Miles de cubanos piden licencia para trabajar por su cuenta, aprovechando la
anunciada apertura económica.
Es la opción que tienen los funcionarios públicos que perderán
ahora su empleo, pero para otros sirve para dar legitimidad
Miles de cubanos han acudido en las últimas semanas a los centros de solicitud de licencia para desarrollar trabajos por cuenta propia. No se respira mucha confianza en que la anunciada apertura vaya a ser para siempre, pero los consultados repiten que hay que aprovecharla mientras dure.
Y algunos empleados del estado, “viendo las barbas de sus vecinos arder”, ya están preparando el cambio de actividad. Quienes trabajan en empresas y talleres improductivos saben que más tarde o más temprano serán despedidos.
Así lo informó en septiembre pasado la Central de Trabajadores de Cuba que mencionó que 500 mil trabajadores estatales serán despedidos entre octubre de este año y el primer trimestre de 2011.
Entre quien aspiran a una licencia están los que tienen larga experiencia en el “cuentapropismo” (el nombre de quienes trabajan de manera independiente), quienes ven una oportunidad para montar un segundo negocio, algo que ahora la legislación les permite después de una prohibición de dos décadas.
También están los que trabajaban de forma clandestina y han optado por “blanquear” su actividad. Son decenas de miles de personas a las que el gobierno les negaba los permisos para trabajar, y se veían obligados a violar la ley.
Emergiendo de la clandestinidad:
“He trabajado ilegal bajo el rigor de los inspectores que constantemente te ponen multas de $200 (pesos cubanos) y quiero terminar con eso. Me sale más barato legalizarme”, le explica a BBC Mundo la manicureJennifer, mientras espera ser atendida en la oficina de licencias.
Me responde que las ganancias de su trabajo le permiten pagar lo que pide el gobierno aunque recalca que “no da para mucho, yo gano entre $100 y $200 (pesos; US$1 equivale a 24 pesos) al día con mi trabajo, eso solo es suficiente para el gasto diario”.
Enrique Martínez viene con la esperanza de que le devuelvan su licencia. “Tenía un taller de soldadura en (la calle) Industria y ellos mismos (el Estado) me quitaron el local”, nos dice y agrega que “ahora voy a sacar el permiso para trabajar en mi casa”.
Explica que no hay insumos para los trabajadores privados, “sólo se encuentran las cosas luchando”, es decir, en el mercado negro. “Esto es como el juego del ratón y el gato, te abren por aquí y te cierran por allá, tienen a la gente loca”, termina diciendo.
Preparando el futuro:
Pablo Linares es un enrollador de motores eléctricos que trabaja en un taller del Estado. Su tarea es reparar los equipos que se queman -algo muy común dado los problemas de voltaje- y devolver funcionando el ventilador o la batidora.
Hace años que la empresa madre apenas les envía el alambre, sin el cual les es imposible trabajar. Pablo sabe que su colectivo tiene ante sí dos opciones, convertirse en cooperativa o dar quiebra y despedir al personal.
Por si acaso, ha optado por organizarse el futuro, “le pedí a un amigo de Miami que me envíe una maquina de enrollar motores para montar mi propio taller”, le contó a BBC Mundo y agregó que “el resto del equipamiento se hace en Cuba con un motor de limpiaparabrisas”.
Linares tiene ya sacadas las cuentas, “con esto se gana bien, arreglar un motor de ventilador se cobra $250 y por el de una lavadora se puede pedir $500”. Nos explica que no tiene grandes aspiraciones pero que si las cosas van bien pudiera mandar a comprar otras maquinas.
Soñando en grande:
Niurka Gamelas y Decenia Granadin tenían un estudio de fotografía en su casa y ahora se lanzan a abrir un segundo negocio, una cafetería. “Vamos a ofertar de todo, comida, café, jugos y batidos y todo en moneda nacional”, nos cuenta Niurka.
Decenia, que es la de los números, explica que la inversión total es mas de US$2.000. “Yo he reunido mi propio dinero porque soy cuentapropista desde hace 11 años, además tengo familiares en Miami que me han ayudado”.
No quiso decir cuánto gana con su estudio de fotografía, pero aseguró que “no se vive como millonario, ni se puede comprar un automóvil, pero alcanza para comer carne todos los días, vestirme yo y mis hijos y salir los fines de semana”.
A la pregunta de si durará la apertura económica, no vacila en responder: “hay que aprovechar las oportunidades, si te la dan cógela, el futuro nadie lo sabe”.
Decenia aspira a “tener un restaurante y después varios”. “Uno tiene que empezar por abajo pero soñando en grande”.
La apertura y la emigración:
“Ahora Cuba permite que desde Miami te ayuden, solo tienes que guardar el comprobante de compra. A mí me trajeron la cafetera, la batidora y hasta el café”, cuenta Decenia y agrega que “en el aeropuerto te lo dejan pasar todo”.
Algunos emigrados de Miami y otras partes del mundo parecen haber decidido que ayudar a sus familiares a montar un negocio les implica menos gasto que el de enviar remesas cada mes para ayudarlos en su mantención.
Además, BBC Mundo constató al menos dos casos en los la empresa es mixta: de un cubano residente y otro emigrado. La inversión viene del exterior, la cara y el trabajo lo pone el que vive en la isla: los beneficios se reparten.
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