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Thursday, November 21, 2024
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Matrimonio con venezolanas es una vía de escape para cubanos

En Ecuador se registraron más de 3.000 casos en 2010. Y en Venezuela, aunque no hay cifras oficiales, las colas en el consulado en Caracas revelan el fenónemo en auge.

El matrimonio como pasaporte

 

■ Funcionarios en “Misión” no tienen que desertar para salir de Cuba

■ Ya la deserción no es la única vía para salir de Cuba.

Funcionarios en misión utilizan otro mecanismo que les permite residir legalmente fuera de la isla sin sufrir sanciones: formalizan su unión con los nacionales de los países a los que fueron enviados.

Miércoles 9 de febrero. 10:00 am.

En el patiecito de la entrada del Consulado de Cuba en Caracas hay 30 personas esperando bajo un toldo que comienza a calentarse. Atienden al público de 9:00 am a 11:30 am y reparten números temprano. El tumbao antillano se deja escuchar en un grupo de cuatro hombres que recuerdan la carretera a Holguín (en el oriente de la isla) para hablar de una dirección.

La mayoría lleva carpetas y un bolso, unos vienen del interior y tienen que pernoctar ese día en la capital.

Una funcionaria se acerca. “¿Cuáles son los requisitos para casarse con un cubano en misión en Venezuela?”, le pregunta una venezolana que visita por primera vez el consulado en busca de información. “Tienes que ir con el tramitador, darle el acta y que él te dé el turno.

Con eso vienen a la cita acá.

Pero el interesado debe tener antes el PRE”. Lo dice así, en un lenguaje cifrado para cualquiera que no esté familiarizado, pero que el resto de la sala entiende perfectamente. Se trata del Permiso de Residencia en el Exterior, que los cubanos deben solicitar al Gobierno de su país si desean vivir fuera. Es lo que quieren hacer todos los que están allí esa mañana y que saben que una manera de lograrlo es contrayendo matrimonio con un extranjero. “Ahora te dejo.

Todos los que están aquí están para lo mismo y tengo que atenderlos”.

–¿Todos los que están aquí quieren tramitar los papeles del matrimonio?

-“Sí, todos. Y todos los días es así. Tengo que atender a otra pareja. Permiso”.

La funcionaria se pierde de nuevo tras las rejas color crema, en la oficina en la que se observa un afiche de Fidel Castro.

Detrás de ella va la mujer del número seis ­una venezolana de unos 50 años de edad­ con su esposo, un cubano de pelo largo, varios años menor.

Después de la firma de los acuerdos binacionales y del lanzamiento de las misiones sociales en 2004, se calcula que entre 30.000 y 35.000 cubanos han llegado a Venezuela. Y, aunque el convenio establece que al término de un máximo de cinco años deben regresar a la isla, muchos buscan mecanismos para no volver. Uno de ellos es el matrimonio, pero las vías para contraerlo no siempre están casadas con la legalidad. Por ejemplo, en Ecuador han descubierto matrimonios falsos entre cubanos y personas de ese país, al punto de que en 2010, el gobierno de Rafael Correa pidió la revocatoria de la ciudadanía de 199 antillanos.

El casamiento ­y la residencia legal en otro país­ evita la sanción por desertar, que implica la prohibición de entrar en la isla y la imposibilidad de ver de nuevo a la familia, razón por la cual se ha hecho tan apetecible.

Además, los cubanos que se casan y residen en el exterior pasan a formar parte de los potenciales enviadores de remesas, una actividad que le deja ingresos a Cuba por entre 800 y 1.000 millones de dólares al año. Según cálculos de organismos internacionales, cerca de 50% de la población de la isla las recibe.

El movimiento en la oficina diplomática en Caracas revela que los matrimonios son cada vez más frecuentes, pero en el Ministerio de Interior y Justicia, el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería ­que otorga las visas de transeúnte familiar­ y los consulados declinaron entregar información sobre el número de matrimonios contraídos por venezolanos y cubanos. Sin embargo, las redes sociales y foros de Internet están llenos de historias.

A diario visitan el Consulado de Cuba en Caracas parejas para formalizar su unión. Aunque los representantes diplomáticos no facilitan cifras, los testimonios se multiplican en las redes sociales

Los 226 miembros del grupo de Facebook “Venezolanos casados con cubanos”, y los foristas de Redcubana.com intercambian información.
“Cada vez que iba a la cita, el cónsul me decía que había muchos matrimonios en cola y me señalaba una montaña de carpetas”, recuerda Pedro, que llegó con el primer contingente de las misiones. Lo mismo se registra en otros países de América Latina. En Ecuador desmantelaron una red de corrupción que arreglaba casamientos falsos.

Internet están llenos de historias:

Un anuncio en letras rojas llama la atención en la página web del Consulado de Venezuela en La Habana. Está destinado a los cubanos que quieren contraer matrimonio. Los exhorta a presentar los documentos legalizados necesarios para la unión ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba y el Consulado General. En la nota, que está bajo el rótulo “Avisos importantes”, se lee: “Al faltar este requisito fundamental para que puedan surtir efectos legales en territorio venezolano estaría incurriendo en una ilegalidad que traería como consecuencia que el citado acto matrimonial adolecería de un vicio de nulidad relativa”.

Los requisitos tratan de descifrarlos los 226 miembros del grupo de Facebook “Venezolanos casados con cubanos” (la mayoría mujeres). Un paseo por los foros del grupo lleva a temas como el cambio constante de los documentos exigidos, las trabas para acceder a la visa de transeúnte familiar que otorga Venezuela o los períodos en los que la relación debe ser a distancia ­por correo electrónico y por teléfono­, mientras se cumplen los trámites para darse de baja en la misión.

