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MARCOS R. CARRILLO P: Gadafi a la parrilla

Las parrilladas de los amiguitos de Robert Serra

Los niñitos boliburguéses de la revolución

 

Mientras un Gadafi delirante exigía ser amado, un grupito de hijitos de papá-Chávez (a fin de cuenta los hijitos de papá son los que obtienen dinero fácil para sus caprichos) se pavoneaban, con la intención de hacer una parrillita, frente a los dignos estudiantes en huelga de hambre.

Como todos los niños mimados, pensaban los pioneritos de Chávez estar haciendo una gracia, creían que se la estaban comiendo, literalmente, cuando pretendieron encender los carbones y asar una carnita que, obviamente, no compraron. Por su parte, el Michel Jackson del Magreb, consumido por su vanidad perversa, incitaba al asesinato de civiles desarmados en medio de un discurso desesperado y ridículo.

Ambos episodios tienen nexos íntimos. La masacre libia y la afrenta moral de los tarifados chavistas requirieron un proceso previo de toma de decisiones. Necesitaron reflexionar qué hacer frente a los que luchan por la libertad. Ambas son acciones deliberadas, premeditadas y alevosas. En mayor o menor medida, en uno y otro caso hay que contactar gente para diseñar el plan, la logística, la estructura o el personal necesario.

No solo en esto se conectan ambas acciones, sus lazos son más profundos y dramáticos. El autoproclamado líder libio, el de los atuendos “alla Lady Gaga”, y los pendejitos vestidos de bandera de Venezuela buscan celebrar la humillación y muerte de quienes piensan distinto, cada uno a su manera. Fascismo puro y duro. Uno ordena la activación de los comités de defensa de la revolución (¿How are you Fidel?) mientras los otros, con menos alcance, saborean sus bistecs al tiempo que ven a jóvenes que podrían ser sus hermanos acercándose peligrosamente a la muerte.

Si bien la dimensión de la iniquidad del pana Gadafi es superlativa, no deja de estar vinculada a la acción de los niñitos de mandado de la revolución. Las dos actitudes son un tributo a la ignominia. Todos están unidos por la infamia, han perdido el pudor y son reflejo del miedo que corroe a los tiranos y sus secuaces.

La lucha por la libertad que encarnan los estudiantes rendirá frutos tarde o temprano. Los totalitarismos convierten sus ideas putrefactas en carne que, finalmente, devoran sus mismos partidarios y acaban plagando de cadáveres a la humanidad.

Por más punta argentina y yuca brasilera que algún importador boliburgués suministre, las criadillas que sobran del lado de los estudiantes demócratas nunca se conseguirán en las parrilladas de los amiguitos de Robert Serra, salvo que sean para jalarlas, claro está.


MARCOS R. CARRILLO P. | EL UNIVERSAL
mrcarrillop@gmail.com
@carrillomarcos
viernes 25 de febrero de 2011

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