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Thursday, November 21, 2024
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HAMPA: Piratas roban motores de los peñeros y dejan a los pescadores a la deriva

Zonas de mayor peligro para navegación están en Sucre y Nueva Esparta.
Los piratas cada vez son violentos y audaces.

Este año se han procesado
18 denuncias de piratería

 

Esta cifra es la más alta desde 2002. Luisa Rojas de Zabala pasó horas de angustia porque su hijo, Pedro José Zabala, no regresó a casa luego de faenar en las costas frente a La Galera, en la isla de Margarita.

Cuando ella se percató de su ausencia, el pescador tenía más de ocho horas a merced del oleaje, junto con otros tres compañeros de labores.

“Cuando iba a tirar las redes al mar, llegaron unos sujetos que se la pasan por ese sector atracando como piratas. Le quitaron los motores, las redes y lo dejaron a la deriva. Esa noche le hicieron lo mismo a otros doce pescadores del pueblo”, señaló.

La mujer indicó que en esa región los delincuentes utilizan pistolas y fusiles. Van en un peñero grande, con motores de alta potencia que impiden a las víctimas cualquier maniobra evasiva.

La situación se repite con frecuencia en las costas de la región insular, así como en las del estado Sucre. El presidente de la Asociación de Pescadores de La Galera, Anselmo Ortega, recordó que los agremiados hicieron en 2009 denuncias ante la Guardia Nacional y la Marina.

“A mí me han robado en alta mar 66 piezas de red, y no he obtenido a cambio nada de nada. Cuando denunciamos todo esto le echan agüita al asunto y listo. Eso se queda así”, afirmó.

El presidente de la Asociación de Pescadores de Río Caribe, estado Sucre, Manuel González, tiene historias similares a las de Ortega. El sábado pasado, su amigo Santos Alfonso fue despojado del motor de la lancha por sujetos que llegaron en otro bote, justo frente a su vivienda en el caserío Puerto Santo.


 

Zona de riesgo:

Las costas de los estados Sucre y Nueva Esparta son las más peligrosas para la navegación en todo el país, de acuerdo con un mapa de riesgo divulgado la semana pasada por la Organización Nacional de Salvamento.

El Secretario General de esa asociación, capitán (marina mercante) Luis Guillermo Inciarte, señaló que en esas aguas convergen grupos de traficantes de drogas que no desean la presencia de los pescadores, así como también bandas de asaltantes que cada vez están más organizadas, debido a la impunidad.

Indicó que las víctimas generalmente no denuncian los robos ante las autoridades. Si son extranjeras, prefieren trasladarse hasta sus países de origen y hacer allí el reporte, por desconfianza hacia las policías de Venezuela. Los venezolanos creen que perderán el tiempo al hacer la denuncia, pues las autoridades no harán nada.

 

Inciarte indicó que hasta el momento han procesado 18 denuncias de piratería o intentos de piratería durante 2010.

Esta cifra ha sido la más alta desde 2002, cuando se inició el registro de casos. Cada reporte es incorporado a una base de datos de la Organización Mundial de Comercio. Las víctimas en estos casos son grandes cargueros o personas afiliadas a ONSA. González asegura que sólo en Río Caribe y poblaciones cercanas han reportado 16 casos de piratería en 2010. Las pérdidas en cada caso son en promedio de 16.000 bolívares.

Los motores son revendidos en otras poblaciones o desarmados, pues debido a la carencia de dólares los repuestos son escasos o simplemente no se consiguen. De seguir con este ritmo, se proyecta que para finales del año habrá por lo menos 25 reportes internacionales de piratería. Esto es motivo de preocupación.

Los hampones cada vez son más audaces en sus incursiones. En julio, por ejemplo, los tripulantes del buque Atlantic Rose detectaron que un grupo de antisociales había llegado a cubierta trepando por la línea del ancla. Cuando sonaron la alarma se lanzaron al agua, pero ya se habían apoderado de numerosos bienes. Al mes siguiente, el carguero Os Istambul no pudo atracar en Guanta, fue perseguido por piratas.

“En alta mar no existe ley ni justicia”

Los piratas del mar mantienen azotados a los pescadores de la isla de Margarita, especialmente a los de la península de Macanao, que a diario ven amenazadas sus vidas cuando salen en sus embarcaciones a buscar el sustento.

Aunque no denuncian los hechos porque consideran que “en alta mar no existe ley ni justicia”, el temor los envuelve cuando, después de un asalto, tienen que regresar a la faena, pues, es su única forma de proveer el sustento familiar.

La semana pasada, Isidoro “Chabó” León salió desde la población de El Manglillo a bordo de su embarcación El Gato, y a las pocas horas fue sorprendido en alta mar por un par de piratas marinos que a punta de pistola le quitaron el peñero y lo lanzaron al mar.

“Afortunadamente, sé nadar y logré llegar hasta la orilla, pero algunos que no tienen esa destreza se pierden y nunca más aparecen”, aseguró León.

León ­evitó fotografiarse por temor a ser reconocido por sus atacantes­ asegura que para el momento del asalto había logrado calar más de 1.000 kilos de anchoa, producto que fue localizado dañado junto con la embarcación sin sus dos motores, a escasas millas del sitio donde fue abordado por los ladrones.

“Solamente les interesan los motores, porque con las embarcaciones no pueden hacer nada, pues todo el mundo las reconoce, así las pinten”, apuntó el pescador.

Dice que esa experiencia la han vivido también algunos familiares y compañeros de poblaciones vecinas, entre ellas El Horcón, pueblo en el cual viven varios trabajadores del mar que han padecido situaciones desagradables.

Nemecio “Mencho” Vásquez fue víctima de los piratas del mar cuando salió a faenar en su “yola”, como le dicen a las embarcaciones de menor calado, y fue atacado por dos hombres a bordo de otro peñero, quienes tras someterlo le quitaron los dos motores del bote El Corroncho.

“No nos quitan más nada.

Me dejaron a la deriva y gracias a Dios fui rescatado por unos amigos”.

José Ramón Vásquez, conocido como “Chemongo” contó que su primo José Isabel Vásquez, “Chabé”, un hijo y tres cuñados de éste desaparecieron en alta mar porque les quitaran los motores y los dejaran a la deriva.

“Es el acto de piratería más grande que hemos padecido, porque además de los motores esos familiares perdieron la vida. Se los tragó el mar porque más nunca aparecieron y de eso hace varios años”.

Los pescadores aseguran que se abstienen de denunciar porque nunca han obtenido resultados. “Es preferible volver a comprar los motores que andar perdiendo tiempo poniendo la denuncia en la Capitanía de Puertos o en el INEA. Ahí nadie hace nada”.


JAVIER IGNACIO MAYORCA
jmayorca@el-nacional.com
Judicial | Sucesos
EL NACIONAL

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