Discriminación bancaria
Mientras en la mayoría de los países los sistemas financieros y gobiernos luchan de manera concertada para aumentar los niveles de bancarización, en el nuestro tal concepto ha sido mero discurso ante las diferenciales características marcadas por una banca que ha enfocado su radio de acción en mercados distintos de los que derivan del propio negocio financiero, cuya columna vertebral debe ser la intermediación.
Ciertamente, nuestra banca se encuentra sometida a numerosas limitaciones que condicionan el negocio bancario, de tal manera que en gran porcentaje las carteras bancarias están sometidas a una especie de intermediación negativa, según la cual las instituciones deben cobrar por los créditos que otorgan tasas de interés inferiores a las que pagan por los ahorros del público. Dicho de otra manera, el negocio de recibir cantidades en depósito para prestarlas y obtener rendimientos, en Venezuela se ha visto más que limitado; en algunos casos lo que produce es pérdidas, razón suficiente para explicar por qué nuestro sistema financiero desde hace tiempo opera en mercados distintos, incluso aprovechando la especial situación que vivimos con el control de cambio, para mantener y, más que ello, mejorar sus rendimientos.
De esta forma, el sector bancario ha sabido crecer y adecuarse a las características particulares de nuestro país; sin embargo, lo triste es que poco importa tener más clientes y otorgar más créditos, las ganancias vienen de operaciones distintas, más rentables y posiblemente menos riesgosas. Ello explica por qué las personas de tercera edad no tienen tarjetas de crédito ni divisas como todos los demás o por qué el otorgamiento de crédito se limita a las gavetas establecidas, ni uno más. También explica el desgano de la banca para cumplir promesas de mejoramiento, como la tarjeta de débito para los pensionados, la tardanza en la implementación del chip o el desinterés en mejorar la seguridad del cheque.
De todo esto, la conclusión es que gana el banco que tiene más rendimientos, gana el Gobierno, que controla todo, pero pierde el ciudadano, cada vez más excluido y discriminado; eso sí, hasta que entienda que organizado tiene el poder de hacerse fuerte.
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Por: ROBERTO LEÓN PARILLI
PRESIDENTE DE ANAUCO
Política | Opinión
EL NACIONAL