“La vida en comunidad no tiene gracia si no
se comparten y se respetan los valores…”
La isla de Robinson Crusoe es un ejemplo de soledad, de ansias y desespero de un hombre por encontrar la compañía humana de alguien que pueda hallarse en ese lugar aislado y lejos de cualquier trato con la civilización. En su búsqueda encuentra en un niño nativo a quien bautiza Viernes, en homenaje al día en que tuvo contacto con él. La vida le dio un giro radical, desde ese momento tendría a alguien con quien compartir.
La vida en soledad, sin trato humano de ninguna clase, no reclama para sí la observancia de ningún código ético o moral, porque a pesar de lo que se haga o se deje de hacer, o por el modo de comportarse, a nadie se le hará daño, excepto el daño que uno mismo pueda ocasionarse. Y mientras no se le haga daño a nadie no hay necesidad de normas que regulen la convivencia.
La vida en compañía es una necesidad, a pesar los obstáculos y las dificultades. De ahí la importancia de ponerse de acuerdo con propósitos comunes y en las ineludibles restricciones referidas al propio ser y al ser del otro, por la construcción de, como diría Donald Davidson, un “espacio de valores compartidos”
Si se piensa en comunidad se piensa en valores éticos, morales, religiosos, sociales, humanos, ecológicos, económicos, etc. En aquello que permita la buena y amable convivencia. Estos valores sirven a su vez para contrarrestar toda acción que amenace la condición presente o futura de la misma comunidad.
Los valores están presentes cuando los individuos se proponen la defensa del interés común por amenazas que puedan llegar a ocurrir. Sucede en los casos de
protesta por acciones que ponen en peligro las condiciones de vida o la estabilidad social de una comunidad. Casos en los que se logra una decisión política por la convivencia y que permiten a su vez recuperar la confianza pública y la solidaridad en la unión de voluntades.
Los buenos argumentos y la conciencia de lo irreversible de una acción, lleva a los posibles afectados a protestar, a la deliberación y al dialogo, por los daños que se pueda causar a un bien común. Lo significativo no es solo la defensa de un interés inmediato, sino por lo que este representa en el tiempo y en la continuación de la vida en comunidad. Además, porque está en juego uno de los pilares de la democracia: el ejercicio de los valores.
Cuando los valores se extienden de modo amplio y suficiente para que la comunidad los acoja y respete, entonces se logra lo que debería ser la función fundamental de la política, que en palabras de Isaiah Berlín no es más que “hacer común la ética”, si así sucede se diría que se marcha hacia una sociedad con valores puestos en práctica. Es imperativo despertar conciencia ciudadana en nuestra Venezuela, para la defensa y protección del bien público, algo tan abstracto y vilipendiado que pareciera que a nadie pertenece, pero respecto al cual se deben propiciar acciones valerosas, porque está en juego la vida y la solidez comunitaria.
No queda nada si se relajan los valores, si da lo mismo que alguien se robe los dineros públicos, tire basuras, contamine, etc. porque a nadie le importa, diríase entonces que hemos perdido el horizonte. Lo cierto es que la vida en comunidad no tiene gracia si no se comparten y se respetan los valores.
Por: Zenair Brito Caballero
britozenair@gmail.com
@zenairbrito