La familia de Adalfredo Blanco, inspector de Polimiranda asesinado,
suplica al Presidente hacerle frente a la delincuencia.
La muerte conmocionó a
la población de Curiepe
El asesinato del agente de la Policía de Miranda Neivy Molina, ocurrido el 9 de septiembre, revivió una sensación de inquietud en sus compañeros.
El inspector Adalfredo Blanco, de 43 años de edad, fue uno de los más afectados. “Negra, estoy mal, mataron a otro de los muchachos. La delincuencia está acabando con nosotros”, dijo a su esposa, Mariela Urbina.
La advertencia no fue escuchada:
El domingo, Blanco murió de tres tiros en un enfrentamiento con delincuentes en el barrio Güeime de Guarenas.
El homicida, Jonathan Morales Quintana, de 23 años de edad, también fue ultimado en el operativo. Estaba evadido desde junio del calabozo de Polimiranda en Guarenas.
“Quizás lo había visto antes o no, pues mi marido estuvo en el momento de la fuga”, aseguró Urbina.
Blanco supo lo letal de su oficio en 2008. Ese año recibió un balazo que quedó alojado en la parte temporal derecha de su cabeza. “Fue en un enfrentamiento con malhechores en Río Chico. Contaba que le cayeron en cambote, pero logró salvarse y recuperarse rápido, aunque no aprendió y continuó en la policía”.
El inspector tenía 13 años en Polimiranda:
Era un funcionario ejemplar, según los compañeros. En su casa, la familia tiene una caja repleta de condecoraciones y artículos de diarios que reseñaban sus ascensos. “Pensamos que era bonito ser policía, pero es una desgracia”, expresaron los familiares.
Sus cinco hijos y su esposa aconsejan no ejercer ese oficio.
“El que pueda salirse de eso, que lo haga pronto. Es un sufrimiento para sus seres queridos y para ellos, que terminan muertos. El Presidente debería enfrentar la violencia”.
Por un centímetro:
La patóloga forense, que practicó la autopsia al cadáver del inspector, reveló que un centímetro lo distanció de la vida. El proyectil penetró por la axila derecha, cerca del chaleco antibalas, y salió por el costado izquierdo.
“A veces creo que murió por cosas del destino”, señaló su esposa.
El pasado lunes, Blanco iba a tomar vacaciones; estudiaba sexto semestre de Derecho y planificaba comprar un vehículo. “Si ese enfrentamiento hubiese ocurrido unos días después, mi esposo estaría vivo y sería una mujer feliz”.
El inspector no pensaba retirarse de la policía, pero aspiraba a graduarse de abogado y ascender a comisario para evitar la calle.
Curiepe enlutado:
Los habitantes del pueblo se agolparon en el funeral del funcionario, en la pequeña iglesia de Curiepe. Mientras su esposa lloraba sobre la urna, los vecinos despedían al fallecido con la canción “Un millón de amigos”.
En el acto fue ascendido a inspector jefe. “Salió todo el mundo de sus casas, incluso vino gente de otros lugares. Siempre le tendía la mano a quien necesitaba ayuda, por eso era tan querido”, afirmó Leonel Urbina, cuñado de Blanco, que informó a la familia sobre el asesinato.
Era la primera vez que algún miembro no muere de viejo, en un accidente de tránsito o por una enfermedad. “Ojalá no vuelva a suceder. Uno no se lo cree cuando te lo dicen”, afirmó la viuda del funcionario asesinado
MAOLIS CASTRO
macastro@el-nacional.com
Judicial | Sucesos
EL NACIONAL