De Miraflores…
El Presidente está armando su rompecabezas particular cada día y cada semana en Miraflores. Y decimos particular porque en sus movimientos expropiadores no hay una intención de volver públicas estas empresas para hacerlas más eficientes, sacarlas de un desplome financiero o asimilarlas para que funcionen en un gran plan nacional.
Nada de eso. Se expropia sólo para complacer una voluntad de poder, lo que implica destruir lo que funciona y apropiarse de los restos para que obedezcan a una sed insaciable de venganza personal.
Esto último es lo fundamental porque nada de lo que está ocurriendo con las expropiaciones puede ser atribuido a algunos altos funcionarios “que se les fue la mano”, o que en su delirio revolucionario apresuraron unas decisiones que no estaban en la agenda del Presidente. Bien harían en bajarse de esa nube los amplios sectores vinculados con la actividad privada porque en la estrategia del Presidente no cabe la hipótesis de sectores particulares que convivan con el proceso. No los quiere y no los aceptará.
Lo que el Gobierno piensa es utilizar tácticamente las promesas de no ir más allá en cada expropiación y garantizar que va a quedarse quieto con los medianos y pequeños productores.
Nada de eso es verdad: es basura pura y simple. La peste expropiadora del socialismo militar jamás se ha detenido en una incauta etapa primaria, como da a entender a tambor batiente la propaganda oficial. Son pasos de una escalera que sólo tiene como finalidad subir hasta el último piso donde reside el verdugo, que no es otro que el Gobierno, ergo, el Estado. Dos pestes alojadas en una e indivisible persona: el Presidente.
Tomemos por caso la expropiación de la Siderúrgica del Turbio S.A. o Sidetur, anunciada en el programa dominical del jefe del Estado. El acto de confirmación del destino incierto de más 2.000 personas (entre obreros, empleados, ejecutivos, proveedores y comercios) se produce en un día de descanso, cuando los venezolanos tratan de olvidarse de todas las desgracias que la inseguridad, la escasez de alimentos básicos, los desastres del Metro, la inflación y la falta de viviendas les ocasionan en la semana.
Lo grave es que serenos en sus casas, cada semana los venezolanos reciben de boca del Presidente, como bombas nucleares, las desquiciadas noticias sobre el porvenir de sus vidas a partir del próximo lunes que comienza. “Yo quiero expropiar esta finca”, o también “Yo quiero expropiar esta industria, o estos supermercados” y, por sin fuera poco, “estos apartamentos de la clase media”.
Ya es hora de comenzar a detener estos atropellos rojo rojitos organizando a la sociedad civil en un vasto movimiento que día a día se manifieste, municipio a municipio, estado a estado, región a región, de la manera más pacífica, personal, por sectores o nacional, contra la estrategia del Gobierno para eliminar la propiedad privada. Y de sus sitios de trabajo.
Por: Redacción
Política | Opinión
EL NACIONAL
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