La última de las múltiples ideas del escritor y publicista fue la
creación de un Museo del Humor.
Para Manuel Graterol hacer
reír era un acto de bondad
Maestro del verso y de la rima, periodista, libretista, compositor, humorista, escritor y publicista. Eso y más fue, durante 50 años, Manuel Graterol, conocido como Graterolacho.
El también llamado poeta popular falleció ayer a las 4:30 pm, a los 75 años de edad, víctima de una afección pulmonar. Llevaba dos días recluido en la unidad de terapia intensiva de la Clínica Rescarven de Chuao.
“Hace un mes me lo encontré en un restaurante, lo vi algo viejo, pero nunca pensé que nos dejaría tan pronto”, expresó Laureano Márquez, que compartió con Graterolacho tanto profesional como personalmente.
“Siempre se preocupaba por el bienestar de todos. Decía que el humor era un acto de bondad”, agregó Márquez, visiblemente conmovido.
Oriundo de Turén, Portuguesa, Graterolacho llegó a Caracas a los 6 años de edad. A los 17 años comenzó a trabajar en los medios de comunicación y a partir de la década de los cincuenta empezó a destacar sobremanera en el área de la publicidad, en la que se hizo un hombre de medios.
Entre sus eslogans de impacto masivo se recuerdan “Esta es Venezuela compadre” y “No se conforme con menos”. Simultáneamente, Graterolacho inició un recorrido periodístico con sus columnas “Se sufre pero se goza”, “Cantos de cantina”, “Suspiros de tucusitos” y “Versos y reversos”.
Luego se desempeñó como redactor, supervisor creativo y director creativo en grandes agencias. Entre las décadas de los sesenta y ochenta, fue gerente y vicepresidente de Corpa, Young & Rubicam y JMC, hasta que llegó a tener su propia empresa, Createrol Publicidad.
Siempre manifestó un amor incondicional por Caracas.
“¡Soy caraqueño y caraquista”, exclamaba con su tono dicharachero. Graterolacho identificaba a la ciudad como el centro de sus sentimientos.
“Aunque esté una semana en mi pueblo o quince días en París, siempre tendré intacto el deseo de regresar al punto de partida de todos mis afectos”, dijo una vez casi con lágrimas en los ojos.
“Soy un hijo adoptivo de Caracas”, era su lema principal.
En 1989 funda junto con Luis Muñoz Tébar Lumute el semanario El Camaleón, que venía encartado con El Nacional.
Entre ese año y 2003 publicó más de 500 ediciones; y lo convirtió en un proyecto multimedia que abarcó el espectro radial y televisivo.
En sus últimos años de periodista, Graterolacho trabajó para Kys FM. Además, escribía un soneto que publicaban periódicos de circulación nacional y del interior.
Era multifacético, como una caja de Pandora. Una de las sorpresas de su repertorio artístico y literario fue la letra que le creó a José Luis Rodríguez para el Festival de Viña del Mar en 1981. “Me tocó ver y sentir cuando 30.000 almas coreaban y se movían con la canción”, recordaba.
“Era un tipo profundo, de unas raíces espirituales muy fuertes. Creyente en Dios, en la amistad y en las cosas hermosas que se establecen de las relaciones humanas”, manifestó el propio José Luis Rodríguez, que recordó a Graterolacho de cuando fueron vecinos en El Cafetal, en Caracas.
Rolando Salazar se refirió a su amigo como una persona con sentido de familia. “Estuve en su casa la semana pasada cuando me manifestó su convalecencia, su dolor. Siempre fue creativo y se caracterizó por tener una lealtad incondicional hacia sus amigos”.
Entre las ideas que Graterolacho dejó en el tintero, Laureano Márquez destaca una que venía madurando años atrás: el Museo del Humor. Quizás, a propósito de su bonhomía, se la lleve al más allá.
Por algo lo llamaban el ángel guardián de los humoristas.
JOLGUER RODRÍGUEZ COSTA
jjrodríguez@gmail.com
Noticias | SucesosJun | 12 2010
EL NACIONAL