“Ya ninguno cree las promesas
de un gritón adiposo…”
La esperanza fue creciendo cuando los diputados de la Asamblea Nacional con coherencia junto a sus grupos partidistas, informaron la decisión de sacar al usurpador y hacer respetar la Constitución…”.
■ Y ahora Nicolás Maduro está asustado, siente que no tiene escapatoria. Repite el discurso de que entregará su vida, aunque mantiene dos aviones para huir cuando sea necesario. Diosdado Cabello, el segundo, amenaza y ya no asusta. Ambos cambian sus guaridas cada noche. Se ocultan como las ratas.
[E]l chavismo multiplicó la pobreza, sembró el hambre, extendió el desamparo, sentenció a los venezolanos a rogar por comida, los expulsó a otros territorios adonde huyeron desesperados tratando de salvar sus vidas. Los humilló, les mintió apostando a que entre la miseria y el terror iba a mantenerlos doblegados indefinidamente.
Venezuela estalló por los cuatro costados y casi nadie pensó que sucedería de una manera tan contundente.
Jóvenes oficiales del entorno presidencial cuentan cómo Maduro construyó burlas cuando Juan Guaidó, asumió la presidencia de la Asamblea Nacional. Es conocido que al usurpador le cuesta enfocar su pensamiento en asuntos serios. Que gusta tener cerca a un par de escoltas con quienes comparte chistes con sentido sexual -generalmente homofóbicos- de los que espera aplausos en celebración de su gracia. Hace años la risa desapareció de las pantallas venezolanas. El humor y la verdad han sido aplastados por la censura en medios tradicionales. Sin embargo, la daga de la venganza hace objeto de burlas al tirano, con automáticas carcajadas en las redes sociales. Celebrando su escasa ocurrencia, Maduro comparó en televisión el apellido del presidente interino con el río Guaire, depósito de excrementos y basura en el que audaces sobrevivientes procuran pescar algún bien de valor.
Del infeliz comentario del dictador ha transcurrido algo más de un mes. Han sido días de desaciertos acumulados por el régimen y de consolidación de la lucha opositora que pasó a ser gobierno, en estricto cumplimiento de la ley y con fuerza en la calle. Maduro no puede ocultar su perplejidad. Se creía seguro, sentía que tenía el control de un país que durante 20 años ha soportado largas cadenas que masajean el ego del que ocupa Miraflores, utilizadas para mostrar obras inexistentes y sembrar mucho odio en el pueblo. Sobre todo eso, mucho odio contra sus adversarios políticos, contra quien piense distinto, contra cada ser que no fuese chavista. Sobre el odio y las armas se ha sostenido. Pero el enfrentamiento entre ricos y pobres se redujo en la medida en que la clase media fue disminuyendo, los pobres pasaron a ser hambrientos y la riqueza del país fue asaltada por la élite mafiosa militar y civil que detenta el poder.
A la gran concentración de calle prevista para el 23 de Enero se le adelantaron las protestas en los barrios, en los sectores más desposeídos, entre aquellos que nada temen perder, salvo la vida que sufren al verla escaparse mientras Maduro insiste en ser presidente por seis años más. Y contra ellos la persecución ha sido implacable. Pero no hay tanto militar para aplastar esa furia. La cacería de brujas ha ido contra la Fuerza Armada también. Porque además muchos de sus miembros viven allí. Saben de la ausencia dramática de servicios. Han visto morir a sus familiares por no tener medicamentos, los han tenido que regresar de los hospitales a esperar la muerte como un consuelo ante tanto dolor, han visto cómo los cuerpos de sus seres queridos se reducen y secan por falta de alimento. Ya ninguno cree las promesas de un gritón adiposo. Solo quieren que se vaya.
Y después, fueron los ríos de gente del día 23. En los pueblos más inesperados salieron venezolanos a gritarle al dictador su furia. ¡Y fue todo tan cívico! Venía precedido por extraordinarios cabildos abiertos donde los habitantes debatieron sus problemas y decidieron retomar la protesta.
La esperanza fue creciendo cuando los diputados de la Asamblea Nacional con coherencia junto a sus grupos partidistas, informaron la decisión de sacar al usurpador y hacer respetar la Constitución.
Y entonces Juan Guaidó asumió la oportunidad que le tocó en la historia. Un joven de 35 años que desde cuando fue estudiante había asumido su pasión por la política, con éxito además, cuando en 2007 junto a ya legendarios compañeros, movilizaron las calles en protestas por el cierre de Radio Caracas Televisión y le propinaron la primera gran derrota política a Hugo Chávez en su primer intento de reformar la Constitución.
Guaidó, integrador, sencillo, cálido, trabajador, inteligente, disciplinado, responsable, tenaz, humilde, sensible, es un hombre que enaltece valores. Sin discurso altisonante, ha sumado voluntades en el mundo entero. Casi 50 países lo reconocen como presidente interino de nuestro país.
El 10 de enero Guaidó solicitó a los venezolanos su apoyo para juramentarse y ya el 23 lo tenía.
Del lado malo solo queda un grupo. Un pequeño y despreciado grupo. Que tendrá que entregar.
*Ibéyise Pacheco. Periodista y escritora. Ciudadana de la libertad. Una de las escritoras con mayor agudeza en el periodismo de investigación, en Venezuela. Es autora del libro Sangre en el diván, uno de los más vendidos en el país, versionado para el teatro y tv en EEUU. También publicó Bajo la sotana y El grito ignorado. Con Las muñecas de la corona, escrita desde el exilio, la periodista trasciende hacia la novela. Logra una narración cargada de suspenso, escándalos e ilegalidades en casi dos décadas en Venezuela y donde es difícil diferenciar entre la realidad y la ficción.
Por: Ibéyise Pacheco
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Caracas, jueves 07 de febrero de 2019
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