Saif al Islam: «Está lejos
y no tiene ni idea…»
■ Es como si yo fuera a propiciar un acuerdo en el Amazonas.
Los caídos en los enfrentamientos del miércoles eran enterrados ayer al mismo tiempo que los rebeldes libios afianzaban sus posiciones en el frente al oeste de Brega tras la ofensiva de las tropas de Muamar Gadafi, que trataron de recuperar el control sobre esta ciudad. Sobre el terreno, es difícil ver una pronta salida y, desde fuera, el pesimismo es compartido por la comunidad internacional a pesar de la oferta de diálogo llegada ayer desde el Gobierno de Venezuela, amigo del tirano.
«Diplomacias» al margen, la muerte era cubierta ayer con un lienzo blanco en la morgue de Ajdabiya. Uno por uno los cuerpos eran lavados antes de envolverlos ya listos para enterrar. Hasta catorce se acumulaban en unas instalaciones superadas por el horror: siete milicianos de la insurgencia, tres vigilantes del complejo industrial, tres miembros de las fuerzas de Muamar Gadafi y un niño de trece años.
En el plano militar, la oposición hizo replegar al Ejército y ayer mantenía sus posiciones en la localidad de Adjelah, unos 40 kilómetros al oeste de Brega. Aseguraban que las tropas oficialistas se encontraban más allá todavía, a la altura de Ras Lanuf, otra ciudad a orillas del Mediterráneo. Un grupo de supuestos mercenarios africanos muy jóvenes al servicio de Gadafi fueron detenidos e interrogados por los rebeldes a punta de pistola.
En Ajdabiya el cementerio era un clamor. «¡Es un shajid!», gritaba un hombre al llegar a la gran explanada refiriéndose a la condición de mártir de su hijo, cuyo cuerpo llegaría minutos después a hombros en medio de un cortejo numerosísimo junto al resto de los cadáveres a los que se dieron sepultura. «Estamos dispuestos a pagar el precio que sea necesario desde el este al oeste» para liberar al país, decía Mahmud Huseis, responsable de una tribu, en medio de un círculo de hombres de avanzada edad que aguantaban firmes los empujones.
Pero Gadafi volvió a insistir y, aunque solo por aire, atacó de nuevo a lo largo del jueves. Los aviones MIG bombardearon la ciudad sin causar víctimas ni acertar en los tanques de la zona industrial, cerca de la cual se podía ver un gran cráter, explicaron testigos presenciales.
¿Representan estos intentos fallidos la verdadera capacidad del Ejército que controla el dictador? ¿Está demasiado lejos Brega del bastión del tirano en la capital como para mover un número importante de tropas? ¿Significan estos enfrentamientos que el conflicto se está enquistando y que Libia puede quedar partida en dos más tiempo del que muchos pensaban?
Hoy, manifestaciones:
Todas estas preguntas flotaban ayer en el ambiente mientras el país se prepara nuevamente para salir hoy viernes a la calle para exigir la salida del poder de Gadafi. Es su único objetivo, que abandone el poder tras casi 42 años de dictadura en los que se podrían haber cometido crímenes susceptibles de ser investigados por el Tribunal Internacional de La Haya, como ayer confirmó este organismo.
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ofreció ayer a través de un portavoz la posibilidad de facilitar negociaciones por medio de una comisión internacional para poner fin al conflicto en el país magrebí. Pero esa oferta llega de un presidente demasiado amigo de Gadafi como para que sea tomada ni siquiera en consideración por el Gobierno provisional instaurado por los opositores con sede en Bengasi.
Pese a que la Liga Árabe vio con buenos ojos la oferta de Chávez, el «heredero» de Gadafi, Saif al Islam, rechazaba la iniciativa contundentemente: «No sé nada sobre eso. Es como si yo fuera a propiciar un acuerdo en el Amazonas … Los venezolanos son nuestros amigos y les respetamos y nos gustan, pero están lejos y no tienen ni idea … Somos capaces de resolver nuestros problemas. No hay necesidad de una intervención extranjera». Los rebeldes también rechazaron la intentona negociadora de Chávez.
Pocos días después del triunfo de las revueltas saltó el rumor de que Gadafi había dejado Trípoli y había huido con destino a Caracas. Tras las salidas del poder de los presidente de Túnez y Egipto no habría sido una gran sorpresa. El dictador sigue sin embargo aferrado al poder a pesar de que no ostenta cargo oficial alguno en su personalísimo régimen. ¿Cuánto tardará en caer? Siguen las quinielas.
Por: LUIS DE VEGA
ENVIADO ESPECIAL EN AJDABIYA
Día 04/03/2011