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Thursday, November 21, 2024
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MILAGROS SOCORRO: No hay forma de reírle el chiste a Jacqueline Faría


MILAGROS SOCORRO, No hay forma de reírle el chiste a Jacqueline Faría

“Jacqueline Faría miente. A sabiendas.
A ella no le gustan las colas…”

Faría es dada a mentir. Miente a sabiendas y dice disparates. Ahora es peor: es dada también a dejar muy mal a su jefe. Al decir que las colas son “lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado”.

[D]e las colas solo se debe hablar en primera persona. Si usted no está obligado a alinearse en filas en el intento de comprar comida, productos de limpieza o medicinas, lo mejor es que se abstenga de hablar de eso.

Quien se jacta de no hacer colas está declarando su disposición a pagar sobreprecio por todo. Decir “a mí no me verán haciendo colas”, lo que en realidad dice es: “yo puedo pagar diez veces más por arroz, harina de maíz, azúcar, café, pastas de fabricación nacional…”. Si su presupuesto no alcanza para adquirir estos -y otra larga lista de- productos escasos a un precio que multiplica con mucho lo que cuesta en los supermercados, usted tiene que hacer colas.

Quien se jacta de no hacer colas está declarando su disposición a pagar sobreprecio por todo. Decir “a mí no me verán haciendo colas”, lo que en realidad dice es: “yo puedo pagar diez veces más por arroz, harina de maíz, azúcar, café, pastas de fabricación nacional…”. Si su presupuesto no alcanza para adquirir estos -y otra larga lista de- productos escasos a un precio que multiplica con mucho lo que cuesta en los supermercados, usted tiene que hacer colas.

Las colas son, pues, para los pobres y empobrecidos. Y cuanto más pobres, más largas las colas, más horas bajo el sol, más peligrosas: en la medida es que los productos se hacen más difíciles de conseguir (y, por tanto, mayor la diferencia de precio entre el supermercado y el revendedor), crece la crispación en las filas. Por eso, se han hecho cotidianos los casos de riñas, puñetazos, tánganas generalizadas y hasta muertes.

Además de revendedores, las colas tragan gente sin empleo: ancianos, minusválidos, mujeres que están criando. En todas hay montones de niños, de todas las edades, desde bebés que las mujeres deben cargar por horas, hasta aquellos en edad pre-escolar e incluso escolar, que no pueden estarse quietos y le dan la lata a la madre, que no encuentra cómo entretenerlos. Niños que deberían estar en sus cunas, jugando en el kínder, desarrollándose en las aulas y canchas de juego, están prendidos del pecho o de las faldas, llorosos, exhaustos, sometidos a esperas de horas, sin techo, sin agua, sin juguetes. Sin respeto. Toda cola es una coral de llanto infantil.

Las colas son muy largas. No hay cola corta. Y no hay cola única. Es una para entrar al establecimiento y hacerse del ítem racionado y otra para pagar.

El correlato de las penurias que se padecen en las filas es lo que se deja de hacer mientras se está retenido en los desesperantes plantones. Me imagino que no será preciso enumerar los campos de la vida que las colas han suspendido.

Las colas son humillantes.

Las colas son frustrantes. No sabes si llegarás a tiempo para conseguir lo que “ha llegado”. Y no sabes si, una vez que le has echado garra, podrás pagarlo.

Las colas son injustas.

Las colas atizan la rabia.

Las colas esparcen la desesperanza.

A nadie le gustan las colas.

A Jacqueline Faría no le gustan las colas. Ella no piensa que son sabrosas, como declaró, en la jornada de distribución de alimentos, cuando recibió a la televisión oficialista: “…salen de su casa, vienen con su bolsita, compran y se van para su casa… eso es la revolución, lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado, así que vamos a disfrutar de estas colas sabrosas para el vivir, viviendo”.

Faría miente. A sabiendas. No es cierto que se llegue con la bolsita, se compre y se vaya para la casa. Se llega. Temprano. De madrugada. A veces desde la noche anterior. Se espera por horas. Se suda. Se estira el cuello para ver qué “está llegando”. Se sigue esperando. De pie. A la intemperie. Bajo el sol. Bajo la lluvia. Bajo el régimen de los revendedores, quienes llegan justo cuando van “a sacar” los productos y se ponen al principio de la fila, amenazando a quien se atreva a revirar. Bajo el régimen de la Guardia Nacional y de la Guardia del Pueblo, quienes merodean con sus armas y sus comentarios lascivos.

No hay manera de hacer chistes con esta cruel afirmación de la funcionaria que ha sido fotografiada en varias ocasiones con un reloj Jaeger LeCoultre Master Compressor, de marca suiza, valorado en 8 mil 100 dólares. “Un venezolano de a pie tendría que ahorrar 27 años para poder comprar este reloj con su cupo electrónico de CENCOEX [instancia del gobierno encargada de la administración de divisas] (antiguo CADIVI)”, dice el blog “Los relojes del chavismo”, que identifica las marcas y precios de los relojes preferidos por los revolucionarios.

Jacqueline Faría es dada a:

-Mentir. Como ministra del Ambiente se comprometió públicamente a completar el saneamiento del río Guaire en 2014. Mentía. A sabiendas. Y a dos días de muerto Chávez aseguró que ella le decía: Presidente, vamos a meter los piecitos, porque un proceso de saneamiento de un río lleva por lo menos 30 años”. La verdad es que quien meta los piecitos en el infecto cauce corre el riesgo de sacar los huesos pelados. Pero, eso sí, Faría gastó más de 600 millones de dólares en el fallido plan, según denuncias del alcalde Antonio Ledezma y dirigentes del Primero Justicia.

-En 2011 aseguró que Caracas tendría más de 300 cámaras de vigilancia distribuidas en las distintas parroquias “para prestar un servicio inmediato en materia de seguridad”. Y dijo que el número de cámaras iría aumentando “para detectar cualquier imprevisto en toda la ciudad”. Aseveró, además, que ya tenían operadores para las 24 horas del día. Nada de eso era verdad.

-Contribuir al destrozo de las instituciones por donde pasa. Fue presidenta de CANTV y resulta que Venezuela tiene el internet más lento de la región, según datos ofrecidos en el informe sobre el estado de las telecomunicaciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de 2014.

-Prestarse para añagazas. En 2009, cinco meses después de que Antonio Ledezma le ganara a Aristóbulo Istúriz en la Alcaldía Mayor –donde antes estaba Juan Barreto-, Chávez la designó jefa de Gobierno del Distrito Capital. Quedó en evidencia que el objetivo de esta movida era usurpar las funciones y recursos de la gestión de Ledezma.

-Y en 2010 juramentó a un grupo de liceístas en lo que el Gobierno llamaba –o llama, si es que todavía hay plata para eso- guerrillas comunicacionales.

-Decir disparates. En agosto de 2013 dijo, ante las cámaras de televisión, que “las atletas y los atletos” estaban listos…

-Y, por lo que se ve, es dada también a dejar muy mal a su jefe. Al decir que las colas son “lo que nuestro presidente Maduro ha ordenado”, ¿a quién atribuye la responsabilidad de las filas, por sabrosas que sean?

*Milagros Socorro; Periodista y escritora venezolana, su obra va de la narrativa breve, pasando por la literatura testimonial, a la novela. Premio Nacional de Periodismo y columnista de El Nacional.
Por: Milagros Socorro*
@MilagrosSocorro
msocorro@el-nacional.com
Politica | Opinión
CARACAS, 25 de septiembre 2015



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