Expertos dicen que las protestas
radicales denotan falta de diálogo
■ La solución está en la comunicación.
■ El aumento de ese tipo de manifestaciones, expresa Tulio Hernández, puede llevar a la desesperación.
Las huelgas de hambre son la expresión de una sociedad cansada de esperar. Marco Antonio Ponce, investigador de la ONG Provea, asegura que las protestas de ese tipo reflejan la ausencia de respuestas efectivas a peticiones de ciertos sectores. La gente, dice, pasa por varias vías hasta que el desgaste la obliga a emprender acciones más radicales.
“La huelga de hambre es la más pacífica, pero, al mismo tiempo, la más agresiva de las manifestaciones, por los efectos que ocasiona en la salud. La sociedad venezolana está dando gritos”, afirma Ponce.
Para el sociólogo Tulio Hernández, las huelgas de hambre se han convertido en una protesta común. Eso lleva, a su juicio, a dos conclusiones. Una, que no hay un diálogo entre el Gobierno y la población. Dos, que no se han conseguido mecanismos menos drásticos para hacer reclamos. “Esta situación habla de una sociedad encallejonada, sin salida”, indica.
Las protestas radicales pueden impulsar a la población a un estado de desesperación psíquica, afirma Hernández.
Sin embargo, la sociedad aún goza de un poco de salud: “En Venezuela ocurre algo interesante: la gente desprecia la agresión por causa política. En cualquier país latinoamericano que viva abusos de poder como los que ocurren en el país, algunos grupos recurrirían a actos de violencia”.
Lo inédito y lo banal:
Las huelgas de hambre no son nuevas en el país. Hernández refiere que eran muy populares entre los presos: “Ellos se cosían los labios por desesperación. Lo grave es que ahora lo haga un estudiante universitario”.
Leoncio Barrios, psicólogo social, habla de otra novedad de las recientes huelgas de hambre la de la OEA y la del PNUD, por ejemplo. A diferencia de otras protestas radicales, considera, en estos casos no hay una vinculación directa con derechos individuales.
Barrios compara esa actividad con los ayunos en las cárceles: “No sólo lo hacen para pedir una reforma carcelaria, sino que buscan sobrevivir. Ellos se encuentran en condiciones infrahumanas”. En el caso de las huelgas de hambre de los estudiantes, dice, se lucha por la universidad como generalidad, como institución.
Para él, pueden estar pasando dos cosas: no se ha cumplido con procesos de negociación previos y se está abusando de un recurso extremo. Es decir, puede suceder que no se buscan los acuerdos, sino que se saltan los pasos hasta llegar a la acción más radical: “Eso nos habla de una sociedad que se debate en los extremos”.
Hernández asegura que cuando se efectúan huelgas de hambre con tanta frecuencia, se corre el riesgo de agotar el recurso, de banalizarlo. Para él, en Venezuela ocurre algo paradójico: con los ayunos se obtienen resultados, pero son parciales como en el caso de la OEA. “En Cuba, por ejemplo, los huelguistas estaban dispuestos a morir y ahora todos están libres por el uso estratégico de la protesta”. Agrega que no conoce otro país en el que se hagan manifestaciones de este tipo con tanta frecuencia.
La salida:
La coyuntura invita a la reflexión sobre la manera en que se están afrontando los conflictos, dice Barrios. La respuesta está en una palabra: diálogo. “Hay que hacer un mayor esfuerzo para dialogar y evitar situaciones extremas”.
El diálogo, asevera, no es una utopía. Es, más bien, una necesidad fundamental en la resolución de un conflicto. “El día que se dialogue respetuosamente, sin burlas, ya no habrá necesidad de huelgas de hambre”.
Por: ARIANA GUEVARA GÓMEZ
arguevara@el-nacional.com
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