Las mismas interrogantes e inquietudes comparten los foristas de la página Redcubana.com.

Los testimonios de cubanos y venezolanos coinciden en que el trámite ­técnicamente denominado liberación­ para que los funcionarios en misión logren la baja tarda al menos dos años en el caso de entrenadores, artistas o educadores, y de tres a cinco años en el caso de los médicos.

Hasta u$ 1,900 Dolares cobran por las cartas de invitación exigidas por Cuba.

Consulado receloso:

Roberto, un cuarentón alto y fornido, de ojos claros, que llegó a Venezuela como entrenador deportivo en 2004, señala que, gracias a un contacto, trascurrieron sólo ocho meses desde que terminó la misión en Venezuela y tramitó su baja ante el Instituto de Deportes de Cuba. En un torneo de kicking ball, en 2005, conoció a quien ahora es su esposa y la madre de su hija más pequeña.

Cuando en 2006 debió regresar a la isla, se divorció y tramitó su regreso a Venezuela. “En ese entonces casarse era más difícil. Ahora han flexibilizado los trámites y se han ajustado a esa necesidad”. Ella viajó a la isla y allá se casaron.

Si la unión se celebra en Cuba, la pareja debe acudir a una entrevista con el cónsul de Venezuela en La Habana. “Te preguntan sobre tu cotidianidad, cómo se llaman los familiares de tu esposa, sus hijos. Me imagino que es porque otros han usado ese mecanismo para desertar, pero nosotros hicimos todo según las reglas”, dice Roberto.

Pedro, un cubano que llegó con el primer contingente de las misiones en 2004, tuvo que acudir a seis entrevistas para que le dieran la visa que lo traería de vuelta a Venezuela junto a su esposa. “La verdadera traba fue en el consulado venezolano, no para salir de Cuba, pese a que se dice lo contrario. Cada vez que iba a la cita, el cónsul me decía que había muchos matrimonios en cola y me señalaba una montaña de carpetas en su escritorio. Llenaba planillas, cada vez pedía un nuevo documento; me hacía preguntas sobre mi familia y qué tanta seriedad tenía la relación”.

En Aporrea.org, un portal afín al gobierno de Hugo Chávez, denunciaron malos tratos en el consulado de Venezuela en La Habana y la imposición de una condición para la pareja venezolana: vivir unos meses en Cuba. El artículo “Cuba, Venezuela y la práctica consular”, que José Olmos publicó el 29 de abril de 2009, expone el caso de ocho mujeres venezolanas ­casadas con cubanos en misión­ que denunciaron atropellos por parte del funcionario que los atendió. “Dice que se trata de un `matrimonio comprado’; interpreta las uniones por la edad de los contrayentes y niega la posibilidad de amor entre cualesquiera que no tengan la que a su juicio es la `edad ideal’; convida a las `pruebas’ más exóticas a las parejas, por ejemplo, vivir seis meses en Cuba aunque sabe que las leyes cubanas sólo dan tres meses de estadía a los turistas o visitantes”, señala.

¿Vía de escape?

Flora, una caraqueña menuda y delgada, de 28 años de edad, se casó con Jhonny, un médico cubano de Barrio Adentro. Él, un terapeuta de la sala de rehabilitación de Fuerte Tiuna que llegó a Venezuela en 2006, de un pueblo a 30 minutos de La Habana; ella, estudiante del último año de Ingeniería. Tenían siete meses de noviazgo cuando en enero de 2010 le avisaron a Jhonny que estaba en una lista de 600 cubanos a los que se les terminaba pronto la misión en Venezuela. Entonces, él le propuso casarse. “¿Yo soy tu boleto de salida de la isla?”, le preguntó ella. Se casaron en diciembre del año pasado.

“El sueldo que le asignaban desde Cuba era una miseria para tratarse de un médico. Tenía que reportarse todo el tiempo, contestarle las llamadas a la coordinadora. En Semana Santa quisimos ir a Morrocoy y no lo dejaron”, señala Flora. Recuerda cómo salió Jhonny de Maiquetía esa mañana de marzo del año pasado: cargado con un DVD, una planta eléctrica y medicinas para la mamá.

Durante casi todo 2010 la relación fue a distancia. Guardaba los correos electrónicos en una carpeta, para mostrárselos al cónsul venezolano si los pedía. Ella dice que nunca se planteó irse a vivir a Cuba. “Estoy acostumbrada a mi trabajo, mis estudios, a las comodidades, Internet, la televisión por cable, el cine. Jhonny me contó que allá no hay nada de eso.

Si se va la luz, no puedes hacer más que salir a jugar pelota en una esquina”.

La idea de desertar se olfateaba entre los amigos de la misión. “Se fueron 50 de ese grupo; otros tenían contactos y estaban tratando de salir del país, hacia Brasil o Colombia, para llegar a Estados Unidos.

Pero Jhonny no quería desertar, no quería renunciar a su profesión ni a la posibilidad de visitar a su mamá”. Flora se casó en Cuba en diciembre y está de vuelta en Venezuela, a la espera de que su esposo obtenga los permisos para regresar.

En marzo del año pasado, el Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera de Cuba publicó un nuevo reglamento disciplinario para los trabajadores en el exterior, que obliga a informar al jefe inmediato de las relaciones amorosas con nacionales o extranjeros, residentes o no en el país donde prestan colaboración.

También deben anunciar con antelación la intención de contraer matrimonio en el país donde prestan servicio. Pese a ello, en el consulado cubano siguen repartiendo números todas las mañanas.


Por: ADRIANA RIVERA
ARIVERA@EL-NACIONAL.COM
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