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    RETUITEANDO: Palabreo del general

    Palabreo del general…

     

    O key, general, usted en el mejor estilo de John Wayne luciendo sombrero de western nos ha dicho: “¡camán, boy!”, y aquí estamos, al menos lo estoy yo, con las manos arriba. Con los brazos estirados y las manos bien en alto como aquella escultura que colocaron por allí por Puente Llaguno. Eso sí, sin dejar de teclear. ¿Que cómo es posible eso? Bueno, calcule, con los deditos de los pies.

    No, fácil no es, y menos en esta laptop rechiquitita de una giga, pero no imposible.

    Por allí hay un chinito llamado Liu Wei, con tan tremenda fuerza de voluntad, y temple para no darse por vencido, que como no tiene brazos aprendió a tocar piano con los pies. Una cosa conmovedora. Métase en youtube para que lo vea. Uno no tiene, para nada, ¡qué pretensión!, las cualidades ni las habilidades del chinito Wei, güey, pero ya que nos tienes manos en alto, ¿qué más nos queda? Por cierto, general, no puedo mencionar los deditos de los pies sin que me vengan a la mente aquellos versos anónimos que Andrés Eloy, el poeta del pueblo, enriqueció con un famoso palabreo: Los deditos de tus manos. Los deditos de tus pies. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, Seis, siete, ocho, nueve diez. Aquel gran cumanés es el único adeco al que le cantó Alí Primera, y tal vez eso explique las palabras elogiosas que de vez en cuando le dedica su jefe (a Andrés Eloy, no a usted, aunque vaya si también lo hace). Lo que no entiendo es porqué si de verdad su jefe admira tanto al poeta, usted nos amenaza con los mismos grillos que él lanzó al mar en Puerto Cabello. Ni más ni menos, general. ¿Usted dice que no aceptará en el 2012 más que un resultado que favorezca al jefe? Bueno, si eso no es una amenaza potencialmente opresiva y engrilladora, ¿qué es? Y esa amenaza, ya se sabe, tiene con qué cumplirla. Saquemos cuenta: los Kalashnikov, los tanques rusos, los helicópteros Super Puma, los flamantes Sukhoy. ¿Y uno qué tiene, qué le queda, general? A ver, repítame con Andrés Eloy: Los deditos de tus manos .Eso es, los deditos de mis manos, pero usted nos las tiene en alto. Y además, mientras su jefe ha invertido miles de miles de miles de millones de dólares en esa reluciente chatarra bélica, uno no ha gastado en los deditos ni para una manicure.

    ¿Qué vaina tan asimétrica, verdad? Pero bien, como diría Cantinflas, “yo me supongo y me sigo supongoniendo”, que si su jefe no ganara y a usted no le gustara ni lo aceptara, la gente saldría a caminar pongamos que por la esquina de Candilito. Y si usted, por ejemplo, al mejor estilo de ese detestable imperialista llamado John Wayne, como si fuera un boina verde, y por aquello de “candilito que se prenda, candilito que se apague”, manda los Sukhoi, ¿a uno, general, qué le queda? A ver, vuelva a recitarnos con Andrés Eloy: Los deditos de tus pies Muy bien, los deditos de mis pies, con sus uñitas, sus callitos, el talón, el tarso y el metatarso para poder decir “patitas pa’ que te tengo”. Yo seguro correría, le digo con sinceridad, pero no sé si todos. La cosa es que si los super raudos Sukhoy quisieran dar una segunda pasada, la vuelta la vendrían dando lejísimos, digamos por Bachaquero, y al regresar ya encontraría a los peatones muy campantes por la esquina de Punceres, pintándoles una paloma. ¿Y qué utilizaríamos, general, para pintar esa columba bella? Dinos, Andrés Eloy: Los deditos de tus manos. A lo mejor los míos y los de otros. Pero dejemos los supuestos, general, y vayamos a lo que está en blanco y negro, escrito sobre el papel. ¿Eso que usted dijo no está maltratando la Constitución, a la sacrosanta Carta Magna? Yo creo que sí, que le está dando. Y para no quedarme atrás apelo también al vate (ojo, que es con uve) para decirte con qué lo has hecho: Los deditos de tus pies. Por eso es que le digo que, cónfiro, nos tiene con las manos estiradas al cielo como aquellas del Guernica. ¿Y usted sabe qué cosa es difícil, mi general en jefe?: acentuar cónfiro con los deditos de los pies en una laptop de un giga. El dedo chiquito en el acento a la derecha y buscar la o con el de al lado, teniendo cuidado de no pisar (literalmente porque son pies sobre letras) la c, otra vez la o, la ñ y nos vaya a salir una mala palabra. Dios nos libre, general. Esas letras, convendrá usted, se pueden pisar, las de la Constitución no.

    Pero queda tiempo para recapacitar y ojalá que usted lo haga, porque cosa sagrada es la voluntad popular, la libre decisión de la gente. La gente, general, eso es lo más importante, esa que va viviendo “entre golpes y traspiés”, la que a pesar de todo no se desmoralizará por sus palabras y la que, serena y pacientemente, va contando los días, como quien va… Mejor que lo diga Andrés Eloy: Contandito los luceros …seis, siete, ocho, nueve, diez…


    Por: GREGORIO SALAZAR

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