En libertad: Los 35 ciudadanos
A las autoridades del gobierno militar no les quedó más remedio que tragar grueso y aceptar la decisión del juez Braulio Sánchez, que ordenó la libertad de los 35 ciudadanos detenidos por la Policía Nacional roja rojita por manifestar pacíficamente su descontento por las fallas reiteradas del Metro de Caracas. La arremetida de la policía chavista (porque ya se les cayó la careta de que era un cuerpo policial para toda la sociedad) fue contraproducente y desacertada en tanto que actuaron sin tomar en cuenta la naturaleza de la protesta que en nada colocaba en peligro el servicio general de las demás líneas ferroviarias.
Fue un hecho aislado en una estación del oeste de la ciudad y obedeció a una falla concreta en un tramo de los tantos que tiene el Metro de Caracas. Si fuera un intento de sabotaje o una protesta política coordinada se habrían tomado varias estaciones a la vez y repartido volantes, pintado grafittis y desplegadas pancartas con críticas al mal servicio que se presta. Pero las autoridades policiales actuaron con ese odio que se inculca día a día desde el poder.
Y ese es el más grande error de la Policía Nacional roja rojita porque arremetió contra quienes ejercían su derecho a la protesta sin darse cuenta de que, entre la gente que reclamaba, había militantes y simpatizantes del PSUV que se dirigían a su trabajo. No eran agitadores pagados por la burguesía ni por el imperio, sino chavistas hartos del despelote que caracteriza al Metro.
Pero igual la Policía Nacional Bolivariana (roja rojita) los agredió, les trasladó a golpes y porrazos a unos calabozos inhóspitos y, por si fuera poco, les suspendió los derechos humanos consagrados en la Constitución. No recibían visitas y tampoco viandas para su alimentación, no podían llamar por teléfono a sus familiares ni a sus abogados, les estaba vedado la asistencia médica personal y, para colmo, se le prohibió a una madre amamantar a un bebé de tres meses que estaba esperándola en su casa. También a un sexagenario que es diabético se le bloqueó el tratamiento, lo que puso en peligro su vida.
Menudo debut de una nueva policía que desde Miraflores habían anunciado como un gran avance socialista en la profesionalización de los cuerpos policiales y que, de buenas a primeras, se ha estrellado en los rieles del Metro. Verlos actuar fue como repetir una película en la cual la PM mostraba sus destrezas represivas, a la luz de la tan vapuleada cuarta república. De tal palo, tal astilla.
Al juez Braulio Sánchez el Gobierno debería darle las gracias por haber resuelto de una manera inteligente y sin daños para la imagen de Miraflores un caso que, por lo injusto y lo cobarde de la acusación, no sólo le hubiera causado un enorme desgate en la opinión pública sino entre su propia gente que, como bien lo recogieron los medios de comunicación, fueron objeto de represión y luego de desprestigio personal y político.
Por: Redacción
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EL NACIONAL