HomeMundo & America LatinaLos detalles del "novelón diplomático" entre EEUU y Venezuela

Los detalles del “novelón diplomático” entre EEUU y Venezuela

Larry Palmer, diplomático nominado para la representación de Washington en Caracas.

La historia de Larry Palmer, por la que estos dos
países están a punto de romper relaciones

 

La novela Palmer, por cuya cuenta Estados Unidos y Venezuela están a punto de romper relaciones nuevamente, es una cuyo título bien podría ser ‘Crónica de una muerte anunciada’.

Novela que, además, deja al desnudo lo que para la mayoría es una gran torpeza del Departamento de Estado. Si bien, otros piensan que fue una jugada digna de Maquiavelo.

Palmer, diplomático de carrera y ex embajador en Honduras, fue nominado para representar a Estados Unidos ante Caracas en junio de este año. Su designación era vista como parte del proceso de restablecimiento de relaciones con Venezuela, muy tensas durante la presidencia de George W. Bush.

Cuando el presidente Barack Obama llegó a la Casa Blanca, en enero del 2009, las relaciones estaban oficialmente rotas desde septiembre del 2008, luego de que Hugo Chávez expulsó al embajador Patrick Duffy y Estados Unidos respondió declarando persona “non grata” a Bernardo Álvarez, representante venezolano ante Washington.

Sin embargo, con el ascenso de Obama la situación comenzó a entibiarse. Para julio de ese año las relaciones ya estaban restablecidas y los embajadores de regreso.

Aunque Chávez bajo un poco el tono, nunca dejó de criticar el intervencionismo de Estados Unidos y hasta rompió parcialmente relaciones con Colombia por el acuerdo militar que el país había firmado con Washington.

Por su parte, EE. UU. continuó cuestionando las relaciones con Irán y el armamentismo venezolano pero con más discreción.

Aún así, Venezuela dio el “beneplácito” a Palmer, trámite diplomático previo en el que un país presenta a su candidato y el otro por lo general lo acepta. Pero, en Washington las cosas comenzaron a complicarse.

En cierto sector del establecimiento, especialmente el republicano, corría el rumor de que Palmer no estaba a la altura para el cargo. Esa percepción se afianzó el 28 de junio, día de su audiencia de confirmación ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, que es la que debe dar el visto bueno a los nominados por el Presidente.

Ante las preguntas insistentes de los senadores por violaciones a los Derechos Humanos, presencia de las Farc y su trato más que amigable con Teherán, Palmer respondió con evasivas o “exceso” de diplomacia.

Cuando terminó la audiencia fueron varios, incluso demócratas, los que pusieron en tela de juicio su designación y exigieron respuestas más contundentes de su parte. A partir de aquí es cuando el tema se enreda.

El senador Richard Lugar entregó a Palmer un “Cuestionario para el Récord” que debía ser respondido por escrito y en el que se le preguntaba de manera directa sobre temas internos de Venezuela.

Palmer, dicen fuentes, se sentó con funcionarios del Departamento de Estado a responder las preguntas trabajando bajo la percepción de que había que “endurecer” las posiciones del nominado si se quería lograr la aprobación del Senado.

Esas respuestas fueron entregadas en agosto y rápidamente filtradas a la prensa. Y su contenido, revelado originalmente por EL TIEMPO, no dejó de sorprender.

Si bien Palmer no dijo nada que no se ventilara internamente, su tono fue fuerte y poco diplomático.

Habló, por ejemplo, del “claro nexo” entre el gobierno de Venezuela y las Farc, la baja moral y el poco profesionalismo de las Fuerzas Armadas, de que Cuba está entrenando a paramilitares venezolanos y criticó hasta la designación del general Henry Rangel Silva -incluido en la lista Clinton- como comandante de las Operaciones Estratégicas del Ejército venezolano.

En Washington, hoy, hay un gran debate sobre si las respuestas fueron escritas con la intención de torpedear la misma nominación de Palmer o si fue una “inocentada” del Departamento de Estado.

Aunque los “Cuestionarios para el Récord” por lo general se manejan con discreción, son parte del récord público y la Cancillería estadounidense debió saber que era probable que salieran a la luz.

“Si querían hablar con franqueza sobre Venezuela sin entorpecer las relaciones, el Gobierno debió pedir una “sesión cerrada” con el Senado para hacerlo. Eso es lo que por lo general se hace cuando hay temas sensibles”, explica una fuente del Congreso.

En cualquier caso el daño ya estaba hecho. Al mes de conocerse las declaraciones, Chávez le informó a Estados Unidos, por escrito, que no podría recibir a Palmer pues éste se había descalificado a sí mismo con sus agresivas declaraciones y le pedía retirar su nombre y nominar a otro.

Para Estados Unidos, que ya había recibido el beneplácito, eso equivalía a ceder ante un Gobierno que ha dicho en público cosas mucho peores -“gobierno terrorista”, “régimen imperial”-, entre muchas otras, y de allí su decisión de insistir en Palmer como “el hombre indicado”.

Chávez tampoco podía, tras lo dicho, aceptar a una persona que arrancaba su gestión maltratándolo.

A partir de ese momento, fue como dos trenes sin freno avanzando en dirección contraria por la misma carrilera.

Hace 10 días, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado confirmó a Palmer como embajador, quedando cómo último trámite su ratificación en la plenaria, que se daba por descontada.

Chávez, ante eso, uso la última carta que le quedaba: retirar el beneplácito ya dado, algo bastante inusual y ofensivo en el mundo diplomático.

Estados Unidos en retaliación, le retiró la visa al embajador Álvarez mientras este se encontraba fuera del país. Lo cual, en la práctica, es similar a declararlo persona “non grata”, aunque evitándose el impacto de hacerlo pues eso equivaldría a un rompimiento formal de relaciones.

Y salir de esa encrucijada no será fácil pues requiere que alguno de los dos de su brazo a torcer. Cosa que por el momento nadie anticipa en el corto plazo.

Por: SERGIO GÓMEZ MASERI
Washington | 30 de Diciembre del 2010




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