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El Editorial: La fiesta del Nobel, La silla vacía

En la entrega de los premios
Nobel hubo una silla vacía

 

La del intelectual chino Liu Xiaobo, a quien el régimen de su país le impidió recibirlo personalmente. La historia es conocida. Con la concesión del gran premio de parte del Comité Noruego, el Nobel de la Paz, China ha puesto de manifiesto las graves contradicciones que existen en el gran país.

Liu Xiaobo está condenado a 11 años de prisión por el delito de atreverse a pensar con su propio cerebro, algo que el Partido Comunista Chino no ve con buenos ojos.

Es cierto que el régimen está lejos, muy lejos, de los años infernales de la Revolución cultural de Mao Zedong, y de la Pandilla de los Cuatro, cuando se perseguía a muerte, (y no es una metáfora), a todos aquellos a quienes querían acallar o eliminar del camino. Fueron los tiempos demenciales de la anarquía y la intolerancia, tanto que hubo una reacción contra el dogmatismo y la violencia que desataba.

¿Cuál fue el crimen de Liu Xiaobo? Muy sencillo: lo acusan de ser el autor del manifiesto conocido como la “Carta 08”, en la cual se solicitaba respeto a la disidencia y a la libertad de expresión.

El Gobierno de Pekín calificó el documento como “incitación a la subversión de los poderes del Estado”. Esto pudo ser “un crimen” en los tiempos de Mao, pero difícilmente se justifica en el país reformado y modernizado por Deng Xiaoping, destinado a ser la gran potencia económica del siglo XXI.

No cabe duda, aquí radica una gran contradicción: modernización y “pensamiento único” son términos irreconciliables. El régimen de la República Popular China desconfía del clima de libertad. De ahí que pretende aplicar la tesis de los dos sistemas.

Libre mercado y desarrollo, pero rígida censura, represión ideológica. Partido único, en una palabra. ¿Cuál fue el crimen de Liu Xiaobo? En el manifiesto democrático de la Carta 08 no se atenta contra el sistema, se plantea la necesidad de la tolerancia.

La reacción de China al otorgamiento del Premio Nobel fue peor aún que la prisión de Liu. Lo protestó como un acto de agresión cometido por el Comité del Nobel, una acción inamistosa, amenazó con romper relaciones con Noruega y desatar retaliaciones económicas. China sabe que el Gobierno noruego no tiene nada que ver con el premio, pero la intemperante reacción pretendió alzar otra muralla entre los escritores del país y la comunidad intelectual mundial.

El castigo a Liu Xiaobo dramatiza el estado de los derechos humanos en el gigante asiático. Con su condena se pretende ahogar toda expresión legítima de disidencia, amparados en el sofisma de la “inaceptable intromisión en los asuntos internos de China”. El régimen le pidió a un grupo de países que se abstuvieran de hacerse representar en la ceremonia. Venezuela y Cuba estuvieron entre ellos. ¿Sorpresa? No. Nadie puede sorprenderse que acólitos del pensamiento único sean solidarios de tales anacronismos.


Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL

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