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    Pedro Lastra: Sean Penn y Lina Ron en Caracas


    “Piensa mal y acertarás…”

     

    Hubiera sido tremenda guerrillera en Sierra Maestra, terrorista con la Baader Meinhoff, compañera del Ché en Valle Grande. Le sobraban ovarios y creía en la revolución como en Jesucristo. Lo suyo no era el circo de la asamblea, un despacho ministerial, los acuerdos de pasillo para ver quién agarra más del negocio de triangulación, importación y exportaciones con Libia. Lo suyo era caerse a coñazos con la burguesía. Como no la encontró por ninguna parte, se murió de aburrimiento“.

    Patética y lamentable presencia del actor Sean Penn en Caracas: ¿qué se le habrá perdido en esta perdida ciudad de Dios? ¿Un kilo de coca, unos lingotes de oro, un maletín de los de Antonini Wilson, una esmeralda de cinco kilates o un cheque de PDVSA para resolver algunas de sus pesadas deudas? Sigue el consejo del gallego: Piensa mal y acertarás.

    Una de las posibilidades, perfectamente compatibles con las anteriores, es que Chávez, por consejo de Izarrita, el burlón de los muertos, le haya enviado un avión de PDVSA con una carnada verde verdecita para que le eche una mano al rescate de Gadaffi. Son tantos los miles de millones de dólares en juego, que sólo con el 1% que agarre, se compra los Estudios Universal.

    Ninguno de ellos, ni Sean Penn, ni Oliver Stone, ni Danny Glober, ni la modelota negrita de los zapatos rotos, ni el dueño de la escudería Williams, ni los Castro, los Ortega, los Correa, los Morales y los Kirchner vienen a postrarse ante el caudillo por amor al arte. Vienen a hartarse, a llenarse los bolsillos, a agarrar de lo que haiga, a meterse un billetón. No uno: varios millones de dólares. Incluso varias docenas, varios cientos y hasta varios miles de millones de dólares. ¿Se acuerdan de los cinco mil millones de dólares enviados al Pingüino? Digno de Ciudad Gótica.

    Coincide la venida del actor maldito con la partida de Lina Ron al desangelado reino de los muertos. No era una santa. Ni diremos que le hacía asco al Blue Label, el de 220 Euros la botella, ni al Dom Perignon a $130 los tres cuartos, ni a un maravilloso coctel para sus amigotes pat’en el suelo Le gustaba el bonche y a pesar de su apariencia más bien zarrapastrosa y tierrúa, su procedencia copeyana le había enseñado algunos disfrutes burgueses.

    Pero dicho eso, hay que reconocer que no se la pasaba en la peluquería, no tenía un manicurista particular ni llevaba carteras de marcas y foulards traídos de la Ciudad Luz, como la Cilia Flores. Lo de ella era comprarse una botella de agua oxigenada, volcarla en el lavatorio de peltre de su apartamento en San Bernardino y desteñirse las greñas a lo bestia. Cuando se maquillaba, daba grima.

    Tampoco era de las que se la pasan hablando pendejadas y acariciando la chequera, como la Luisa Ortega Díaz, la Luisa Estela Morales o la Mari-Pili Hernández. Lo suyo era el asfalto, el basurero, la refriega, la lacrimógena, el cuchillo carnicero, el motín, el azufre, la esquina caliente, la UZI, el uniforme de campaña.

    Nació equivocada. Hubiera sido tremenda guerrillera en Sierra Maestra, leal terrorista de la Baader Meinhoff, compañera del Ché en Valle Grande. Le sobraban ovarios y creía en la revolución como en Jesucristo en los tiempos en que fuera bautizada por sus padres copeyanos. Lo suyo no era el circo de la asamblea, un despacho ministerial, los acuerdos de pasillo para ver quién agarra más del negocio de triangulación, importación y exportaciones con Libia. Lo suyo era caerse a coñazos con la burguesía. Como no la encontró por ninguna parte, se murió de aburrimiento.

    Le quedó grande a esta farsa. Debe haber sabido que su comandante, al momento de las chiquitas, saldrá gritando como cochino en matadero. Que el Diablo la tenga en su eterna gloria, en compañía de Sadam, de Rosa Luxemburgo, de Tania la Guerrillera, del Che y de la Pasionaria. Se lo merece.


    Por: Pedro Lastra
    06-03-2011

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