La tragedia que ha causado muertes y
miles de damnificados estaba cantada
1.-Llover sobre mojado
“Vamos a hacer una estimación de los daños y a definir las zonas de alto riesgo. Pensamos que habrá necesidad de movilizar cerca de 5.000 personas de manera perentoria en el corto plazo. Hay que acabar con esos ciclos perniciosos. Todos los años se inundan las mismas quebradas y casas. Este estudio se va a realizar en todo el país.
Vamos a tomar este momento tan doloroso para relanzar la República que queremos”.
La declaración, que parece de ayer, pertenece a Ángel Rangel cuando era director general de Defensa Civil y salía de una reunión en Miraflores con el presidente de la República, Hugo Chávez. La fecha: 26 de diciembre de 1999, mientras Venezuela era un país con el ánimo deslavado por la tragedia de Vargas
Ese día, Rangel enumeró para la prensa las zonas de alto riesgo geológico y físico de Caracas: Gramovén, Blandín, algunos lugares de Caricuao, la Cota 905 y los barrios del kilómetro 0 de la Panamericana. Once diciembres después de ese diagnóstico el mapa de la vulnerabilidad de la capital venezolana es casi idéntico: derrumbes, inundaciones y tragedia volvieron a Gramovén, Blandín y Tamanaquito en la carretera vieja Caracas-La Guaira, El Junquito, la Cota 905, La Vega, Antímano y Vista Hermosa. Lo dijo Rangel en 1999: las mismas zonas, las mismas casas.
Después de lo ocurrido en Vargas, el Gobierno acordó crear una instancia coordinada por Defensa Civil hoy Protección Civil integrada por los organismos de infraestructura, universidades, el Consejo Nacional de la Vivienda disuelto y el Ministerio del Ambiente.
Hoy, Rangel revela que la comisión sí se formó. “Con el apoyo de Naciones Unidas, entre los años 2000 y 2001 se elaboró el Plan Nacional de Gestión de Riesgo; se entregó al Gobierno y eso se quedó en el papel”. Pruebas de que las conclusiones del documento no se aplicaron, no faltan. Nada más Blandín ha resucitado cuatro veces de sus escombros: en 1999, cuando la tragedia del litoral; durante la vaguada de 2005; en septiembre de este año, cuando una familia completa quedó tapiada por las rocas y el olvido, y la semana pasada. De acuerdo con registros de la Dirección de Gestión de Riesgo de la Alcaldía Libertador, 60% de las viviendas de ese extenso barrio (aproximadamente 1.200 casas) está en situación de alto o muy alto riesgo.
El miércoles, al volante de un enorme vehículo rústico en la primera tarde con sol de muchos días grises, Hugo Chávez visitó el Plan 3 de La Pedrera, en lo alto de Antímano, uno de los siete sectores del barrio al que hasta el Chagas llegó este año y en el que más votos chavistas se han registrado en las últimas elecciones.
En 2005, durante la vaguada de febrero, hubo derrumbes y muertos; hace dos meses, varias viviendas quedaron bajo escombros y la vía incomunicada y el martes pasado, a la 1:00 am, un talud sepultó la casa de la familia Rodríguez Vallejo: Kimberly, de 3 años de edad; Daniela Karina, de 8 años, y Luis, de 10 años, fallecieron. En su visita, el Presidente invitó a los habitantes de zonas de riesgo a mudarse a un albergue en Fuerte Tiuna. Les dijo que les tocaría pasar allí la navidad: no precisó cuántas.
El suelo y la ley:
“Como una galleta cuando la mojas en el café”. Así describe Alfredo Cilento, arquitecto especializado en estudios de la vulnerabilidad de los barrios, el efecto del agua sobre el tipo de suelo de los cerros del valle de Caracas, sobre todo los del oeste.
“En el caso de Caracas, el problema fundamental de riesgo hidrometeorológico está concentrado casi totalmente en 50% de la población que vive en barrios, que se ha densificado de manera brutal, sobre todo hacia arriba, a terrenos más inestables, por lo que las construcciones deben hacerse con materiales más pesados como bloque y concreto. Los suelos en Caracas, en una gran mayoría, están formados por rocas blandas o esquistos descompuestos que al interactuar con el agua los transforma en barro”, señala Cilento.
Tanto tiempo como tienen creciendo los barrios informalmente, tienen los mensajes de alarma: “Los suelos ocupados por los barrios tienen 50 años recibiendo no sólo agua de lluvia, también aguas negras y blancas por las deficiencias de servicios de tuberías, drenajes y cloacas. Además del peso natural de la tierra, está el del agua que ha enchumbado los suelos. Tengo 40 años denunciando esto”, lamenta Cilento, quien estuvo vinculado al programa de rehabilitación física de barrios, bandera de académicos de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela, que arrancó con el apoyo de la Comisión Nacional de la Vivienda en el año 1999 y fue interrumpido primero en 2001 y definitivamente en 2005, cuando el ente financista era el recién
creado Ministerio de la Vivienda, con Julio Montes al frente.
