La artista movilizó a cientos de jóvenes,
quienes cantaron y rieron con ella
No sospecharía el filósofo Jean Baudrillard que su libro Simulacro y Simulaciones tendría tanta vigencia gracias a una artista peruana. Y es que la obra del escritor sobre el postmodernismo parece necesaria para entender, en toda su magnitud, a Judith Bustos, quien hizo hace dos días su debut musical en el país.
La noche de su primer concierto (?) en Caracas, La Tigresa del Oriente logró convocar una audiencia que difícilmente El Teatro Bar logra reunir con otros eventos. En todos los espacios del recinto -libre de mobiliario- la gente se acumulaba como en un depósito.
La edad media de los asistentes, que no superaba los 25 años, daba cuenta de en quién cala un fenómeno nacido en Youtube.
Franelas, cinturones, zapatos, bufandas y cuanta prenda de animal print que estuviera a la mano fueron usados por los bizarros jóvenes, tal y como pide la misma Tigresa, en una noche que parecía hace unos meses apenas una utopía.
La velada comenzó impuntualmente con la presencia del dúo barquisimetano Cachicamoconcaspa. Ellos se encargaron por una hora entera de calentar motores presentando al público sus versiones de conocidas canciones como Bohemia Rapsodia (Queen), Thriller (Michael Jackson) o el tema del dibujo animado Candy Candy a ritmo de “raspacanilla”. Los asistentes los recibieron como si fueran ellos los dueños del recital y así se dio inicio a una noche de desacralización del arte, o para no ser tan irreductible, de brillo de “la otra cultura”, alternativa, si se quiere.
Mientras Cachicamo hacía lo suyo en la tarima, La Tigresa se instalaba tras bastidores. Allí disfrutaba de una bebida energizante y se tomaba fotos con algunos “privilegiados”. Confesó estar mejor de la garganta y que no podía deshacerse de sus guantes con garras porque en Perú, el encargado de hacerlas, le había “quedado mal” y no le había dado “las garritas de repuesto para lanzarlas al público” como siempre hace en sus presentaciones.
Acompañada de un hombre mayor y su representante, La Tigresa es otra cuando no está en el escenario: es discreta, modosa y pasiva. Es gentil con la prensa y recatada a pesar de su estrafalario vestuario.
Dos bailarines, una muchacha y un joven, ambos venezolanos, se preparaban para escoltar a la artista peruana en su presentación. “A ella le gusta un baile muy monótono, solo la acompañamos”, explicó la chica de diminuta falda.
La zona VIP era entonces un pandemónium surreal. Hasta Asier Cazalis y El Enano, de Caramelos de Cianuro, pasaron por la alcabala fotográfica con la celebridad de Internet.
Finalmente, a la una de la madrugada llegó La Tigresa al escenario. El recinto explotó en alaridos apenas se vio su blonda y rizada peluca con destellos dorados. Los gritos que desde las 10:00 p.m. solicitaban su presencia formaron al unísono un “¡Tigresa! ¡Tigresa!”. Ella agradeció el estar en el país y confesó su amor por los venezolanos. Nuevo amanecer desató la locura y un coro generalizado que ayudó a que poco se notara que La Tigresa doblaba, lo que además hizo durante toda la noche. Cantó cinco temas en 20 minutos y todos fueron sorprendentemente felices a pesar de la brevedad de la cita.
ROBERTO RODRÍGUEZ M. | EL UNIVERSAL
sábado 19 de marzo de 2011