Un cheque por 750.000 dólares fue la prueba final que el FBI necesitó para
apresar a Rafael Ramos.
Se giraron instrucciones por correo electrónico
para que se hicieran las transferencias
Pocos momentos antes de la cita en el hotel Viceroy, en el downtown de Miami, el vene- zolano Rolando Araujo, uno de los accionistas de la firma bursátil Unovalores, fue sometido a una cuidadosa revisión por técnicos del Buró Federal de Investigaciones para esconderle en el cuerpo un diminuto micrófono de alta definición destinado a una operación encubierta decisiva.
Eran las 8:00 de la noche del sábado pasado. El FBI había contactado con Araujo por intermedio de Tomás Vásquez, el otro accionista de Unovalores que colaboraba con los agentes federales en la operación contra Rafael Ramos, interventor de la empresa bursátil, que estaba intentando concretar una extorsión por 1,5 millones de dólares.
Era la última parte de la operación. Ramos había recibido un primer pago de “buena fe” de 50.000 dólares a través de su intermediaria, Adriana Grillet, una empresaria venezolanoamericana que reside en Estados Unidos. El dinero había sido aportado por otra persona vinculada con la operación, con aprobación del FBI.
Ramos había girado instrucciones por correo electrónico para que le hicieran varias transferencias, entre ellas una de 100.000 dólares a su cuenta en Islas Caymán, otra de 70.000 a una cuenta en Panamá a nombre de Juan Carlos González González, la entrega de 60.000 dólares en efectivo en Caracas, y 20.000 dólares para gastos operativos.
Los depósitos debían hacerse en dos cuentas corrientes de Bank of America, a nombre de la firma Jodshad Jewels Investments LLC, de Hollywood, al norte de Miami.
El siguiente paso era crucial:
Vásquez debía entregar un cheque de gerencia por 750.000 dólares para sellar el supuesto acuerdo con Ramos. Se trataba de un cheque falso, parte de la estrategia encubierta.
Vásquez le había pedido a Araujo que le entregara el cheque a Ramos. Cuando Araujo dudó en hacerlo, el agente federal Daniel Johns, que coordinaba la operación secreta, solicitó la cooperación de Araujo para que se efectuara la entrega, con el fin de grabar el encuentro con Ramos. Hasta ese momento Araujo no sabía que el FBI estaba tras la operación.
La entrega:
Ramos había tenido un sábado muy ocupado.
Desde la mañana había estado en reuniones con los directivos de otra casa de bolsa a la que supuestamente estaba extorsionando, de acuerdo con documentos de la Corte Federal.
Las autoridades creen que Ramos también estaba intentando extorsionar a los directivos de Italbursátil, otra de las firmas en la que actuaba como interventor.
Para Araujo no fue difícil atraer a Ramos a la trampa que el FBI le había montado.
Contaba con la plena confianza del interventor y mantenía constante contacto telefónico y personal desde la llegada del funcionario a Miami.
El día de la detención, Araujo llamó a Vásquez para explicarle que había recibido un ultimátum: Ramos exigía una transferencia de 325.000 dólares y el pago final de 750.000 dólares para sellar el acuerdo. Vásquez dio a entender que aprobaba el trato.
Cerca de las 7:00 de la noche del sábado, Araujo se encontró con el interventor en el Dolphin Mall, centro comercial de Doral, en el noroeste de Miami.
Luego de esa reunión, Araujo se encontró con Vásquez para cuadrar la entrega del cheque.
Conversó una vez más con Ramos telefónicamente a petición del FBI, que estaba grabando la conversación. Araujo le comunicó al interventor que estaba listo para hacerle el pago esa misma noche. Al día siguiente debía salir de viaje a Orlando.
Ramos aceptó un encuentro en el lobby del hotel Viceroy.
Tras una breve conversación que fue grabada, Araujo entregó el cheque.
Cuando Ramos se llevó el cheque al bolsillo, un comando de agentes encubiertos del FBI irrumpió en la entrada del hotel.
Ramos, lívido, aceptó hablar en privado con los agentes.
Tras ser conducido a la parte trasera del hotel, Ramos sacó voluntariamente el cheque de 750.000 dólares del bolsillo izquierdo de la camisa y lo entregó al FBI. Inmediatamente fue trasladado a las oficinas de la agencia en North Miami.
Ya en el FBI, un oficial le dijo formalmente que era detenido por extorsión a Tomás Vásquez y le leyó sus derechos. Aunque Ramos trató de argumentar que no se trataba de una extorsión sino de un soborno, finalmente admitió que exigir 1,5 millones dólares a cambio de un reporte de la Comisión Nacional de Valores favorable a Unovalores había sido idea suya. El calvario de Ramos apenas comenzaba.
La misteriosa mujer:
A lo largo del documento federal que describe las operaciones del FBI para capturar a Rafael Ramos de la Rosa, aparece una mujer como la principal intermediaria en los pagos exigidos por el interventor a los propietarios de Unovalores: Adriana Grillet.
Venezolana con más de 30 años de residencia en Estados Unidos, Grillet tuvo un papel crucial no sólo como receptora de varios pagos que los extorsionados hicieron a Ramos, sino también como factor de presión e intimidación para agilizar las transferencias de dinero.
Cuando se le llamó a su teléfono celular el lunes pasado para solicitar su versión de los hechos, dijo: “No tenía idea de lo que estaba pasando”.
Sin embargo, admitió que conoce a Ramos “desde hace mucho tiempo”.
Todavía no está claro si será juzgada como cómplice de la extorsión o si fue exonerada por colaborar con las autoridades federales para aprehender a Ramos.
La mujer, que es hermana de Williams Grillet, interventor de la firma bursátil U21, mantenía conexiones con un importante medio de comunicación en Miami y, de acuerdo con los papeles de la Corte, amenazaba con enlodar la reputación de Vásquez y Araujo si estos se negaban a acceder a la extorsión de Ramos.
Fue ella quien recibió al interventor cuando llegó al aeropuerto de Miami el 21 de este mes, según los documentos de la vigilancia que estableció el FBI.
Por: CASTO OCANDO ¦ MIAMI
Internacional ¦ Política
EL NACIONAL
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