Hay afectados que ni
siquiera van a la policía
■ Nadia Chacón, vocera del consejo comunal de Guanape II parte baja, tiene más de 40 años viviendo en el sector.
La parte de atrás de su casa colinda con la pared este del Cementerio de La Guaira. Por eso dice que ya no le sorprende nada. Advierte que después de la tragedia de 1999 el lugar se ha convertido en una locación de fácil acceso para santeros y paleros que utilizan animales y cadáveres para pedir favores.
“Quienes somos vecinos del camposanto estamos acostumbrados a escuchar los golpes sobre las lápidas y el ruido que hacen las personas cuando vienen a hacer ritos durante la madrugada. Ahí dejan animales muertos y cargan con partes de los cadáveres humanos sin que nadie haga nada a favor de los deudos.
Es un irrespeto permanente al dolor ajeno. Y la policía no se mete para allá de noche”, destacó.
El Cementerio de La Guaira está ubicado en la avenida principal del estado Vargas, del lado derecho en sentido oeste-este. Está pintado de amarillo y blanco por fuera, y de tristeza y desorden por dentro. Lo que más hay es basura. Al caminar unos pocos metros entre las tumbas es fácil percibir el olor a animal muerto, ver plumas de gallina y moscas que revolotean encima de bolsas de basura negras. Nadie controla el acceso, no hay quien ofrezca información alguna.
Las dos puertas de acceso carecen de enrejado y en la parte posterior uno de los muros medio caídos fue restaurado por la Gobernación de Vargas, pero hay otro semidestruido que amenaza con venirse abajo en cualquier momento.
Algunas personas que ofrecen servicio privado de mantenimiento de las tumbas contaron que la Alcaldía de Vargas construye una oficina y ha ofrecido restituir el enrejado.
Marilyn Romero es funcionaria de la División de Violencia de Género del Cicpc en Vargas. Hace nueve años murió su madre y enterraron sus restos en La Guaira. El Día de las Madres del año 2008, fue a colocar flores en la tumba y la encontró profanada. Sus compañeros de trabajo que hicieron la inspección hallaron el cadáver sin una de las extremidades inferiores y sin la cabeza.
“Me sentí indignada. No sabía qué hacer en ese momento con tanta desesperación.
Formulé la denuncia ante mis compañeros del Cicpc, se hizo la inspección ocular, fueron citados trabajadores del cementerio y vecinos. Pero nunca se llegó a nada. Esa misma semana conocimos de otros dos casos similares. Y nos dimos cuenta de que la gente ya ni siquiera denuncia”, indica.
En lo que va del año 2011, en la División de Estadística del Cicpc en Vargas sólo aparece registrada una denuncia por profanación de tumbas en el Cementerio de La Guaira, realizada el 3 de enero. Y en 2010 hay registrados otros seis casos, cinco de los cuales ocurrieron en el mismo camposanto, y uno en el de Carayaca.
Aun así, vecinos, personal de mantenimiento privado del lugar y funcionarios policiales de Vargas coinciden en que el delito es más común de lo que reflejan las estadísticas.
Por eso, convienen en solicitar a la autoridad municipal que complete las obras de restauración y garantice la vigilancia de la necropólis “antes de que los brujos se lleven todo lo que hay ahí”.
Por: KAREM RACINES ARÉVALO
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