Es el hombre que ayudó
a Cristo a cargar la Cruz
Se le llamó Simón de Cirene y se le recuerda como El Cirineo. Es un personaje de poca mención y relevancia en los textos bíblicos, pero la Iglesia de Cristo, en el transcurrir de la historia y los nuevos tiempos, reconocen ahora en él a un buen cristiano en la convivencia y para la ayuda de quien la necesita, sembrándose en los que desean ayudar al prójimo, la expresión: “Permíteme ser tu Cirineo”.
Era un trabajador del campo, natural de Cirene, lo que lo hacía ser un extranjero en Jerusalén. Cirene fue una antigua ciudad griega, actualmente pertenece a Libia y se le conoce como Shahhat, en el Distrito Al Jabal al Akhdar. Sus restos arquitectónicos se encuentran en las costas del mar mediterráneo al norte de África, entre Egipto y Cartago. Y los relatos del episodio vivido por este personaje, recogidos en la Quinta Estación del Viacrucis, señalan que los soldados romanos: “Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón y lo forzaron a llevar la cruz de Jesús”, (Mt 27,32).
Sobre este pasaje bíblico el Papa Juan Pablo II hizo una reflexión en el año 2000. Consideró que los soldados romanos lo hicieron temiendo que Jesús, agotado, no lograra llevar la cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia, de la crucifixión. Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la cruz. Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre. Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.
Al mismo tiempo, el Papa recuerda que en un canto de cuaresma, se escuchan estas palabras: “Bajo el peso de la cruz Jesús acoge al Cirineo”. Son palabras que dejan entrever un cambio total de perspectiva: el divino Condenado aparece como alguien que, en cierto modo, “hace don” de la cruz. Luego Juan Pablo II, pone sobre la mesa una carta y se pregunta: ¿Acaso no fue Jesús quien dijo: “Quien no tome su cruz para seguirme no es digno de mi”? (Mt 10,38). Entonces Simón ha recibido un Don. Se ha hecho “digno” de él. Lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo de Dios lo ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su obra salvifica, apunta Juan Pablo II.
Y otro elemento importante sobre este personaje, es que el evangelista Marcos identifica a Simón de Cirene como “padre de Alejandro y de Rufo” (15,21), lo que significa que si los hijos de Simón de Cirene eran conocidos en la primitiva comunidad cristiana, se puede pensar también que él haya creído en Cristo, precisamente mientras llevaba la cruz. Pasó libremente de la constricción a la disponibilidad, como si hubieran llegado a su corazón aquellas palabras: “El que no lleva su cruz conmigo, no es digno de mi”. Desde entonces este evangelio habla a muchos, a innumerables cirineos, llamados a lo largo de la historia a llevar la cruz junto con Jesús.
Un Cirineo es una persona que ayuda a otra. Cada vez que nos acercamos con bondad a quien sufre, ayudamos a llevar la cruz de Jesús. Al recordar estos días de Semana Santa, San Josemaría Escrivá, considera que en el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa lo que supone esta ayuda. Pero a Jesús le basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para derramar copiosamente su gracia sobre el alma del amigo. Un Cirineo es un amigo y un hermano en Cristo.
Por: Lenín Valero
Periodista leninvalero1@hotmail.com
@valeromarquez