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Thursday, November 21, 2024
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Papel Literario: Un libro importante y necesario



A propósito de la reedición Papel Literario
dedica sus páginas a esta notable autora

 

En un país en el que los estudios sobre el teatro venezolano son escasos y ocasionales el estudio de Susana Rotker, Isaac Chocrón y Elisa Lerner: los trasgresores de la literatura venezolana, es importante por más de un motivo.

[N]o sólo se ocupa de un asunto de poco interés entre los investigadores para la época cuando fue escrito: la obra de dos dramaturgos, además singulares, sino por su calidad literaria y analítica. Digo que es necesario, no por tratarse de dos autores venezolanos judíos, es decir cultural y existencialmente únicos; lo es por el enfoque, innovador y vigente, y por los sentidos que la autora descubre en los dos autores.

Con un lenguaje impecable y una seguridad conceptual no muy frecuente, Susana Rotker comprendió plenamente el mundo personal y ficticio de dos de nuestros escritores más universales, que han representado situaciones humanas que competen a todos a partir de una condición particular: ser judíos.

Susana, temprana y azarosamente desaparecida para dolor y memoria de sus seres queridos y de quienes la conocimos y compartimos amistad y tareas intelectuales, hace gala de lo que llamaré una suave erudición. La brillante calidad de su escritura hace fluir con normalidad y sentido común su penetrante mirada académica y su sólida manera de organizarla para interpretar las obras de esos dos dramaturgos. Centrado en la condición judía compartida entre la investigadora y los autores estudiados, este libro dista mucho de ser un acto de fe o un alegato ortodoxo, menos aún una mera defensa de la “diferencia” existente entre ellos y una cultura distinta, la venezolana. Este libro invita a reflexionar sobre la condición humana.

Susana comprende las “diferencias” de Chocrón y Lerner y del mundo dramático de sus obras como una condición humana cuya significación desborda sus localidades. Si no, no serían Chocrón y Lerner dos autores venezolanos que asumieron y son asumidos como autores pertinentes a la nación en la que nacieron y escriben.

En la mejor tradición de los scholars, desempeño en el que brilló, nuestra autora establece un marco teórico coherente para su interpretación y cuidadoso de los detalles que descubre en su objeto de estudio. Su punto de partida es el análisis de algunos rasgos que determinan el sentir y la situación del judío: extraño en su contexto, interrogador de su identidad, heredero de una historia dispersa, ajeno al territorio que ocupa, minoría siempre. Lo importante es que estudia esta condición en la obra de dos creadores, no en sus vidas que, en cuanto tales, bien pueden semejarse a la de muchos. Aun así, Susana se interesa por principios generales para comprender a Chocrón y a Lerner: “La escritura judía (…) reflexiona sobre la identidad del diferente como subjetividad marginada y sobre la soledad perpleja del que no participa de veras en lo colectivo, del que cree que el único diferente es él y los demás son todos iguales o normales”.

Esta descripción general calza a la perfección con este libro. A la par de hacer un estudio todavía hoy único en el panorama de los estudios teatrales venezolanos, el análisis es fundacional al explorar un contexto raigal antes no intentado, mediante el cual pone al descubierto sentidos diversos y universales en Chocrón y Lerner; esto, sin excluir sus reflexiones personales y generales sobre el judío: el escándalo de ser diferente, de doble significación en los autores estudiados; la relación problemática con el “endogrupo”, concepto traído muy oportunamente para el estudio, de manera especial en lo que concierne a la familia; y la diáspora y la identidad como categoría dramática central en las obras de Chocrón y Lerner.

Desde el título, Susana indica el rasgo central en la producción de los dos dramaturgos, la trasgresión relacionada con el concepto de minoría, y no sólo la judía. Es un aporte de la autora de utilidad para otros casos de la literatura y del teatro venezolanos. La trasgresión, desde la posición de la minoría y del inadaptado, consiste en mostrar los límites, la diferencia, la exclusión y/o la autoexclusión.

