“El regreso del hijo pródigo dio un
poco de moral a los cubanos..”
■ Miles de cubanos y extranjeros han acudido en masa al mausoleo del Che Guevara en el centro de Cuba.
Durante diez años, el gobierno cubano le ha dicho al mundo que el cuerpo enterrado allí pertenece al famoso guerrillero. Es una mentira diseñada para hacer que la población rinda pleitesía al revolucionario de origen argentino como si fuese un santo y a la Revolución Cubana como si se tratase de una religión. Un brillante trabajo de investigación realizado por el periodista francés Bertrand de la Grange y publicado recientemente en El País, en España, demuele la versión oficial.
En 1995, el general boliviano Mario Vargas, que había combatido a los guerrilleros del Che en los años 60, reveló que el cuerpo se encontraba enterrado a pocos metros de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Vallegrande, una ciudad cercana a La Higuera, el pueblo del este de Bolivia donde fue asesinado (Guevara fue ejecutado luego de que el presidente boliviano ordenara a los soldados que lo capturaron deshacerse de él). Cuba envió un equipo forense, diplomático y legal a Vallegrande.
El 28 de junio de 1997, el equipo anunció que había hallado los restos del revolucionario. El cuerpo fue repatriado a Cuba pocas semanas antes del 30 aniversario del deceso de Guevara.
Numerosos hechos desmienten la afirmación cubana. Los enviados de La Habana afirman que encontraron el cuerpo en la misma tumba en la que fueron enterrados otros seis guerrilleros muertos en La Higuera. Sin embargo, el general Vargas sostiene que el cuerpo de Guevara fue enterrado por separado.
El hecho ha sido confirmado por la viuda del teniente coronel Andrés Selich, el hombre que enterró todos los cuerpos en 1967. En el cadáver exhumado en 1997, fueron hallados una chaqueta y un cinturón. Pero el verdadero cadáver de Guevara fue enterrado sin ropa: Moisés Abraham, el médico que realizó la autopsia en 1967, se encargó de quitarle la chaqueta. Abraham vive actualmente en México donde lo han visitado emisarios cubanos ansiosos por comprársela. Erich Blossl, un ingeniero agrónomo alemán que trabó amistad con Abraham en la década del 60 y vio la ropa del Che Guevara en 1967, afirma que la chaqueta encontrada en el cuerpo exhumado en 1997 no es la misma. “Era una capota impermeable, como las usadas por los militares”, afirma, en referencia al cadáver repatriado a Cuba. Tuvo oportunidad de verla porque el equipo cubano le pidió que le echase un vistazo. No menos significativas son las groseras discrepancias entre la autopsia del cuerpo de Guevara llevada a cabo en 1967 y el informe forense del cadáver encontrado en 1997.
Tres médicos europeos, dos de España y uno de Francia, han comparado los documentos. Uno de ellos, José Antonio Sánchez, ha descubierto que las fracturas presentes en las costillas, la clavícula, las piernas y las vertebras de los dos cuerpos no coinciden, y que algunos dientes ausentes en un cuerpo no faltaban en el otro. El informe de 1997 no menciona ninguna marca relacionada con la amputación de las manos de Guevara, que fueron cercenadas en 1967 para verificar que las huellas dactilares coincidían con las que tenía la policía argentina. “El Che tenía que estar en La Habana antes del 26 de julio de 1997 para celebrar en grande el regreso del hijo pródigo y dar un poco de moral a los cubanos”, concluye De la Grange con relación a la fecha emblemática del calendario revolucionario. “Era la orden de Fidel Castro. Que no fuera el verdadero, sería, después de todo, un mal menor”.
No sorprende, desde luego, que el cuerpo del Che Guevara sea un mito. Todo lo relacionado con este santo moderno es un mito: su amor por la justicia, sus disposición romántica, su bondad. Lo cierto es que ejecutó a cientos de personas, arruinó la economía cubana, intentó convertir a Cuba en una potencia nuclear y ayudó a instaurar muchas dictaduras militares en América Latina por reacción contra las guerrillas que inspiró en los años 60 y 70. El falso cadáver del Che Guevara nos recuerda que el poder totalitario está edificado sobre la abolición de la verdad histórica y la manipulación psicológica de los ciudadanos para abolir en ellos el espíritu crítico. Hay algo de terrorífico y a la vez de fascinante en el hecho de que este acto de propaganda fuera urdido por un montón de científicos, diplomáticos y juristas perfectamente dispuestos a mofarse de sus profesiones para ofrecer la verdad que un hombre, Fidel Castro, les ordenó fabricar a sabiendas de se trataba de una colosal mentira.
* Alvaro Vargas Llosa es Director del Centro Para la Prosperidad Global en el Independent Institute y autor de “Rumbo a la Libertad”.
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