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El Editorial: En la Asamblea, El discursito

¿por qué repetir este fastidio y pérdida de tiempo el país tiene urgentes en agenda?

¿ahogándose en sus contradicciones?

 

Vale la pena repasar los hechos ocurridos en la Asamblea Nacional este sábado, no por criticar lo que ya ha sido señalado suficientemente, sino para buscarle las cinco patas al gato, porque nada cae del cielo así nomás. Veamos, por ejemplo, la forma cómo se iniciaron los acontecimientos de esa jornada que, sin duda, proporcionará mucha tela donde cortar. En primer lugar, el comportamiento de la fracción opositora se correspondió con la clásica división de responsabilidades a la hora de recibir al Presidente de la República, dando de esa manera una señal inequívoca de la responsabilidad de su papel en la Asamblea. Con ello rompió la expectativa de un grosero exabrupto, cuestión que era barajada como una posibilidad concreta, hasta horas antes, por parte de la fracción oficialista.

Ante esta posibilidad, el Gobierno se planteó dos alternativas. La primera de ellas era llevar adelante el discurso del Presidente en términos relativamente cortos, con especial énfasis en la descalificación de los representantes opositores y urgiendo, a través de sus pantallas gigantes instaladas en la afueras, a la masa de sus seguidores concentrados en los alrededores.

Si la oposición se desviaba de sus compromisos y alteraba el orden del día, entonces se activaba una concentración oficialista capaz de darle ambiente de masas a la presentación presidencial.

Si por lo contrario la oposición actuaba de una manera acorde con el protocolo y respetaba los compromisos, entonces el Presidente descartaba su discurso inicial y le daba paso a una refutación prolija de la carta de la Mesa de la Unidad que, para sorpresa de muchos, ni chavistas ni opositores conocían en profundidad. Pero igual le servía al jefe del Estado como guía para hilvanar un discurso que, como todos los que ha pronunciado en estas visitas a la Asamblea Nacional, siempre nacen entre un guión inicial que él no respeta y una cadena de anécdotas personales que florecen como un fastidio inevitable.

Vale la pena preguntarse ¿por qué se tiene que repetir este fastidio y esta pérdida de tiempo cuando el país tiene tantas cosas urgentes en agenda? De las cosas que el Presidente dijo en su discurso apenas tres o cuatro merecen un análisis más o menos serio. Lo demás es basura verbal simple y llanamente.

Al Presidente le faltó coraje, sinceridad y preocupación para tratar la dura y aplastante realidad económica que está matando de hambre a la mayoría de los venezolanos.

No es verdad que haya tendido una mano amiga a la oposición. Lo que tendió fue el brazo desesperado de un hombre que está ahogándose en sus contradicciones, en la masacre perpetrada contra las instituciones y en su propia ignorancia sobre cómo hacer marchar la economía. ¿Qué clase de amistad se puede tener con quien ha llevado el país a la quiebra, que ha sembrado de muertes los barrios y urbanizaciones, que ha expropiado terrenos y fincas, fábricas y negocios?


Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL

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