La escasez ha obligado a los residentes
a movilizarse para obtener el suministro
■ En el llenadero de Mamo, la gente debe anotarse en listas y esperar durante horas por un camión cisterna.
Los camiones cisterna entraban y salían ayer del llenadero de Mamo, en Vargas. Al mediodía, los choferes esperaban turno para colocar los vehículos bajo los hilitos de agua que manaban de las tuberías. Los vecinos también aguardaban.
Algunos miembros del Consejo Comunal de La Jungla I se encontraban en el sitio desde las 5:00 am. Estaban molestos porque a su sector sólo subió un camión. La comunidad, decían, tiene 365 familias y el suministro alcanzó solamente para 19. Fueron a reclamar porque necesitan más agua.
Pero les dijeron que no se podía, que debían esperar hasta hoy. Algunos camiones no suben hasta sectores altos. La escasez en la zona tiene 3 meses, pero con las fallas en la tubería Maya-Picure la emergencia se agravó.
Ahora todos buscan el líquido:
En el llenadero de Mamo el proceso es así: hay que llevar una carta sellada por el consejo comunal para solicitar la cisterna, anotarse en una lista y esperar. “Yo llegué a las 3:00 am, y ya había ocho personas antes que yo”, dijo una mujer.
Para Ingrid Lango, jefa civil de Catia la Mar, la espera tiene una explicación. El servicio de cisternas es gratuito para las comunidades más necesitadas.
Asegura que el Instituto de Infraestructura de Vargas ofreció cinco camiones para hacer esos viajes. Esa cantidad, por supuesto, no alcanza. Entonces, hay particulares que brindan servicios de colaboración.
“A veces se nos esconden. La prioridad está en esos sectores, los hospitales y otros servicios”.
Agrega que residentes de las comunidades acompañan a los camiones para garantizar que el agua llegue a su destino.
Quienes manejan las cisternas particulares aseguran que los viajes gratuitos no son tan voluntarios. En realidad, los obligan a colaborar. Si no lo hacen, no los dejan trabajar.
Uno de ellos hace cinco viajes de colaboración y cinco a privados. Pese a las quejas, no quisieron identificarse.
Los precios para los que contratan el servicio aumentaron de 400 a 600 bolívares. Si traen el agua directamente de Picure, pueden cobrar 800. Ellos se excusan en las colaboraciones, pues no les reportan ganancias. Dicen que las autoridades deben pagar por esos viajes, pero no lo hacen. Entonces, afirman, por alguna parte deben recuperar el dinero perdido. “¡Ay! Ojalá que arreglen este problema. A mí esto me tiene loco”, dice un conductor.
Justo al lado del llenadero está otra área de suministro, también de Hidrocapital. José Gómez, operador de bomba, asegura que allí surten gratuitamente a los que llevan sus propios envases. La gente va en sus vehículos particulares y carga agua.
Gregorio Contreras no lucha diariamente para que una cisterna se traslade hasta el sector Ezequiel Zamora, en el que vive. Llega hasta la zona de suministros con su camión, en el que normalmente transporta escombros, y llena 12 pipotes.
Después, los reparte en su comunidad. El proceso lo repite entre 3 y 4 veces al día. “Yo no le puedo cobrar a mis vecinos.
Algunos me dan 20 bolívares para la gasolina. Con mi trabajo normal puedo ganar hasta 1.000 bolívares semanales, pero desde que empezó este problema no he recibido dinero. Los camiones cisterna no llenan tanques, sino envases.
Mis chamos tienen diarrea. La gente allá arriba está brava por la falta de agua”.
Desde la piscina. José Mendoza, conserje del edificio Vista Mar, en Playa Grande, encontró una solución inmediata a la escasez: sacar agua de la piscina. Lo ha hecho en varias ocasiones para que los residentes puedan mantener los baños limpios.
“Mira cómo está. Ha bajado el nivel por lo que hemos sacado”, afirma, y señala una línea oscura en el borde de la alberca. En el edificio Capri también usan el agua de la piscina.
Gonzalo Pérez Gómez, vecino de Vista Mar, dice que han utilizado el suministro de 12 camiones cisterna desde que empezó la emergencia. Aunque es un edificio para vacaciones, residen cerca de 19 familias, según sus cálculos.
Esta no es la primera vez que afrontan la falta de agua: en noviembre de 2010 tuvieron una situación parecida, que se solucionó a principios de enero de este año. “En esa ocasión usamos 25 cisternas y no pasamos trabajo. Ahora, los camiones tienen órdenes de ir a los barrios, y ya van 4 días que no pasan por aquí. En estos días vino una gandolita, a las 2:00 am. Hay unas compañías que traen el agua de Caracas y cobran hasta 1.100 bolívares por cada viaje. Todos queremos agua”, dice Pérez.
Aeropuerto:
Tobos y pipotes en los baños
Dilia Sayago limpiaba uno de los baños del terminal nacional del aeropuerto de Maiquetía. Tomaba el líquido de un pipote y lo vaciaba en las pocetas: “Mira, si yo dejo que la gente eche el agua, este piso se vuelve un Carnaval. Por eso lo hago yo”. Para lavarse las manos, ofrecía un poco de un tobo.
Sayago vive en Carayaca, uno de los sectores afectados por la falta del suministro. Ha recolectado agua de lluvia para surtirse. La escasez está con ella todo el día, en su casa y en su trabajo.
Uno de los supervisores de Splendor, la empresa que hace el mantenimiento en el aeropuerto, tampoco puede olvidar la sequía. Su casa está ubicada en uno de los sectores que afronta la escasez, y desde la emergencia controla el trabajo de los trabajadores que llevan los pipotes con agua. Los sacan vacíos de los baños y los llenan en la bomba que está afuera. Para trasladarlos, usan los carritos en los que se colocan las maletas. Salen y entran del terminal, desde las 6:00 am hasta las 2:00 pm. Otro grupo hace lo mismo desde las 2:00 pm hasta las 10:00 pm. Generalmente, ellos se encargan de la limpieza de los baños.
Por: ARIANA GUEVARA GÓMEZ
arguevara@el-nacional.com
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