LUIS ALFREDO RAPOZO: Agua, Agua, clamaba el moribundo

October 12, 2019

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“Son malos administrando
hasta el servicio del agua”

En revolución, la mala administración de los servicios es una cosa que va con su sistema como un hermano gemelo.

Ni siquiera hay canales, ni puntos de pago para cancelar mensualmente el servicio…”. (LAR.)

■ Hace tiempo que no uso la ducha de mi casa. Ya me acostumbré a bañarme extrayendo porciones de agua de mi pipote de 150 lt. con una hermosa media tapara pintada al óleo con dibujos ingenuos, elaborados por un artesano yaracuyano, a petición mía, cosa de suavizar mi malestar inicial, en tiempos de Chávez…

[C]on la bendita totuma: El agua me llega cada quince días –promedio-, y en muchas oportunidades pasa de ese tiempo y puede llegar a un mes. Entonces, mis vecinos se organizan tratando de presionar a las autoridades, para exigir el envío del líquido, pero en Hidrocapital, los gerentes cada vez están más sordos, indolentes, con su rostro de “y no me importa que no tengas agua”.

En ese sentido, mis agresivos vecinos cierran la Av. Boyacá, (también conocida como Cota Mil) y restringen a un canal, el tránsito de la vía, creando un verdadero pandemonium, aunque nunca comparable a hace unos cuatro años, cuando no se había ido tanta gente del país. En ese momento, mis vecinos piensan en buscar otra alternativa, una especie de plan “B” en la manera de pedir el vital líquido.

Mis amigas de Guatire-Guarenas -que es una ciudad dormitorio con muchos profesionales y gente calificada- que también sufren la carencia… siempre se comunican y envían tuits notificando a la comunidad capital… que tienen seis y siete días sin agua. Me piden ayuda y retuit, pero yo les respondo que cuando lleguen a quince días sin servicio, con gusto les replico. ¿Qué son piches siete días sin agua, si nosotros pasamos los quince días de sufrimiento como algo normal? -les pregunto-. Naturalmente, me da vergüenza cuando en Maracaibo pasan treinta días sin agua. Ya los días en que se abría el grifo en cualquier casa y salía agua todos los días, quedaron en el pasado, en la memoria y las nuevas generaciones no saben lo que es regar el jardín con frecuencia, lavar la casa; el carro y al perro con una buena manguera. Está bien.

Pero, ahora falta el agua, hasta para fregar los trastes de la cocina, lavar la ropa, limpiar el baño y para mantener aseado, el cuerpo. Por eso, mucha gente se ríe del plan de la patria, que no garantiza, electricidad para las industrias y el comercio; no garantiza el gas para cocinar, ni mantener los hornos de las fábricas y ahora, hasta los obreros y empleados sufren para ir a trabajar y retornar a casa con dignidad y puntualidad, por carencia de transporte.

Lo cierto, es que la vida cotidiana ha cambiado en casa. Les digo, que nunca he derrochado el agua y menos desde hace como 40 años, pues he alcanzado un conciente estado supremo de ahorro del agua, respeto por el servicio, etc., etc. Además, que nunca hay agua, como dije. Otra cosa curiosa, es que no recibo familiares de la provincia en casa. Si lo hago, debo pedir disculpas de antemano, mientras exijo que se acomoden a mis requerimientos extremos de racionamiento de agua en casa. De igual manera, ya no hago reuniones, ni fiestas, ni bailantas -cosa que me gustaba- y si acaso invito a no más de cuatro de personas en una comida, un compartir…una visita social y familiar. La vida en revolución, está acabando, con las reuniones familiares y brindar una merienda, parece una cosa de millonarios.

De alguna manera, es una cosa inexplicable, injustificable -que no tengamos agua-, cuando tenemos el soberbio río Orinoco y la democracia invirtió bastantes recursos, creando embalses por todo el país y sus respectivos sistemas hidroeléctricos. ¿Cómo se explica entonces que no haya agua en casa? Espero, que no me vengan a responder, que todo sea culpa de Trump, incluyendo el triste abandono del embalse “La mariposa”.

Cualquiera de nosotros que vaya a comprar una casita en un pueblito, un terreno para la labranza, una casita de veraneo, etc., sabe muy bien que tiene que revisar la acometida de agua de esa propiedad y la regularidad con que recibe agua; sabe que tiene que observar la capacidad de almacenamiento de la misma y considerar una inversión para mejorar la captura del vital líquido.

Entonces, he invertido en tanques caseros en mi apartamento. Puedo guardar agua por el equivalente a unos 1300 litros, fuera de unos cuantos botellones de agua que últimamente me estallan por el rehúso, es decir se quiebran con facilidad, por alguna razón. De tal manera, que cuando el tiempo sin agua se excede los promedios de resistencia, usted puede notarlo rápidamente porque mis vecinos lucen sus relucientes botellones cargando agua y carretillas de todo tipo, cargando bidones, potes, pimpinas desde casa de familiares o cazando riachuelos que bajan del cerro El Ávila.

Es evidente, que en revolución, el servicio de agua en toda Venezuela ha empeorado. Eso no necesita argumentos. Es la verdad. Es que son malos administrando hasta el agua. Por mi casa, han propuesto en sus “mesas de agua” -una especie de comisión permanente que atiende el servicio a manera de soviet venezolanos-, que los vecinos de 64 apartamentos -en mi zona-, que los 400 vecinos que habitan dos superbloques; que cuatro calles de quintas y residencias unifamiliares, y unas 600 familias en edificios pequeños nos organicemos para atender al camión cisterna que vendrá ocasionalmente a llenar dos tanques de agua de 3000 litros cada uno -que han sido donados por la alcaldía, como si fuera una gran hazaña- y que permitirán tener un poquito de agua adicional hasta que la envíen por tubería. Cuando yo saqué cuenta de cuánto le toca a cada familia, decidí que era preferible comprar botellones adicionales y asegurar aunque sea 20 litros, en vez de perder el tiempo haciendo colas por 6 litros por familia y correr el riesgo de terminar en una verdadera golpiza colectiva peleando por un pote de agua como si estuviéramos viviendo en una escena de MAD MAX y el mundo llegara a su fin envuelto en una verdadera y dramática sed colectiva.

NOTA: Les cuento que el pasado fin de semana estuve en el Hospital Pérez Carreño, llevando a una jovencita con dolores de aborto. Cuando estaba esperando veo una familia llorando frente a la morgue. ¿De qué murió el señor? -preguntó un indiscreto,- que nunca falta- Alguien contestó: “-De falta de agua-.”

*Luis Alfredo Rapozo, La Sociologia en aplicacion es mi vida. Escribo analizando el entorno en plena libertad de ideas. (Caracas-Anzoategui y en Uchire).

Por: Luis Alfredo Rapozo
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luisrapozo@yahoo.es
@luisrapozo
Caracas, sabado, 12 de octubre de 2019

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