El tratado se pudre
por intragable…
Una última alegoría crítica a la oposición
[J]uro que hago todo lo posible por no escribir sobre cierto sector de la oposición venezolana, se supone que andamos el mismo camino, pero resulta imposible no hacerlo sobre todo ahora que ante un régimen caído, desvanecido, vomitado sobre sí mismo, observamos -a ese sector de la oposición- empeñado en mantener de pie hasta el 2019 a esa manada de criminales que compone el madurismo.
No entiendo nada, y como no entiendo, prefiero ejercitar una última alegoría crítica a la oposición para evitar peores confrontaciones futuras que nos desvíen aún más del destino común: la libertad.
Comienzo.
El pacto del huevo frito
El partido de los pajizos -insisto, por su tono amarillento no por otra cosa- se ha vinculado en un acomodamiento antinatural con el estertor blanco de los adecos.
A ese vínculo inexplicable le llaman popularmente el pacto del huevo frito.
Nadie jamás lo hubiese imaginado, pero en la era de la fritanga chavista todo es posible, hasta eso. Amarillentos por dentro y blancuzcos por fuera unidos en algo que nadie comprende.
La “yema” cuando nació como organización social -con aspiraciones políticas- en los pasillos de la Universidad Católica Andrés Bello lo hizo siempre pensando que debía ser un anticuerpo moral a las prácticas cogolléricas y corruptas de la “clara”.
La “clara”, por su parte, siempre despreció a la “yema” por imberbe y sifrina. Sin embargo, exigidos por la fritanga chavista, el cogollo, la corrupción, la inmadurez y el sifrinismo se fusionaron entre sí y se convirtieron en un desabrido huevo frito.
Su misión: servir de acompañante en una mesa que se pudre junto a la morcilla madurista.
No creo que este desagradable platillo histórico sea un experimento de “laboratorio” como algunos han señalado temerariamente las últimas semanas, creo que es resultado de un despelote que parece inacabable.
Huevo frito con morcilla: ¿quién se come esa vaina?
El “laboratorio” del huevo frito
Pareciera que nadie tiene derecho a sentir náuseas en Venezuela, quien las siente es acusado de ser un amargado científico de laboratorio.
Para despecho de los complacidos con el estado de las cosas, todas las encuestas públicas indican que el asco es unánime por lo que nos están intentando dar de comer. Venezuela entera siente repugnancia, no soporta más los espasmos estomacales, está a punto de vomitar.
¿No se dan cuenta?
Señalar senil y conservadoramente que este arqueo masivo y popular es producto de un ejercicio de laboratorio levanta todo tipo de sospechas; unas benévolas, otras malévolas. Pero sospechas, muchas sospechas.
Nadie se puede calar ni complacer con este horror, con esta insoportable comilona de inmundicia. Nadie.
Lo común -por no decir lo “lógico” y no parecer científicos de laboratorio-, lo que no levanta ningún tipo de sospechas es sentir un profundo asco por el acontecer nacional; lo común es criticar el hartazgo plácido de algún sector de la oposición; lo común es mentarle la madre a este guiso de inmoralidad y displicencia.
Es lo común, somos venezolanos. No criticar, no arquearse, no darle una patada a la mesa, aceptar silenciosamente este revoltijo, nos haría cubanos, y eso, creo, aún no lo somos.
Aunque si seguimos así lo seremos pronto.
¿Es lo que desea el pacto del huevo frito?
Se pudre por intragable
Cualquier guiso se pudre cuando nadie está dispuesto a tragárselo. En ese sentido, la denuncia pública que en días recientes hiciera la “clara” del huevo frito sobre un supuesto informe de complot de laboratorio para desprestigiar a miembros vinculados con un revoltillo de la oposición es la cosa más disparatada, senil y sospechosa que he leído en este difícil trance que vive el país.
Tuve acceso al dichoso informe y sólo puedo decir que es un apoteósico disparate. No puedo creer que nadie en su sano juicio acepte como cierto lo que ahí se dice (por cierto, para los que no lo han leído debo anunciar que no aparezco mencionado, es decir, no formo parte del laboratorio).
Acusan sí, de manera temeraria, irresponsable, difamatoria y, disculpen la insistencia, disparatada a gente seria y comprometida con la democracia, la justicia y la libertad de Venezuela de las cosas más ridículas que uno se pueda imaginar.
Coño, ni el gordito gafo de Diosdi es capaz de un absurdo de semejante magnitud. Ni él. Lo menciono sólo para que se den una idea de la sarta de pendejadas que se escriben ahí.
Ojalá se haga público para que cada venezolano, en un acto de conciencia no alegórica sino realista, coherente con lo que se ve y padece en el país, se termine de dar cuenta de ese intragable guiso histórico que nos intentan meter por el buche.
No porque millones de moscas coman mierda los seres humanos también lo debemos hacer.
¿Somos moscas?
Apagar nuestra conciencia
Ya basta, por favor, ya basta, no es posible que una íntima filiación con el guiso corrupto atragante nuestra conciencia y nos haga vomitar de modo tan despreciable y burdo semejante acusación.
Habría que recordar que el primero que denunció tamaña burrada fue Pedro Carreño: ¿es que ahora el pacto del huevo frito se alía con esa mosca feroz?
Entiendo que las histéricas doñas académicas se alíen a la mentira (tienen que justificar las limosnas que les dan para conseguir tinte de pelo y alcanzar su codiciada eterna juventud), pero que un político se preste a semejante idiotez no tiene perdón ni lo tendrá.
Ya un guiso apagó al país, ahora otro intenta apagar nuestra conciencia. No lo lograrán. Créanme la pajiza “yema” se rebelará, volverá a sus sueños originales.
No hay manera de sobrevivir sino encendemos la luz de la verdad y de la justicia.
Prendámosla, por cierto, es amarilla también.
*Gustavo Tovar Arroyo, Abogado, escritor, poeta, educador y activista de los Derechos Humanos.
Por: Gustavo Tovar Arroyo
Politica | Opinión
@tovarr
Mexico, sabado 29 Noviembre, 2014
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