“El programa contenía las previsiones para las zonas de extremo riesgo, ante las que se debía incidir en la primera fase de la rehabilitación. Estaba planteado hacer obras de sustitución y construir edificaciones compatibles con el alto riesgo, porque si no las áreas las vuelven a invadir”, recuerda el arquitecto Federico Villanueva, integrante del programa ucevista, al igual que Josefina Baldó y Teolinda Bolívar.
Villanueva precisa que en 1994 la UCV elaboró el Plan de Caracas, con apoyo del entonces Ministerio de Desarrollo Urbano y fue presentado ante el Centro Simón Bolívar, pero no se desarrolló. Ahí se detallaban no sólo las zonas de riesgo de la capital, sino el planteamiento para la sustitución de viviendas. Después de lo de Vargas, el equipo amplió el alcance de los estudios al litoral y 12 ciudades del país.
“Claro que existen estudios de riesgo en caso de inundación, aunque hay algunas que no se pueden parar, como en el caso de Higuerote, porque son terrenos bajos. Las inundaciones son más complejas pero menos peligrosas que los derrumbes, que es el caso de lo que ocurre en los barrios de Caracas”, dice el arquitecto.
Indica que en 2001 el plan de rehabilitación se detuvo a causa de intereses económicos y que en 2005 hubo un choque de trenes entre las organizaciones comunitarias de masa que llevaban a cabo el programa y los nacientes consejos comunales promovidos por el Gobierno, que tenían un perfil político. “Para hacer estos proyectos necesitas apertura y amplitud, porque una cloaca, por ejemplo, la comparten varias comunidades”. Actualmente, asegura, ninguna institución del Gobierno se ocupa de la rehabilitación de barrios.
“Ni este gobierno, ni los anteriores, han hecho ningún esfuerzo de ocuparse del problema más serio que tiene el país urbano, que es el de la vulnerabilidad de los barrios caraqueños, donde viven 2 millones de personas. Ahora los chavistas los pintan de amarillo, azul y rojo en el programa Barrio Tricolor, pero los adecos los pintaban de blanco y los copeyanos de verde. En Medellín, Bogotá y Río de Janeiro han entendido que hay que hacer programas de rehabilitación de los barrios, garantizándoles servicios en zonas seguras y reubicando en las zonas de alto riesgo”, dice Cilento. “El Barrio Tricolor es frisar, pintar y nada más”, agrega Villanueva.
La intensidad de las lluvias de los últimos días también dejó en evidencia la inestabilidad de los terrenos donde están asentadas algunas urbanizaciones de clase media del sur y el oeste de la ciudad. “La gente es muy irresponsable, construye anexos y terrazas en los patios de las casas sin asesoría técnica, sólo con un maestro de obra y la dirección de los dueños de la casa”, afirma Cilento.
Ángel Rangel considera que se han hecho avances recientes en materia legislativa. La aprobación de la Ley de Proyección Civil y Prevención de Desastres (2001) y la Ley de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos (2008). “Son instrumentos que le han dado una herramienta al país para gerenciar el tema de riesgo. Lamentablemente no se ha instalado ni el Consejo Nacional de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos ni los gabinetes estadales y municipales que establece la ley”, dice. La norma también hace referencia a una Secretaría Técnica del Consejo Nacional, adscrita al Ministerio del Despacho de la Presidencia, pero ni siquiera aparece en el presupuesto de 2010.
Rangel identifica cuatro acciones dentro del marco de la política pública para mejorar la capacidad de respuesta gubernamental ante las amenazas naturales: 1a.-Incorporar la variable “riesgo” a los presupuestos de desarrollo urbano.
2a.-Implementar un programa de educación ciudadana para la prevención de desastres.
3a.-Emprender obras de infraestructura para la ampliación de los canales de manejo de agua, que son los mismos desde hace 50 años, aunque la población ha crecido y las lluvias son cada vez más intensas. 4.-Intervenir en áreas de alto riesgo y expropiar las viviendas más precarias y financiar la construcción de otras casas en lugares seguros.
Planes, informes, diagnósticos y leyes están engavetados en los escritorios de ministerios, institutos, gobernaciones y alcaldías.
