Su leitmotiv parece ser: gastemos
ahora y después veremos…
El lunes de esta semana, Nelson Merentes, presidente del Banco Central de Venezuela, concedió una entrevista a la periodista Blanca Vera Azaf, para las páginas de Economía de este diario. Cabe imaginar que el matemático Merentes recibe cada semana montones de solicitudes de audiencia provenientes de medios de comunicación nacionales y extranjeros.
Pero Merentes eligió El Nacional para dar unas declaraciones en las que parecen escucharse susurros y silencios llenos de significado. Necesitaba una interlocución crítica que lo emplazara a pronunciarse sobre los asuntos de actualidad.
Lo primero que llama la atención es que Merentes se haya decidido a conversar con Blanca Vera Azaf tres días antes de la rueda de prensa que daría el jueves siguiente en compañía de Jorge Giordani, ministro de Planificación y Finanzas, para presentar el balance económico del primer trimestre de 2010. Desde luego, Merentes tenía en su agenda ese encuentro con los periodistas a dúo con Giordani, pero decidió adelantarse para emitir ciertos juicios en solitario. Algunos, por cierto, en franca colisión con las perspectivas de Giordani, ese fracaso ambulante que con una mano frena el gasto público mientras con la otra arroja al mar enormes cantidades del dinero público en experimentos estrafalarios.
Merentes abrió fuegos con lo que le interesaba comunicar: en 2011 y 2012, volverá el boom del consumo e inmediatamente descartó que esto respondiera a una estrategia electoral. Es evidente que el presidente del BCV está valiéndose de El Nacional para dirigirse al presidente Chávez.
Quiere que éste lo reciba para decirle en su cara que a este paso están perdidos y que lo único capaz de resultar en un repunte de su popularidad es repetir el ardid de echar dinero a las masas para labrarse sus simpatías. Debe ser que dentro del gabinete hay resistencias para aumentar el gasto público, y Merentes, guiado por su instinto político más que por sus pericias técnicas, es partidario de elevar el dispendio. Su leitmotiv parece ser: gastemos ahora y después veremos.
Por lo demás, las declaraciones están llenas de vacíos argumentativos. Lucen como meros rellenos de un diálogo cuyo objetivo es llamar la atención del hiperlíder. Merentes afirma que estamos entrando en un ciclo de tendencia a la baja de la inflación.
Por fuerza tiene que saber que un país donde la producción ha sido tan castigada, la única vía para el descenso de los precios es la caída del consumo, que es, por cierto, lo que se ha registrado en Venezuela. La leve merma de la inflación no sólo dista mucho de reflejar algún logro del régimen, sino que es la demostración palmaria de sus desatinos puesto que, efectivamente, en el país se están transando menos bienes y servicios. Se está comiendo menos.
Cuado se le pregunta cómo piensan llegar a una inflación de un dígito, la respuesta es pasmosa: con importaciones. Con 160 millones de dólares diarios para compras en el extranjero. Ni se molesta en maquillar la oprobiosa dependencia de las adquisiciones en otros países, que el régimen ha llevado a escala mayúscula. La verdad es que la producción agrícola y pecuaria se encuentra en extrema postración. Y eso lo sabe Merentes. Pero calla ante ese desastre, que le ha hecho tanto daño al país. Su propuesta es la de agilizar los recursos para garantizar el chorro de importaciones y aumentar la liquidez, sin detenerse a considerar las consecuencias que ya esto trajo en años pasados. Venezuela se merece un presidente del Banco Central más responsable y comprometido con la conveniencia del país.
Lo mejor, sin embargo, es el ballet de sutilezas que despliega Merentes para ponerse lo más lejos posible de Giordani y sus extravagancias. La periodista le pregunta si la Bolsa Pública funcionará. Y entonces Merentes inicia el patinaje: desde el punto de vista técnico debería funcionar, le dice. Algo que no significa nada y, a la vez, se aplica a todo: el Metro de Caracas, desde la perspectiva técnica debería funcionar, lo mismo que los generadores de energía, los hospitales, Barrio Adentro, la justicia. Pero el caso es que no funcionan. Pero no está bajo mi responsabilidad ni competencia directa, agregó. Le faltó exclamar, con los dedos índice y meñique extendidos en forma de cachitos: ¡La pizarra!
Por: MILAGROS SOCORRO
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