El Método del Discurso…
Como otras, la revolución rusa contó con partidarios a pesar del Gulag, la masacre de los líderes revolucionarios, el pacto con Hitler, la hambruna. A pesar de las enseñanzas de la historia, los que tienen ojos no ven y la utopía no muere, se transforma, se presenta bajo un nuevo disfraz.
Ningún cálculo racional explica el extraño fenómeno de depositar una fe, repetir aquello de que “creo porque es absurdo”. Una parte de Venezuela ha comprado una ilusión; Chávez tendrá entretenidos a sus partidarios a cualquier precio. Ojalá que al pan y al circo no agregue la sangre. Al final, ¿cuándo?, esa población hambrienta y desorientada la iluminará una nueva promesa, otra ilusión, una salida más racional.
Al comunismo lo derrotó Hitler, Pinochet, o el triunfo de otra ilusión. Al primero nadie lo reivindica, al segundo discreta y lamentablemente algunos lo elogian por haber “salvado” a Chile.
Obviamente parece mucho mejor la solución europea de construir un régimen de justicia, derecho, protección social, seguridad y salud. Después de la Segunda Guerra Mundial los partidos comunistas europeos, los más grandes del mundo, no tomaron el poder hasta que dejaron de ser marxistas. La socialdemocracia y el socialcristianismo les quitaron las banderas. Esos partidos que contaban a su favor el papel de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, y la lucha de los maquis en Francia, nunca triunfaron.
Esta semana Hugo Chávez ha puesto las cartas sobre la mesa: llevará al extremo la elaboración de leyes de una Asamblea sin capacidad moral para dictarlas, atacará las manifestaciones de la oposición, exacerbará el odio social, intentará convencernos de que no hay forma de sacarlo del poder, de que en Venezuela como en Cuba la revolución se perpetuará. No lo detendrán consideraciones morales, asustará en vez de fusilar. Algo está logrando: pasa desapercibido el aumento del IVA y el impuesto al débito bancario. Miramos hacia el cielo y nos meten la mano en los bolsillos, nos preocupamos por Marx y nos desvalijan. Mientras nos preocupamos por los campos de golf, Chávez busca un remedio a lo que le angustia; las cuentas no le cuadran, prefiere que nos angustiemos por la amenaza del marxismo a que nos fijemos en el IVA. De paso también siembra el derrotismo, convence a algunos de que no entregará el poder en 2012, de que lo mejor es emigrar.
Hay por la calle una pregunta suicida. ¿Qué está haciendo la Mesa de la Unidad? Quizá la Mesa de la Unidad no haga todo lo que debiera, pero estaríamos mucho peor si la destruyésemos; si no reconociéramos su labor. La pregunta no es sólo lo que hace la Mesa de la Unidad, sino qué está haciendo usted, yo, todo el mundo. De paso no hay que suponer que Estados Unidos salvará a Venezuela.
Ojalá que en las capitales de América Latina se preocuparan tanto por Venezuela como Washington. No es así, pero fijar los ojos obsesivamente en el norte es un error grave.
En 2012 el PSUV cercará a la oposición, ahogará a los voceros democráticos de muerte lenta o de muerte súbita. Aun así, sólo hay un verdadero peligro: asustarse.
La verdadera tarea no es sólo derrotar a Chávez, lo que ocurrirá de una forma o de otra, sino evitar un período lamentable en la historia del país, la barbarie, la cura de caballo, la masacre.
Se requiere otra ilusión que esta vez no se alimente de utopías, sino de realidades.
Por: FAUSTO MASÓ (*
Fausto.maso@gmail.com
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EL NACIONAL
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