“Desde los calabozos de Chávez”
Con motivo de cumplirse el aniversario del día del exiliado venezolano, envío “desde los calabozos de Chávez” a mis compatriotas injustamente expatriados un mensaje de solidaridad y de esperanza.
Exilio y cautiverio son dos factores de una misma ecuación, característica de los regímenes totalitarios.
Ustedes los exiliados sufren la lejanía de la patria y de sus seres queridos; nosotros los prisioneros políticos sufrimos el injusto encierro; y todos juntos somos víctimas de un régimen que no acepta disidencia.
Sin embargo, quiero manifestarles que su retorno al hogar está cerca, así como nuestra liberación toca ya a nuestras puertas.
Esto lo aseguro porque el fracaso del régimen es evidente, y porque ya no puede mantener su farsa por mucho tiempo más.
La imagen de democracia que alguna vez tuvo el gobierno venezolano se derrumba; no sólo dentro de nuestra nación, sino también en el exterior.
El capítulo sobre Venezuela del Informe Anual de 2009 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) es muy diciente; como también lo es el reciente Informe del Departamento de Estado.
Ya no caben dudas que en Venezuela la justicia no existe, y se utiliza única y exclusivamente para aplastar a la disidencia, provocando legiones de prisioneros, exiliados, expropiados, enjuiciados y perseguidos.
Sin embargo, la liberación de Venezuela no vendrá sólo como producto del fracaso del gobierno; se requiere seguir luchando valiente y decididamente, como lo han venido haciendo ustedes, para denunciar al mundo entero las injusticias y las violaciones a los derechos humanos en nuestra patria.
Creo que estos años de gobierno castro-comunista, que ya llegan a su fin, deben servirnos para meditar sobre cuál es el modelo que mejor conviene a nuestra querida Venezuela. No me refiero al sistema de gobierno, que evidentemente debe ser una democracia, sino a los principios y valores que deben prevalecer.
Décadas de materialismo y de indiferencia, que permitieron el triunfo y la permanencia de Chávez en el poder, deben desaparecer para siempre, dando cabida a una larga era de solidaridad, de amor por la patria, y de subordinación a la voluntad de Dios.
Esta solidaridad debe manifestarse en un esfuerzo común, para realizar un plan de desarrollo e industrialización, que permita a todos los venezolanos, mediante su propio trabajo, acceder a los bienes mínimos que requiere el ser humano para vivir dignamente.
El amor a la patria debe manifestarse a través de una pasión permanente por servir a nuestra nación y para que impere el bien común. Una pasión como la que ahora nos embarga, porque estando presos o exiliados se siente con mayor fuerza el patriotismo, así como deseo de justicia y de bienestar general.
Y la subordinación a Dios debe manifestarse en un compromiso sincero de convertirnos en mejores personas, y de defender con ahínco nuestros principios y valores, para que más nunca caigamos en la triste situación que hemos vivido a lo largo de estos doce años.
Ruego a Dios por su bienestar y pido que pronto exiliados, prisioneros y venezolanos en general, nos abracemos todos juntos en una Venezuela libre y democrática.
Por: Alejandro Peña Esclusa
Prisionero político
Calabozos del SEBIN