En su interpretación de la obra de Chocrón, nuestra autora presta especial atención a las obras que la crítica más reciente ha considerado que están determinadas por contenidos autobiográficos, en los que la familia –el endogrupo– es el centro de las interrelaciones sociales. Y como es de suponer, se trata de un grupo social en el que las relaciones centrales tienen como protagonistas a padres e hijos. La “ofrenda del hijo” y el “sacrificado por la familia” son la concreción temática.

Es muy esclarecedor el estudio cuando observa que en el teatro de Chocrón “el país es un enigma”, asunto poco estudiado en este dramaturgo a pesar de ser uno de sus aportes más personales. Esta incógnita tiene mucho que ver con otro rasgo que Susana resalta, el viaje como un ir hacia o, como lo he dicho refiriéndome a otros dramaturgos venezolanos y al mismo Chocrón, un “irse de” antes que un “ir a”. El viaje, por supuesto, es inherente al judío, es la diáspora y el desarraigo milenario. Pero también es la salida del distinto y del que se sabe minoría ante su endogrupo, matiz que universaliza al dramaturgo.

Chocrón y Lerner son los dramaturgos venezolanos que con más sinceridad se han atrevido a desnudarse en la escena, actitud que los hace trasgresores más allá de los parámetros judíos, porque se atrevieron a desvelar zonas de la moral privada que se puede presumir, pero no asumir en público. En esa moral privada familiar son centrales las relaciones con los padres, muy en particular con la madre, y la sexualidad. En este aspecto, Susana hace bien en resaltar qué significa la familia en la producción de ambos, sin duda los primeros en valorar el mundo del Yo, ante y en contraste, con el mundo de los Otros.

Cuando aborda el mundo de Elisa Lerner, Susana le presta atención al drama de la identidad, entendida como un noser y una carencia. Bien apunta la secuencia como se manifiesta ese drama: la ausencia de diálogo (Elisa es amiga de los monólogos), el silencio y el diálogo de sordos. Además, resalta Susana dos leitmotiv de la dramaturgia de Lerner, el drama de la soltería y la asimetría en las relaciones hijamadre.

Una diferencia es resaltada en Lerner en relación con Chocrón, el problema del poder ejercido contra el personaje femenino, sea en la relación típica dominador/ dominado o, simplemente, en el ámbito del endogrupo familiar. Susana penetra en todos los detalles del mundo femenino del teatro de Lerner: la soltería y la sexualidad como “un enlace fracasado”, el hombre “desvanecido” y la Madre, “casi el único ser con personalidad propia”.

En este estudio de Susana Rotker destaca el conocimiento que tiene de los procedimientos y de las estrategias de la escritura teatral, gracias al cual su investigación no se limita a los asuntos temáticos sino que valora bien el discurso dramático de Chocrón y a Lerner.

Además, este libro aporta dos testimonios muy valiosos en los que ambos dramaturgos exponen de viva voz lo que sienten ser. Elisa Lerner resalta el ser mujer escritora judía, aunque reconoce que en ella no ha habido conflictos “entre mi mundo literario y mi mundo judío”. Isaac Chocrón, a su vez, habla del tipo de relación que mantiene con su comunidad, en la que su formación iniciada en un colegio católico es un elemento determinante.

Sin la menor duda, considero que la reedición de este libro era necesaria, por su calidad intrínseca y para mantener viva la memoria de su autora, por ser una obra que hace aportes fundamentales a la bibliografía teatral venezolana y porque así las nuevas generaciones conocen a quien lo escribió.

En el año 1991, el Fondo Editorial Fundarte publicó Isaac Chocrón y Elisa Lerner. Los transgresores de la literatura venezolana , de la periodista y ensayista Susana Rotker (1954-2000). Una coedición de la Universidad Católica Andrés Bello y el Espacio Anna Frank vuelve a poner en circulación este peculiar estudio literario.

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Por: LEONARDO AZPARREN GIMÉNEZ
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EL NACIONAL
Caracas, viernes 10 de octubre de 2010





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