¿Por quién doblas las campanas?
Se suponía que el VI Congreso fortaleciera la figura de Raúl Castro, pero sucede lo contrario. La ceremonia lo ha debilitado. Seleccionar siempre genera enemigos. Todos los deliberadamente excluidos se convierten automáticamente en críticos y adversarios del líder entronizado. Hasta ahora la provisionalidad le generaba a Raúl una calma tensa y silenciosa, como de película de suspense. Ya vimos el final, así que llegó el momento de los juicios amargos.
Lo que ahora se dice en los pasillos del poder es que se trata de un tipo mediocre, rodeado de militares mediocres, que no sabe a dónde va. Lo que sigue forma parte de los comentarios que circulan sotto voce entre los cubanos.
Fidel, oficialmente, se ha retirado del poder para siempre. Se presumía, pero ahora ha quedado totalmente despejada cualquier duda. Eso siempre tiene peso en una dictadura caudillista. Son muchas las personas que eran leales a Fidel, no a la Revolución ni a su hermano. La despedida de Fidel tiene un costo político.
Raúl, en los cinco años que lleva de sustituto, desde el verano de 2006, no ha sido capaz de crear un mecanismo para transmitir la autoridad a las nuevas generaciones. La edad promedio de los miembros del Buró Político surgido del último Congreso del Partido Comunista Cubano es de 69 años. El propio general-presidente está a punto de cumplir 80, pero, en caso de muerte, su sustituto, el señor Machado Ventura, tiene 82. El gran peligro que acecha a la cúpula dirigente no es el imperialismo yanqui sino el volumen de la próstata.
Intentarán aliviar los desastres del colectivismo, sin renunciar a ese disparate, con unas cuantas medidas tomadas del capitalismo. Sin embargo, proponen algo insólito: una dictadura comunista sin subsidios, mitigada por un capitalismo sin mercado. Esa es la cuadratura del círculo. No tiene destino.
El estamento predominante en el nuevo Comité Central son los generales afines a Raúl. Aunque el régimen se disfrace de gobierno comunista, se trata de una dictadura militar con elementos dinásticos subrayados por cierto nepotismo: en el nuevo Comité Central comparecen dos yernos de Raúl. No está, sin embargo, su hijo Alejandro Castro Espín, coronel del Ministerio del Interior y persona extraordinariamente poderosa que mantiene en jaque a la cúpula dirigente con sus constantes auditorías, ayudado por Gladys Bejerano, Contralor General de la nación.
Raúl ha purgado permanentemente a la cúpula dirigente de viejos cuadros, algunos de ellos notoriamente fidelistas: Carlos Lage, Felipe Pérez Roque, Yadira García, Marta Lomas, Juan Contino, Fidel Figueroa, General Rogelio Acevedo, General Pascual Rodríguez Braza, Pedro Sáez, Jorge Luis Sierra. (En esas vendettas cayó el chileno Max Marambio en medio del fuego cruzado).
La exclusión de Abel Prieto (Ministro de Cultura) del Buró Político y del Comité Central es otra prueba de por dónde van los tiros estalinistas. Prieto, junto a Eusebio Leal, era el rostro más humano del régimen. Lo sacrifica porque no va a permitir la menor independencia de criterio en el mundillo de los intelectuales. Quien me hace el comentario agrega un colofón malvado, propio de escritores: “lo malo es que Abel amenaza ahora con regresar a la literatura”.
Raúl no tiene la menor intención de abrir el juego político ni respetar los derechos humanos. Por el contrario, en su discurso ratificó la vieja estrategia represiva de los actos de repudio contra los demócratas de la oposición. No los va encarcelar por largos periodos. Los va a moler a palos hasta que desistan o se escondan.
No es cierto que Raúl sale fortalecido del VI Congreso. La coreografía, bien orquestada, no deja ver la verdad. La jerarquía a cargo del aparato productivo lo odia. Le molesta que haya optado por vigilar a los gerentes en lugar de estimular la creación de bienes y servicios. Dice que Raúl está más interesado en vigilar y controlar que en producir. Los viejos fidelistas desplazados no lo quieren. Los comunistas jóvenes reformistas que deseaban participar en un debate real sobre los problemas del país se sienten burlados. En lugar de discutir con ellos los cambios ha ratificado a la viejísima guardia para ir reemplazando a los cuadros dirigentes de manera inconsulta y sin más argumentos que su voluntad testicular. En suma: Raúl termina el VI Congreso con muchos más enemigos y con muchas menos ilusiones. Mandar suele ser un oficio ingrato.
Por: Carlos Alberto Montaner
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