Director de Polimiranda opina que
el hecho es signo de impunidad
La venganza se convirtió en círculo vicioso en el barrio El Nacional. Tres familias enlutaron al comenzar el año.
Las amenazas eran notorias:
Los habitantes del sector La Piedra del barrio El Nacional, en Los Teques, sabían que sobre el hijo de Rodolfo Turizo Jiménez, obrero de la construcción del Metro, pesaba una especie de pena de muerte. “El Zurdo’ (Yeison García) lo tenía sometido. Le había robado la moto al muchacho y él estaba furioso. Sin embargo, el ladrón le advertía que se quedara quieto o lo mataba”, relatan vecinos.
Pese a que Turizo Jiménez, colombiano de 50 años de edad, denunció durante meses las intimidaciones, el 1º de enero se encargó de ajusticiar a los agresores de su hijo. Tomó una pistola y mató a Daniel Martínez, de 31 años de edad, y Yeison García, de 18 años de edad, e hirió a otro joven en una fiesta. El hombre, que hasta ese día era visto como “un santo” por la comunidad se convirtió en victimario y fue linchado inmediatamente por los amigos de los asesinados.
A Turizo le desfiguraron el rostro con un pico de botella, le desprendieron tres dedos de la mano y le dispararon varias veces. “No conocíamos a Rodolfo como una mala persona, pero imagino que a la gente le entró mucha rabia y decidió hacer justicia”, dijo un vecino.
El comisario Elisio Guzmán, director de la Policía de Miranda, considera que los ajusticiamientos son consecuencias de la impunidad. “Cuando la impunidad se enseñorea ocurren estos incidentes. No justifico la conducta del señor Turizo, pero aparentemente se ofuscó ante la falta de respuestas y después de discutir pasó a la violencia física”, explica.
A juicio del comisario Guzmán, otro problema que intervino en el suceso violento fue la ausencia de controles de armas ilegales: “Hace falta una política efectiva para eliminar las armas de fuego en manos inadecuadas”.
Vivir bajo las balas:
Ángela García, abuela de Yeison García, ha visto tanta violencia en el barrio El Nacional donde reside desde hace 40 años que asegura que está avejentada de la angustia. “Aparento algo más que mis 63 años de edad. El sufrimiento, por vivir en una zona peligrosa, me tiene arrugadita”, explica.
Ninguno de sus ocho hijos y decenas de nietos había perecido por una bala. Aunque niega que alguno de sus parientes esté incurso en delitos, deja claro que criminales mantienen bajo zozobra a la comunidad.
“La agresividad echó a perder el país; este barrio es solo una muestra. No tenían que matar a mi nieto ni al otro muchacho. Tampoco debían linchar al señor que los asesinó, pues tenían que entregarlo a la policía”, dijo.
Después de las muertes, en el sector La Piedra sólo quedan expresiones de susto. La venganza entre delincuentes, al igual que en otros barrios, enluta y desplaza a familias.
El martes, los dos hijos y la esposa de Turizo empacaron sus pertenencias para volver a Colombia.
“Esa gente se fue sin despedirse. Más que por olvidar, se fueron para cuidar sus vidas”, delataron vecinos.
Por: MAOLIS CASTRO
macastro@el-nacional.com
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