Planeaba estrenar su
segundo disco en enero
Los amigos despidieron con canciones a Benito Eliseo Pérez en su velorio. Benito Eliseo Pérez, en liquiliqui azul, reposa en el ataúd.
Ha sido vestido con su traje favorito, explican amigos que lo rodean con arpas y maracas.
Ellos todavía no encuentran explicaciones sobre la muerte.
“Sólo queda cantarle para despedirlo, pues lo peor ya pasó: lo mataron sin motivo alguno”, dice Daniel Flores, allegado de la víctima.
A Pérez, cantautor de música llanera conocido como “El Gallo Fino de Táchira”, de 39 años de edad, lo asesinaron el 5 de diciembre en San Agustín del Sur. Iba a entregar dos arpas, que elaboraba para vender por encargo, cuando alguien le disparó en el pecho.
La policía no tiene rastros del homicida:
Al cantante no lo despojaron de sus instrumentos musicales, teléfono celular o documentos de identidad.
“Escuché cuando conversaba con un yipsero, el sábado en la noche, para que le llevara unas arpas el domingo a las 7:00 am a la avenida Sucre. Le preguntó por teléfono: `¿Me va a cobrar lo de siempre, verdad?’. Luego dijo que tomaría un taxi para entregarlas en San Agustín del Sur y en la Casa del Artista”, recuerda Rafael Parra, amigo del asesinado.
Los detectives del Cicpc presumen que el cantante llegó a San Agustín del Sur, pues habría consignado un arpa antes de recibir el tiro. Sin embargo, los detalles de lo ocurrido, después de la muerte, aún no están claros. “Tenía una fuerte contusión en la sien izquierda, no se descarta el intento de robo”, trascendió.
El taxista, que llevó baleado a Pérez al hospital Jesús Yerena de Lídice, entregó sus pertenencias en la Casa del Artista.
“Supimos que dejó, nervioso, todo al vigilante. Le dijo que Eliseo estaba herido de un tiro en el hospital y huyó en su carro”, confirmaron amigos del cantante. Y el vigilante, de guardia en centro cultural, no pudo tomar las placas del vehículo. “Dijo que salió corriendo para ver, pero el hombre se dio a la fuga a gran velocidad”, comentó Parra.
Regreso fúnebre:
Para quienes lo conocían en Caracas, Pérez era generoso y abnegado en su trabajo. Fue enterrado en el estado Táchira. Nativo de la población Seboruco, al norte, esperaba visitar a su familia la próxima semana. “Siempre nos invitaba. Quería que conociéramos a sus padres y una finquita con ganado que tenía allí. Era como de mi familia”, dice Bertha Romero.
Desde hace siete años el cantante vivía en la casa de Romero en el barrio Un Nuevo Día de Catia. Llegó a la ciudad en 1996. “Vino con el sueño de convertirse en cantante de música criolla. Al principio, lo entrenó el maestro Humberto Lobo. Entre otros, integró el conjunto Palma Sola”, contó Gonzalo Contreras, amigo.
Pérez no tenía hijos ni esposa. Hace 10 años mantuvo una relación sentimental con una mujer, pero duró pocos meses.
“Era mayor que él. Ha sido la única novia que le conocimos.
Era muy tímido y reservado”, relata Daniel Flores Se presentó varias veces en el Teatro Teresa Carreño. Tenía previsto estrenar su segundo disco en enero. “Estaba muy confiado en su suerte. Arrancaría el próximo año con todo.
Creo que la violencia de Caracas se llevó una voz de Venezuela”, concluye.
MAOLIS CASTRO | INSEGURIDAD
macastro@el-nacional.com
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EL NACIONAL
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