la institución educativa. “Nos sentimos burlados”. Es una frase que está en los labios de la mayoría de los manifestantes.


Por: DAVID GONZÁLEZ
DGONZALEZ@EL-NACIONAL.COM
Política | Economia
EL NACIONAL

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