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SEXO SIN TABÚ: La eyaculación precoz es la disfunción más común y la menos tratada

Un amigo íntimo del
hombre se confiesa

 

■  Inseparable y fiel, a lo largo de la vida el pene atraviesa por un sinfín de aventuras, pero conoce también de sustos y enfermedades.

Soy el pene de Juan. A sus 36 años de edad y un puesto de ingeniero en una empresa que ha advertido a los empleados del ajuste en la nómina, Juan, caraqueño, casado, con una hija y un apartamento que a duras penas acaban de entregarle, sabe que puede contar conmigo en las horas difíciles. No debería contarlo, pero desde los 14 años Juan mitiga el estrés con ejercicios de rotación que, según observo, le trae nsosiego y parece que le ayudan a pensar con más claridad.

En realidad, son secretos que puedo ventilar abiertamente, porque compartimos una vida común, y mi lealtad se ha puesto a prueba en situaciones en las que a veces no tengo ni ganas de moverme. No me diferencio del resto de los miembros de los casi 2 millardos de hombres que pueblan el planeta. Soy un órgano casi imperceptible, formado por 3 columnas de tejido eréctil: un cuerpo esponjoso y 2 cavernosos, estos últimos uno al lado del otro. La parte superior es el glande, de forma circular, y la piel que lo cubre se llama prepucio y está impregnada de una producción de un líquido como una crema de color blanco: el segma.

El glande es muy sensible:

Igual puede fácilmente irritarse o infectarse; por eso Juan le dedica un trato especial de higiene. Para los que no lo saben, para limpiar el glande, sólo hace falta tirar el prepucio hacia atrás y aclararlo con agua y jabón con Ph neutro.

Cuando estoy en estado eréctil, alcanzo un tamaño de 14 centímetros. Sé de ciertos penes que miden menos; otros pasan de 20 centímetros. Pero no hay rollo. Juan está contento conmigo y yo con él. De hecho, cuando Michelle, la esposa de Juan, le indica con un susurro que la niña se durmió, sé que debo entrar en acción. El cerebro de Juan bombea un torrente sanguíneo que me hace crecer y entonces, como dice la canción, comienza la segunda del noveno.

Mitos vs verdades:

Aunque oculto, de bajo perfil y casi olvidado después que el hombre llega a los 50 años de edad, puedo jactarme de ser el órgano humano más importante, junto con el cerebro y el corazón. De hecho, me conocen con 52 nombres distintos en lengua española, y un tercio de los chistes tienen que ver conmigo, para bien o para mal.

Tanto protagonismo nos hace víctimas de mitos surgidos casi siempre de la desinformación. Una de las grandes mentiras es que el pene siempre está dispuesto a la erección. Algunos factores ­entre los que destaca la preocupación­ impiden cumplir esta misión, y ello provoca gran malestar en el hombre.

Otro mito ya en desuso tiene que ver con el daño de la masturbación: desde que ello agota los espermatozoides (un hombre suele producir 300 millones) hasta que suele llevar a la locura.

Lo del tamaño es asunto risible. Hay quienes se acomplejan por sus 10 centímetros en erección y juran que jamás harán feliz a una mujer. Otros se jactan de sus 18 centímetros, pero no logran brindar el placer esperado.

Impotencia y eyaculación precoz:

Estos dos términos están presentes, aun en la temprana edad, además de las denominadas enfermedades de transmisión sexual y los problemas congénitos, urogenitales o de malformación, que dificultan el disfrute pleno de la sexualidad.

En el caso de la impotencia o disfunción eréctil, se trata de la incapacidad persistente para mantener una erección que permita el coito. A veces se confunde con otros temas asociados al campo sexual, como la falta de deseo o trastornos del orgasmo.

La disfunción eréctil es una enfermedad común que puede afectar las relaciones de quien la padece con su pareja.

Algunos factores de riesgo contribuyen con esta situación: diabetes, hipertensión arterial, tabaquismo y alcohol, niveles altos de colesterol, ingesta de determinados fármacos y hasta la depresión. Por suerte, existe el sildenafil (su nombre comercial es Viagra) medicamento que ayuda a las personas con disfunción eréctil a mantener el pene rígido lo suficientemente como para poder completar el acto sexual.

En cuanto a la eyaculación precoz, se trata de la disfunción más común y quizás la menos tratada, por una razón: la vergüenza a confesarlo. Hay quienes la padecen desde los 25 años de edad y no se atreven siquiera a decirlo al médico, e ignoran que sufren un trastorno sexual que se puede prevenir y curar fácilmente, con una buena información.

En el caso de la eyaculación precoz o prematura, el hombre no es capaz de identificar ni controlar las fases de excitación sexual, lo que hace que eyacule incontroladamente casi siempre antes o en los primeros cinco minutos siguientes a la penetración. Esta incapacidad para retrasar la eyaculación provoca frustración, incomodidad, angustia e incluso que se evite la intimidad sexual.

¡Qué te pasa a ti! En una ocasión, el sexólogo Rubén Hernández mencionó el hábito secreto de algunos hombres de conversar con el pene: “Porque se angustian muchísimo cuando no responde o cuando, por la edad, ocurre el llamado hipogonadismo de aparición tardía, que cada vez se diagnostica más y que influye en la memoria, la concentración y el estado general del sexo masculino”.

Por suerte, hoy es posible entrenar a un hombre para que logre mejores erecciones, si cuida su salud, maneja su tensión arterial, la diabetes, la obesidad y, sobre todo, el estrés. Hernández añade los ejercicios, la comida sana, la relajación, el abandono a la experiencia erótica y la pérdida del miedo a no funcionar bien.


Por: ELIZABETH ARAUJO
Salud | Sexo
EL NACIONAL

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