El macabro hecho se produjo en el interior de un apartamento ubicado en el sexto piso del edificio Pichincha, a una cuadra de la sede del Cicpc, el pasado lunes, cuando entre el joven y su prima surgió una violenta discusión cuando la mujer no quiso adulterarle las notas.
Vecinos se agolparon sobre el
sujeto para tratar de lincharlo
Muchacho de 14 años participó en asesinato de educadora y su hija en San Agustín. Por el caso del asesinato de Maru Coromoto Avila (46) y Bárbara Gabriela Avila (15), en su apartamento de las residencias Pichincha, están detenidos además el planificador de los crímenes, Gustavo Adolfo Hernández (21) y tres mujeres que le acompañan al momento de la actuación del Cicpc en la vivienda donde ocultaban los cuerpos putrefactos
Gustavo Adolfo Hernández, 21 años de edad, primo y ahijado de Maru Coromoto Ávila (46), asesinada junto con su hija, Bárbara Ávila (15), dentro de su apartamento en San Agustín del Norte, confesó a la policía científica, la forma en que llevó a cabo el crimen de madre e hija, tras los cual pensaba deshacerse de los cadáveres, para alquilar habitaciones en el inmueble, ubicado en las residencias Pinchincha.
La madrugada de este lunes, la División contra Homicidios del Cicpc, capturó a uno de los dos adolescentes que participaron como autores materiales del crimen. Se trata de un joven de 14 años de edad que hace dos años, había sido expulsado del liceo U.E. Felipe Tejera, ubicado entre los bloques 37 y 38 del 23 de Enero, donde Marú Ávila era subdirectora.
El jefe de la Dirección de Investigaciones Penales del Cicpc, comisario Douglas Rico, ofreció este lunes una rueda de prensa, en la que dio a conocer los detalles de la detención de los responsables. Además de Gustavo Hernández y el estudiante, fueron aprehendidas Everlide Santiago de Navas (40), su hija
Kelidyn Navas (20) y una adolescente de 17 años de edad, novia del primero.
Según las averiguaciones policiales y el testimonio de los detenidos, el asesinato se registró el pasado lunes 1 de septiembre, cuando el primo segundo y ahijado de la licenciada en Educación, llegó al apartamento 6B de las residencias Pichincha, en la avenida 8 bis de San Agustín del Norte, junto con dos adolescente de 15 y 17 años, el primero ex alumno del liceo donde laboraba Marú Avila, para cometer un robo.
Inicialmente la idea de los delincuentes era robar objetos de valor, pero poco antes de ejecutar el asalto, Gustavo Hernández, convino matar a su prima, para quedarse con el apartamento y alquilar habitaciones. Cuando los sujetos ingresaron al apartamento, solo se encontraban las dos hijas de la víctima, a quienes sometieron y escondieron en un cuarto.
Cuando Marú Avila regresó a su domicilio después de hacer unas diligencias, también fue sometida. La golpearon con un objeto contundente en la cabeza y le colocaron una bolsa plástica, hasta causarle la muerte por sofocación. Cuando Bárbara Ávila presenció la muerte de su madre, trató de intervenir y también la golpearon, para luego estrangularla con un cable. Los sujetos mantuvieron a la niña de 7 años en su habitación y Hernández, la engañó diciéndole que su madre estaba enferma y que debían cuidarla, pero que tuvo que ir al médico. Los delincuentes se apoderaron de prendas, dinero en efectivo y una computadora de las víctimas. Los objetos están en poder del segundo adolescente que sigue en fuga y que reside en la parroquia 23 de Enero.
El primo de la víctima llevaba a la niña de 7 años al colegio todas las mañanas y regresaba con ella. El jueves siguiente, tres días después del crimen, su novia, una adolescente de 17 años de edad, llegó al apartamento con dos amigas, madre e hija detenidas, para hospedarlas en el inmueble y cobrarles el alquiler de una habitación.
Cuando los dos menores de edad huyeron del edificio, el primo de la víctima escondió los cadáveres bajo un lavandero del apartamento, los cubrió con ropa y basura, les aplico un acelerante e intentó prenderles fuego.
El comisario explicó que cuando las mujeres se percataron del olor putrefacto, detectaron que algo sucedía. El sujeto les confesó que se trataba de dos cadáveres y les pidió tener paciencia hasta que pudiera deshacerse de ellos, a lo que ellas no se opusieron. La novia del individuo también se instaló en la residencia.
Cuando los vecinos alertaron el hedor putrefacto, intentaron abordar a los nuevos inquilinos, pero Hernández siempre les decía que Marú Ávila estaba enferma y que el olor era producto de un cable quemado en la lavadora y luego en la tostadora.
Mayerlin Valles, amiga de las víctimas, contó que la educadora nunca tuvo confianza en su primo y cuando lo vio rondando por la zona, días antes del crimen, le contó a una pariente y esta le sugirió no abrirle la puerta. Pasados los días de su desaparición, un sobrino de la víctima la llamó y le pidió que averiguara lo que sucedía, porque Gustavo Adolfo, era quien respondía las llamadas a todos los teléfonos y respondía los mensajes de texto en los celulares.
Entraron a la fuerza…
El sábado por la tarde, un vecino de las residencias Pichincha, buscó una comisión de la PNB y la llevó al edificio, insistiendo en que la dueña del apartamento estaba desaparecida y que del inmueble salía un olor a muerto. Los uniformados confirmaron la situación y notificaron al Cicpc. Cuando los policías llegaron al sitio, Hernández se negó a permitirles el acceso, por lo que tuvieron que ingresar a la fuerza. En el sitio detuvieron al joven y a las tres mujeres. Los cadáveres fueron hallados bajo el lavandero, cubiertos con ropa y basura.
Especial/AA
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