“Se apagó la luz que alumbraba el túnel
del sufrimiento en latinoamerica..”
El autor de Sobre héroes y tumbas (1961) y Abadón, el exterminador (1974), ganador del Premio Cervantes en 1984 y uno de los más activos defensores de los derechos humanos en Argentina, había perdido la visión y como ya no podía escribir se dedicaba a la pintura. Al final, su salud se complicó por una bronquitis.
Separado de la escritura desde hace dos décadas por la paulatina pérdida de la visión que tampoco le permitía entregarse a su pasión por la lectura, Ernesto Sábato había tomado la pintura como vehículo para expresar sus frustraciones. Pero la vejez había comenzado a hacer mella en su ánimo y pasaba los días imbuido en un ánimo melancólico, viendo el tiempo pasar en su residencia de Santos Lugares, a las afueras de Buenos Aires. Allí lo fue a buscar la muerte ayer en la madrugada, 54 días antes de cumplir el centenario de su nacimiento, pues en los últimos días una fuerte bronquitis terminó de complicar su ya delicado estado de salud.
Como era su deseo, fue velado ayer en el club Defensores de Santos Lugares.
El autor de clásicos de la literatura latinoamericana como El túnel (1946), Sobre héroes y tumbas (1961) obra con la que le llegó su fama internacional y Abadón, el exterminador (1974) era la última leyenda de la literatura argentina del siglo XX, después de Julio Cortázar y Jorge Luis Borges. Hoy se le hará un homenaje en la Feria del Libro de Buenos Aires, que comenzó la semana pasada. Inicialmente, este evento iba a celebrar el centenario de la vida del autor, pero ahora tendrá un sabor de despedida.
Las tres únicas novelas que escribió en su vida no publicó más porque era muy exigente con su trabajo y acostumbraba quemar por la tarde todo lo que había escrito por la mañana fueron ampliamente acogidas en Europa, especialmente en Francia, donde recibió varios premios.
El túnel, por ejemplo, maravilló a uno de los padres del existencialismo francés, el novelista Albert Camus. Pero a pesar de los numerosos reconocimientos internacionales y de transformarse en uno de los íconos de la literatura de su país, el también autor del ensayo El escritor y sus fantasmas (1963) descreía de sus dotes de escritor. “Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año”, decía con frecuencia en sus intervenciones públicas.
Recibió muchos galardones internacionales, entre los que figuran el Menéndez Pelayo (1997) y el Gabriela Mistral (1983), otorgado por la OEA.
Pero uno de los más emotivos ocurrió en 2004, cuando fue ovacionado durante el III Congreso de la Lengua que se celebró en la ciudad argentina de Rosario. Obtuvo el Premio Cervantes en 1984, cuando Arturo Uslar Pietri fue otro de los candidatos que optó al galardón. Una nota publicada por El Nacional el 11 de diciembre de aquel año reproduce declaraciones que el intelectual venezolano ofreció a la agencia Efe, en las que dijo que estaba conforme con el premio concedido al autor argentino, a quien calificó de “escritor muy importante”, pero pensaba que podía haberlo ganado él. En esa época, escritos de Sábato aparecían con frecuencia en las páginas del suplemento cultural de El Nacional, Papel Literario.
Pero ese homenaje no fue lo más importante en la vida de Sábato aquel año. En esa época había una vocación más fuerte que lo llamaba: luchar por los derechos humanos en su país, pues entonces presidía la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, grupo que redactó el informe Nunca Más, un documento clave que relató los horrores de la última dictadura militar argentina (1976-1983).
Mario Muchnik, uno de los pocos amigos y colegas del escritor casi centenario que queda vivo, dijo desde su residencia en España que Sábato intentó ser un escritor total: “Animó la vida literaria y tuvo una apertura muy libre a los dos pensamientos de la época, el liberalismo y el marxismo”. Recordó que lo conoció a los 14 años de edad y admitió que con el tiempo le llamó la atención que “la mayoría lo elogiaba en abstracto, sin saber por qué”.
Su hijo, el director de cine Mario Sábato, anunció que proyecta abrir un museo en la casa de Santos Lugares para cumplir un sueño de su papá. “La residencia va a ser restaurada íntegramente para que puedan exhibirse los objetos de mi padre”, aseguró el realizador, que el año pasado estrenó una película sobre la vida de quien en 2007 fuera propuesto como candidato al Nobel de Literatura, pero que murió sin recibirlo.
La última visita:
Ernesto Sábato visitó Caracas por última vez hace casi una década, el mes de agosto de 2002, invitado para el encuentro Palabras para Venezuela, que patrocinó Banesco.
Entonces se reunió en el Teatro Teresa Carreño con el político polaco y defensor de los derechos humanos Lech Walesa. Ante una multitud que sobrepasaba la sala Ríos Reyna, el autor argentino vino entonces con un mensaje de esperanza y habló al pueblo venezolano en estos términos: “He venido hasta acá a mis 91 años, cuando todo paso es un precipicio, a compartir con este querido pueblo latinoamericano.
La angustia ante el desamparo, la violencia, la miseria de este hermoso continente que supo gozar de una fauna, de una flora, de una riqueza mineral que lo convirtió por siglos en objeto de codicia y explotación. Con una población a la que permanentemente rinde homenaje, con la permanente fidelidad a sus valores enraizados milenariamente en un sentimiento sagrado de la vida.
Capaces de abnegación, de resistencia ante el infortunio, el hambre y la enfermedad. A ellos, a toda la sufriente población de este continente, mi emocionada admiración”.
Por: MICHELLE ROCHE RODRÍGUEZ
mroche@el-nacional.com
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