Los opositores tomaron varias
sedes de la Seguridad del Estado
■ Rebeldes tratan de impedir la destrucción de documentos comprometedores.
■ En las últimas horas, miles de egipcios han asaltado los edificios de la Seguridad del Estado en diversas ciudades.
■ El Ejército egipcio tiene problemas para controlar a la población, indignada tras años de represión.
Inconformes aún por la falta de justicia y castigo contra el derrocado mandatario Hosni Mubarak, ayer más de 2 mil 500 manifestantes irrumpieron en el principal cuartel de los servicios de la Seguridad del Estado, órgano represor del extinto régimen, en el noreste de El Cairo, informó la agencia oficial egipcia Mena.
La fuente refirió que los manifestantes entraron en el edificio, en el barrio de Madinat Nasr, para buscar documentos importantes y comprometedores para evitar que sus responsables los quemaran o destruyeran.
Los inconformes corearon consignas como “¿Dónde está la libertad entre nosotros y la Seguridad del Estado?” y “Todo el pueblo dijo basta ya, la Seguridad del Estado debe ser pisoteada”.
Una de sus sedes fue ya tomada el viernes por la noche en Alejandría, donde los miembros de los comités civiles de seguridad constataron que los agentes se habían deshecho de gran parte de los archivos. Por ello, ayer los manifestantes atacaron los edificios de este organismo en El Cairo, Giza, Assiut, Minya y Damietta, para impedir en lo posible la destrucción de los documentos.
La odiada Seguridad del Estado, con una plantilla de medio millón de agentes, era la institución encargada de reprimir la disidencia interna en el país durante la dictadura de Hosni Mubarak. Ahora, la coalición opositora exige su disolución y que sus responsables sean llevados ante la justicia.
Cámaras de tortura:
En El Cairo, unas 2.500 personas lograron irrumpir en la sede del organismo en el barrio de Medinet Naser, donde encontraron ocho pisos subterráneos con cámaras de tortura, oficinas y salas de descanso para los interrogadores. Los asaltantes fueron guiados dentro del edificio por los relatos de numerosas personas, antiguos interrogados y torturados allí que, por teléfono o en persona, les iban indicando dónde había puertas secretas, celdas, armarios con documentos y objetos incriminatorios.
Según el relato de algunos participantes enviado a través de Twitter, había varias consolas de videojuegos. “Para echar unas partidas entre tortura y tortura”, dicen con un humor negro no exento de ira. También han hallado multitud de papeles comprometedores, que en muchos casos estaban preparados para ser quemados o apilados dentro de varios vehículos para ser sacados del edificio.
Apaleado hasta la muerte:
Entre ellos están los archivos abiertos por el organismo sobre miles de personas, tanto personalidades públicas como ciudadanos corrientes. Un documento que promete traer cola es el hallazgo del expediente sobre Khaled Saíd, el joven apaleado hasta la muerte por dos agentes de la Seguridad Estatal en Alejandría el pasado junio, a las puertas de un cybercafé. Según sus compañeros, Saíd pretendía difundir un vídeo en el que presuntamente se veía a varios agentes de policía repartiéndose un alijo de droga incautada. Su muerte desató una oleada de protestas por todo el país en la que algunos ven el germen de la actual revuelta contra el régimen.
Ayer, los opositores intentaron también asaltar otra de las sedes del organismo en el centro de El Cairo, situada junto al Ministerio del Interior, pero el fuerte dispositivo de seguridad desplegado por el ejército lo impidió. Testigos presenciales afirman además que después de medianoche, al poco de iniciarse el toque de queda, grupos de matones armados con sables y bastones se distribuyeron por las calles adyacentes y atacaron a aquellos que intentaban acercarse al edificio.
“Han apaleado a varios compañeros míos y los han mandado al hospital”, asegura Amr, un miembro de la coalición opositora que sigue acampada en la plaza Tahrir. Según ha comprobado ABC, esta mañana el tráfico había sido restablecido en todas las calles con la excepción de las que rodean al ministerio, y la calma había regresado al centro de la ciudad.