En otras zonas de Caracas, como Caurimare y Colinas de Santa Mónica, se repite la escena: las montañas fracturadas se derrumban y se llevan la tranquilidad.
“La tragedia no es de
ricos o de pobres”
En las urbanizaciones también piden ayuda. Los residentes del edificio Guri, en la calle Neverí de Colinas de Bello Monte, sufrieron las consecuencias de las fuertes lluvias. A principios de semana se desprendió un talud en la parte de atrás del inmueble, y la planta baja se llenó de tierra y escombros. Las tuberías de gas y de agua quedaron destruidas.
La clase media también sufrió con el temporal y, aunque reconocen que hay otras emergencias, piden ayuda. Una reja separa la casa de la familia De Ituarte de un vacío aterrador. Un área de la vivienda construida hace más de 45 años en la urbanización Caurimare permanece intacta, al menos hasta ahora, porque el terreno inclinado que quedaba del otro lado se desmoronó por completo y no saben cuándo puede afectar lo que está en pie.
“La tierra cedió como si fuera chocolate derretido”, relata Federico De Ituarte. “Sonó como un terremoto, y al ver que caía en la calle de abajo comenzamos a gritar porque teníamos miedo de que pudiera afectar alguno de los carros que pasaba en ese momento. Después se cayó parte del muro del vecino y un pedazo de terraza. Y si sigue lloviendo no sabemos lo que pueda pasar”.
Lo que se ve bajo los pies de Federico es tierra, árboles, tubos fracturados y bolsas de plástico, con las que intentan evitar que el terreno siga absorbiendo agua. Allí también quedaron los restos del muro que habían instalado para reforzar el área, luego de que en septiembre ocurriera el primer derrumbe.
La obra supuso para la familia una inversión de 45.000 bolívares fuertes.
“Esa vez vinieron los ingenieros de la Alcaldía de Baruta y nos sugirieron que reforzáramos el muro y que sembráramos gramínea. Así lo hicimos. Ya ves…”, señala Carolina De Ituarte. “Ahora, regresaron y nos dijeron que tenemos que construir un muro atirantado, que probablemente cueste más que la casa. Ya nos dijeron que no tenían plata, que hay zonas con emergencias más graves. Pero esto no es un asunto de ricos o pobres. Aquí todos estamos sufriendo por igual”.
Es poco lo que pueden hacer.
Sólo esperar que deje de llover:
“Lo que se siente es impotencia. No tienes capacidad de respuesta, porque la naturaleza va en tu contra. No se puede hacer nada”, afirma el vecino. “Rezar para que no llueva. Eso es lo que nos queda”, agrega su esposa.
“Llueve, y empiezas a temblar.
Estás en una tensa calma. Ya nos duermes, porque cualquier ruido te asusta”.
El deslizamiento que atenta contra la vivienda de la familia De Ituarte se extiende a las casas contiguas. El peligro llega hasta la calle de abajo. Aun así, no hay señales que alerten a conductores o transeúntes, sólo una improvisada cinta amarilla, que no impedirá nada. Terrenos inestables como ese se observan en la calle C-3, así como en otros accesos. “Caurimare se está derritiendo”, insiste Federico.
En la entrada de la urbanización está latente la amenaza de una reja que quedó suspendida luego de que se cayera un árbol, que arrastró consigo el patio de una vivienda. “Nuestra casa es importante para nosotros, pero más nos preocupa que se pierda la vida de alguien si el terreno sigue cediendo. Entendemos que hay otras prioridades en esta emergencia, pero necesitamos que nos tomen en cuenta y que nos ayuden”, afirma Nataly Aponte.
Zonas en peligro:
La madrugada del martes primero de diciembre, los vecinos de la ruta 9 de la urbanización Colinas de Santa Mónica sintieron miedo cuando se desprendió parte del cerro que sostenía las bases de cinco quintas, que quedaron parcialmente destruidas.
“El viernes, como a las nueve de la noche, cedió el cerro que está diagonal a mi casa.
Luego se cayó el terreno que está en frente a la casa de mi vecino. El lunes no paró de llover, y el martes en la madrugada el cerro que sujetaba parte de las bases de mi casa se vino abajo y afectó casi 40% de la vivienda. Me tengo que quedar aquí porque no tengo para donde ir. Ahora me toca reconstruir”, cuenta Wendys Villalobos, una de las propietarias.
Ella es madre soltera; reside hace cinco años en Colinas de Santa Mónica con sus dos hijos, y asegura que desde que se produjo el deslizamiento no ha parado de llorar. “Por recomendación de una amiga, estuve visitando bancos para solicitar préstamos y comenzar la reconstrucción; pero, claro, como uno es de clase media, entonces tiene menos prioridad y las alcaldías no quieren ayudar”.
Los residentes del edificio Guri, localizado en la calle Neverí de Colinas de Bello Monte, también sufrieron en carne propia las consecuencias de las fuertes lluvias. El lunes, tras desprenderse un talud en la parte posterior de la edificación, la planta baja quedó llena de lodo y escombros.
El movimiento de tierra originó, además, la ruptura de la puerta principal del edificio, la obstrucción de los bajantes de basura y la destrucción tanto de las tuberías de gas como del tanque de agua subterráneo.
Desde entonces, los vecinos se encuentran sin servicios y han dedicado los últimos días a la remoción del lodo. Mientras tanto, aguardan por ayuda.
Desalojo:
Terrazas de La Vega en expectativa
Las 150 familias residenciadas en las torres 9, 10, 11, 12 y 13 de la urbanización Terrazas de la Vega, que tuvieron que ser desalojadas, deben ahora afrontar la difícil tarea de exigirle a la constructora nuevas viviendas. Mañana, por lo pronto, los vecinos se reunirán en el Indepabis con los representantes de la promotora, para tratar de llegar a un acuerdo.
Dulvis Blanco, quien desde hace 10 años reside en uno de los edificios declarados inhabitables, confiesa que se siente estafada por la promotora, porque al momento de adquirir el inmueble le aseguraron que la zona de la construcción era naturalmente segura: “La mayoría de los que aquí habitamos aún estamos cancelando préstamos al banco; quedarnos sin vivienda y tener que seguir cancelando un préstamo es una situación que no podríamos soportar, necesitamos una solución”.
Los vecinos de la urbanización se vieron obligados a abandonar sus viviendas, luego de que los edificios fueran declarados en riesgo inminente por funcionarios del Ministerio del Ambiente, al desbordarse una quebrada cuyo cauce se encuentra cercano a las estructuras.
Los Bomberos Metropolitanos y Protección Civil se presentaron en el lugar y, después de realizar evaluaciones, señalaron que las montañas que rodean las estructuras se encuentran fracturadas y saturadas de agua, por lo que podrían desplomarse en cualquier momento. Además, les informaron que el terreno es inestable y que jamás debió haberse construido en ese lugar, dijo la delegada de la torre 13, Yamileth Ruza.
MIRELIS MORALES TOVAR
ALEJANDRA RODRÍGUEZ
mmorales@el-nacional.com
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LLUVIAS | Noticias
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