2.-Ciudades aisladas:
¿Cuánta lluvia hace falta para incomunicar a Caracas? ¿De qué magnitud es la precariedad de las vías de acceso a la capital del país? El martes, la entrada de la Autopista Regional del Centro en Tazón, varios tramos de la carretera Panamericana, la autopista Gran Mariscal de Ayacucho (Petare-Guarenas) y la autopista Caracas-La Guaira amanecieron total o parcialmente bloqueadas debido a los derrumbes y accidentes. Así, a través de cuatro vías muy vulnerables, es como se comunica Caracas con el resto del país, donde han ocurrido, según reportes del Ministerio de Transporte y comunicación, más de 150 afectaciones de vías y puentes en la última semana.
Celia Herrera, presidenta de la Sociedad Venezolana de Ingeniería del Transporte y Vialidad, afirma que “ésta es la crónica de una muerte anunciada. Del tema hemos estado hablando hace muchísimos años. El acceso al área metropolitana por el reducido número de vías y el deterioro en el que se encuentran porque fueron proyectadas para unas metas de tránsito superadas hace mucho tiempo, se agrava con el hecho de que no tenemos cultura de mantenimiento. Y en el interior del país es peor, porque muchas carreteras son engranzonadas y otro tanto tienen problemas de drenaje en zonas anegadizas. Por eso hay ciudades incomunicadas. Sobre esto hay cantidad de informes del Colegio de Ingenieros de Venezuela”.
Indica que los registros sobre el déficit del sistema vial muestran que en condiciones climáticas normales cualquier evento, por pequeño que sea, colapsa la red de acceso primaria a las ciudades importantes. “Estas son vías en las que se encuentra la mayor parte de la infraestructura de servicio de una ciudad, como las tuberías de agua potable, la red de aguas servidas, la fibra óptica de Cantv y la televisión por cable. Además, son las arterias para llevar los insumos básicos en caso de una emergencia”.
La fotografía del mordisco que el río Tuy hizo a la autopista de oriente no sorprendió a Enzo Betancourt, presidente del Colegio de Ingenieros.
“Hace cinco años fuimos a esa zona a hacer una inspección de unas vigas de apoyo de un distribuidor y notamos que, en los laterales del río, se estaban colocando bolsas de arena que servían como colchón para que la erosión no socavara la base de la vía. Esa es una previsión correcta. Lo que puede concluirse es que el ministerio encargado de la infraestructura tenía tiempo sin inspeccionar el estado de las laderas, tomando en cuenta que ése es un río con un caudal muy agresivo porque trae lodo y piedras. Esas socavaciones no se producen con quince días de lluvia, se necesitan años”, asegura.
Herrera menciona una solución que se convirtió en otro problema: “Hay que reconocer que durante esta gestión se restituyó el pavimento de la avenida Boyacá, la autopista Francisco Fajardo y la autopista de Padros del Este, pero la calidad de los trabajos se pone en tela de juicio. Basta fijarse en el estado del asfalto luego de dos semanas de lluvia. Existen pavimentos autodrenantes que se usan en muchos países y nos estamos quedando atrás por la falta de incorporación de nuevas tecnologías y materiales. El mayor enemigo de una vía es el agua”.
3.-Vargas: la lección perdida
Por algún efecto meteorológico desconocido, cuando alguien menciona las palabras “cultura de riesgo” éstas se evaporan en el clima del interés colectivo. El concepto, que parece abstracto, incide en dar la respuesta necesaria ante una amenaza potencialmente dañina.
Carlos Genatios, ex autoridad única de Vargas después de que los flujos torrenciales inundaran buena parte del estado en 1999, insiste en que en el litoral cualquier obra de protección u ordenamiento urbano requiere un programa de prevención de desastres. “El tema de la cultura de riesgo tampoco está muy bien organizado mundialmente, pero es imprescindible. Es necesario hacer un mapa de riesgo liderado por las alcaldías, dentro de una política nacional que sume a Funvisis, al Instituto Nacional de Meteorología, las universidades, los ministerios. Cuando fui ministro de Ciencia, en el año 2000, se adelantó una agenda de prevención de desastres y algunas cosas se comenzaron a hacer con las alcaldías, pero se han ido perdiendo”.
Genatios cita un artículo que publicó en El Nacional en abril de 2003, titulado “Piedras al acecho”, en el que alertó sobre la desviación de criterios de Corpovargas al sustituir obras de canalización de las aguas de concreto reforzado con acero por otras de gaviones.
“En algunas situaciones esto no aumenta el riesgo de la población, pero en otras sí. Es decir, implica ahora un riesgo mayor para los habitantes de los conos de deyección”, dice el escrito.
“Yo llevo 8 años peleando por esto, porque las obras en Vargas se desviaron del proyecto original que fue diseñado por un grupo multidisciplinario de profesionales de varios países”.
Dice, sin embargo, que esas inquietudes no se extraviarion: “quedaron sembradas en los varguenses”.
Por: LAURA HELENA CASTILLO
LCASTILLO@EL-NACIONAL.COM
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